Nación de naciones en red

De pequeño nos encantaba jugar al juego de los disparates. Con los amigos del colegio, nos sentamos en el suelo formando un círculo. Uno de nosotros empezaba el juego y hacía una pregunta al oído al que estaba sentado a su lado. Después, el que había respondido, hacía una nueva pregunta al que tenía cerca. Al final de juego, cada jugador decía: «Aquí me han preguntado XXXXX y aquí me han contestado que XXXXX». La hilaridad era general porque salían frases divertidísimas, sin sentido o con un punto francamente surrealista.

Una versión menos sofisticada era el juego del teléfono, donde el primer jugador decía una palabra o una frase lo más rápidamente posible al oído de quien tenía al lado y éste repetía lo que había entendido, también de la manera más acelerada, al compañero siguiente y así, sucesivamente. Era divertidísimo ver cómo degeneraba la idea inicial hasta convertirse en algo completamente diferente o irreconocible.

En Cataluña tanto el juego de los disparates como el del teléfono es una práctica habitual, también en los adultos. Por ejemplo, tú empiezas diciendo «independencia» y acaba saliendo «nación de naciones de supranaciones en red dentro de los límites de la Constitución». O bien «al que me han preguntado que qué quería decir derecho a la autodeterminación y allí me han contestado que el derecho a decidir sobre soberanías múltiples, aunque no se trata de desconectar sino de cómo reconectar, en un Estado libre y soberano dentro de una España multinacional». Con proceso constituyente o referéndum se consiguen también resultados espectaculares.

Y mira que parecía fácil estar a favor o en contra del derecho a la autodeterminación de Cataluña y a su independencia. Pues no.

En una clásica anécdota atribuida a Freud explica que un día que estaba fumando un puro y su figura quedaba rodeada del humo, borrosa, como desfigurada, enigmática, un grupo de estudiantes comenzó a cuestionarse si Herr Freud estaría expresando en esa imagen el símbolo fálico de su virilidad; enseguida, otro grupo sugirió que de ninguna manera, que de aquella escena se deducía sin lugar a dudas que se trataba de la plasmación de su homosexualidad reprimida; todavía unos terceros, propusieron otra interpretación, refiriéndose clarísimamente los efectos del subconsciente de Freud, que aquella niebla de tabaco debería recordarle la agradable estancia en el útero materno. La discusión fue subiendo de tono hasta que alguien se atrevió a comentarlo al maestro. Entonces, Freud se llevó el puro a los labios, hizo una honda calada, lanzó el humo por la boca haciendo pequeños círculos que se encadenaban y se disolvían en el aire, y, mirando primero a su alumno y después al habano, le dijo, glacial: «a veces, un puro sólo es un puro».

A veces un puro sólo es un puro; tal como el derecho a la autodeterminación es el derecho a la autodeterminación y la independencia, la independencia.

El proceso ha tenido la virtud de que empezábamos a hablar normales y claros, como un pueblo adulto que aborda si quiere la independencia o no la quiere. Lejos de las felices indefiniciones del «catalanismo», que se ha convertido en un chicle remasticado que sirve para todo. Con la independencia no es así, estamos ante definiciones y parámetros homologables en todo el mundo e intentar recubrirlos de una nueva y espesa neolengua que sirva para ocultar contradicciones o evitar tomas de posición, son vulgares enmascaramientos de la realidad y duran cinco minutos, como el juego del disparate, porque al terminar de decirlo te da un ataque de risa. Pero de tanto y tanto repetirlas, se acaba haciendo el juego muy, muy cansado.

Sólo en Cataluña tenemos ‘derecho-a-decidistas’ para no decidir nada; defensores de naciones de naciones pero que no pueden ejercer el derecho a la autodeterminación que se le supone a toda nación; partidarios de estados libres dentro de una España multinacional que pretenden lograrlo dentro de la Constitución española, etc.

Escuchen, que si quieren seguir dentro del actual Reino de España, no pasa nada. Lo defienden y adelante. Otros, encenderemos un puro y vamos tirando hacia la República de Cataluña.

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