¿Es que nos toman por tontos?

Ahora ya ha quedado suficientemente claro que la pérdida de la mayoría absoluta del PP tiene una consecuencia concreta: le toca hacer el numerito en Cataluña. No sabemos si el numerito tratan de hacerlo por la debilidad de su estabilidad en el congreso español o porque han recibido alguna indicación de la comunidad internacional, sea política o financiera (propietarios de la deuda española). Alguien también apunta que si hacen el numerito ahora es porque han visto que por la vía del conflicto les saldría el tiro por la culata. Esta demostración de inteligencia, yo la descarto por las razones que explicaré.

Si la llamada ‘operación diálogo’ fuera un cambio estratégico pensado y calculado, la operación debería ser real y no esta impostura que hemos visto en las primeras horas del segundo mandato de Rajoy. Entre otras razones, porque ha quedado bien demostrado que las palabras y los hechos van en direcciones completamente opuestas. Mientras algunas supuestas caras amables dicen que hay que dialogar y que el Gobierno tiene disposición al consenso y a la solución del conflicto, el Estado con todos sus aparatos y brazos articulados sigue clavando palos. Y la zanahoria en la boca de Enric Millo hace reír.

Yo creo que piensan que somos tontos. Que nos tragaremos que las cosas han cambiado y que se resolverán los problemas en las cercanías de Renfe. Y que se podrá avanzar hacia un nuevo modelo de financiación. Y que se acabará la persecución del catalán y el castigo a la cultura catalana. Que se dejarán de practicar todas estas formas coloniales que hace siglos que duran. Piensan que somos tontos si ponen a Millo decir que hace falta diálogo y entendimiento mientras el Ministro de Hacienda anuncia la creación de un impuesto sobre las bebidas con exceso de azúcar pocos días después de haberlo anunciado el gobierno catalán, con el objetivo de impedir que la Generalitat pueda cobrarlo. Es que piensan que somos tontos.

Es cierto que durante muchos años los políticos catalanes se han tragado el engaño de la España diferente. De hecho, hay todavía un buen grupo que lo hacen. Que, lejos de toda racionalidad y base empírica, creen -o quieren hacer creer- que hay camino por recorrer dentro del Reino de España. Hace un tiempo me preguntaba si estos políticos eran unos ignorantes o unos cínicos. A favor de sus capacidades intelectuales, pienso que debemos decantarnos por la segunda opción. A estas alturas, cuando un político catalán -que no tenga por objetivo liquidar la nación catalana- dice que hay que intentar cambiar España para que Cataluña encuentre un encaje satisfactorio, hay que saber que miente a conciencia y, por tanto, es un cínico. Por cierto, un cínico que no hace sino perjudicar a la clase trabajadora y la clase media de este país en favor de las clases acomodadas y las élites privilegiadas.

Con todo, yo estoy convencido de que la mayoría del país y de sus políticos no están dispuestos a dejarse tomar el pelo de esta manera tan miserable que proponen los nuevos apóstoles del diálogo del Estado. ¿Diálogo? Sí. Pero antes que nada, democracia. Democracia y diálogo, este es el orden y no cualquier otro. Cataluña no dialoga con antidemócratas. Este debe ser el mensaje. Ahora ya no se encuentran en disposición de poner condiciones. Si quieren diálogo, que acepten el referéndum y la voz del pueblo. Si quieren salvar todavía algún mueble (el reparto de la deuda, por ejemplo), que acepten que la vía se llama democracia, votos, urnas, escrutinio, sí o no. A ver si ahora piensan que el diálogo será la nueva arma contra la democracia. ¿Es que nos toman por tontos?

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