El establishment, Trump y la CUP

Una de las lecturas de la victoria de Donald Trump es que confirma un hecho: la crisis económica iniciada en 2007 está haciendo añicos la confianza del ciudadano en el establishment. Desde el 1945, las democracias occidentales habían sido tuteladas por un establishment en tres niveles: sistemas de partidos cerrados, oligarquías económicas bien situadas por delante de los partidos y unos medios de comunicación haciendo el juego a unos y otros. Pero Trump ha ganado contra los partidos tradicionales, contra las élites económicas y contra los medios de comunicación.

No es un fenómeno nuevo. En Cataluña, hay un caso análogo, la CUP, que, siendo absolutamente ignorada por el establishment, consiguió diez diputados en un año. En España está Podemos, que obtuvo 70 diputados, a pesar de ser el demonio con cuernos, no sólo para el director de ‘El Mundo’, sino también para el de ‘El País’. Me imagino algún lector que frunce el ceño: ¿a qué viene poner en el mismo saco a Donald Trump, la CUP y Podemos?

Pero yo creo que tienen mucho que ver. Donald Trump no es un Garcia Albiol cualquiera. Más allá de sus exabruptos xenófobos y otras actuaciones pintorescas, Trump ha ganado las elecciones estadounidenses con promesas de gran alcance, que desgraciadamente nuestros medios no han explicado demasiado. Mencionaré sólo dos. Primera, Trump es antiglobalización, frenará radicalmente todos los acuerdos comerciales internacionales actualmente en negociación (el TTIP) y dará marcha atrás en otros. (Esta ha sido la clave de su victoria, porque le ha permitido ganar los estados del Rust Belt, las viejas zonas industriales empobrecidas por la globalización). Segunda, es anti-OTAN, propugna el entendimiento con Rusia y es partidario de que los Estados Unidos dejen de ser la policía del mundo, interviniendo aquí y allá.

En los dos puntos anteriores, de inmensa importancia, Trump coincide totalmente con la CUP y con Podemos. Y la base siempre es la misma: es antiestablisment. Como fue también antiestablishment el voto británico por el Brexit. Tenemos, pues, que el mundo vive una sacudida contra los poderes constituidos en las últimas décadas, que los proestablishment tratan despectivamente como «populismo» de derecha o de izquierda. Da la impresión de que hay sectores sociales que se están liberando de viejos corsés ideológicos, y que tienen la posibilidad de romper con el conformismo de los instalados.

Esta crisis del establishment también está vinculada con el movimiento independentista catalán en su conjunto. Se trata de una opción política nacida fuera de los partidos, que ha crecido sin apoyo en los mass media y que se basa en una revolución pacífica que busca una redistribución del poder político. Si el establishment se agrieta, el independentismo tiene una opción que nunca le concederían los poderes establecidos. Los vientos soplan a favor, pero habrá que tener suficiente inteligencia para aprovecharlos.

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