Un movimiento nacional-popular y una estrategia propia (comentando debates isleños (*) y de otras experiencias)

POR CARLES CASTELLANOS, MILITANTE DE POBLE LIURE Y DE LA ASAMBLEA NACIONAL CATALANA, PROFESOR DE LA UAB

En este escrito quisiera comentar algunos aspectos del movimiento independentista que parece que necesitan, en estos momentos, entrar en discusión.

El despliegue del movimiento nacional y popular no sólo en Cataluña-Principado sino también en los Países Catalanes ha provocado que en los últimos años se expresaran formulaciones políticas más o menos importantes en torno a la línea de acción del independentismo.

No todas las formulaciones han sido suficientemente explicitadas, porque algunas prácticas se han ido llevando a cabo siguiendo más bien un cierto instinto político y un cierto espíritu animoso, que ha evitado grandes errores, pero esto no ha ido acompañado de explicaciones claras. Esta manera de hacer ha permitido ir trampeando el día a día pero ha ido dejando muchas organizaciones del movimiento sin perspectivas. Y de ahí llora la criatura: falto de una verdadera orientación estratégica, el movimiento popular por la independencia se mueve en este momento entre la proclamación dogmática de unos principios inamovibles de los unos, y una simple referencia a lugares comunes poco fundamentados, de otros.

Por eso es de agradecer el esfuerzo que se ha hecho estos últimos días desde el colectivo ‘Marjada’ de Mallorca en el documento «Por un independentismo no nacionalista» y dentro de la Jornada de Inca «Un borrador de país… «, mencionada. Se trata de reflexiones serias y no dogmáticas que proponen una líneas de acción renovadas al independentismo y al soberanismo mallorquines siempre interesantes, a pesar de discrepar de algunas de las formulaciones que he podido leer. Lo comentaremos.

Como marco de referencia, que me servirá para expresar estas posibles discrepancias, expondré algunas de las bases que considero que han permitido el avance del movimiento independentista en Cataluña (las cuatro provincias) y algunos criterios generales sobre la articulación de los Países Catalanes que se han ido desarrollando, en un sentido paralelo. Lo haré de manera resumida en los cuatro apartados concretos que siguen:

 

Independentismo y catalanismo conservador

El independentismo contemporáneo de los Países Catalanes que fue tomando fuerza a lo largo de los años setenta del siglo pasado y que fijó su estrategia y tuvo un primer despliegue a lo largo de los años ochenta, se situó frente a dos realidades preexistentes:

– El independentismo de los años setenta y ochenta no aceptó el régimen político pseudodemocrático español que surgió del franquismo (la monarquía parlamentaria).

– Y, en relación con este hecho, definió su identidad, de manera muy diferenciada del catalanismo conservador.

El independentismo de los años 70 y 80 se opuso a la Constitución española promoviendo movilizaciones por medio del Comité Catalán contra la Constitución Española, una acción política que, junto con la lucha contra la represión, contribuyó a aglutinar los primeros núcleos del independentismo naciente, en todo el territorio.

Por otra parte, identificó su base social como las clases populares catalanas y oponiéndose al conservadurismo ideológico propio de la burguesía y de la religión institucional, distanciándose del folclorismo y del inmovilismo social que preconizaban los sectores sociales conservadores.

La línea de acción fue desde un primer momento la creación de un movimiento nuevo con capacidad de arraigar en el seno de las clases populares catalanas. Las diferentes formas de acción y la propaganda iban dirigidas a este objetivo de creación y de articulación de un nuevo movimiento.

Dentro de esta línea, el independentismo ya formuló de una manera clara que las clases populares catalanas incluían también la población inmigrada, tratando así la cuestión de una manera política (es decir, incluida en el seno de la perspectiva política de las clases populares) y no de una manera oportunista como hizo el pujolismo (que decía simplemente que «es catalán quien vive y trabaja en Cataluña»). El tratamiento «pragmático» y aparentemente apolítico de la burguesía le permitía aprovechar el aspecto más interesante -productivo- de la inmigración desde su punto de vista, que era (y es) la posibilidad de tener un acceso fácil a mano de obra barata. El nuevo independentismo hacía de ello, por el contrario, un tratamiento político.

El nuevo movimiento independentista emprendió a lo largo de los años ochenta una doble tarea: por un lado, la propaganda política en diferentes modalidades (agitación, movilizaciones, acciones armadas etc.); y, por otra parte, la articulación de un nuevo movimiento basado en la lucha contra las diferentes formas de opresión social y nacional. Esto llevó a una primera expansión que abarcó la movilización de decenas de miles de personas, con una incidencia importante en las zonas con más tradición de luchas populares, y llegando a una importante diversidad de comarcas de los Países Catalanes.

Describir este independentismo naciente simplemente como resistencialista es, pues, a mi modo de ver, una simplificación caricaturesca porque las bases de una política con posibilidades de arraigo social ya se aplicaron y con cierto éxito, de una manera clara, a partir de 1979.

La percepción de la acción del independentismo como resistencialista puede deberse a dos cuestiones diferentes y que no deberían confundirse: por un lado, la visión externa de una dinámica de confrontación que exigía el momento político. Y por otra parte, la simplificación sectaria que algunas aplicaciones inmaduras han hecho de la línea independentista.

En cuanto al primer aspecto del análisis del momento imponía que sólo hubiera una manera de lograr la expansión del nuevo movimiento que se tenía que abrir camino: mediante una propaganda política agresiva que permitiera romper el círculo de la marginación. Estas formas de acción del independentismo naciente configuraban una imagen de radicalidad alejada del conformismo de la ideología dominante; y esto desarrolló entre los sectores conservadores una caricatura distorsionada que abonaba la etiqueta de movimiento resistencial. Pero debemos tener claro que se trata de una visión que se ha gestado desde el conservadurismo, desde fuera del movimiento que se iba expandiendo.

Esta caricatura se veía, por otra parte, tal vez reforzada porque el movimiento independentista ha sufrido diferentes desviaciones de carácter sectario que han extendido prácticas dogmáticas centradas en la repetición de ideas fijas, a menudo sin contacto con la realidad. Son ejemplo la línea promovida por algunos líderes de los años 80, de defender eslóganes como «Valencia es Cataluña» u otros más recientes que han defendido que Cataluña (el Principado) no puede ser independiente hasta que no lo puedan ser el conjunto de los Países Catalanes etc.

El error de una parte del independentismo ha sido, pues, sobre todo la ‘petrificación ideológica de algunos sectores’ que han convertido, su manera de entender el nuevo movimiento, en una especie de prédica doctrinaria y dogmática. Más que de error resistencialista habría que hablar, pues, de error de sectarismo y doctrinarismo en algunos sectores del independentismo.

 

El movimiento nacional-popular y la ruptura democrática por la independencia

La línea del nuevo movimiento fue definida ya en el año 1979 como un movimiento nacional-popular, es decir, un movimiento de liberación social y político orientado a la conquista de la independencia y el socialismo; y basado en la defensa de los intereses de las clases populares catalanas (incluyendo, como hemos dicho, la población inmigrante en esta base social).

Esta línea se fue desarrollando a partir de la coordinación de grupos por todo el territorio y dio lugar al MDT que se articuló entre los años 1984 y 1985; y hasta 1989 tiene lugar una época de expansión constante que llegó a movilizar decenas de miles de personas. Se ha hablado así de la «primera expansión del independentismo» para hacer referencia de ello. Pero esta nueva situación fue mal interpretada por una parte del movimiento independentista de ese momento (PSAN, Catalunya Lliure), que pensó que la manera de avanzar debía ser reducir todos los sectores del movimiento a un única estructura de organización (un Frente patriótico), una concepción que representaba priorizar el lenguaje patriótico vaciando la práctica política de contenidos sociales. Para la estrategia del independentismo formado en 1979 (es decir el independentismo que podríamos llamar «nacional-popular») esta línea política de Frente Patriótico representaba una negación frontal de la dinámica que había permitido el arraigo social en el seno de las clases populares.

La posición mayoritaria en el seno de la MDT, ante la expansión del independentismo, fue, pues, la de impulsar de manera prioritaria una línea de Unidad Popular, una línea que iba a fructificar al cabo de los años en la creación de la CUP. La manera más consistente de afianzar una influencia de masas se consideró que debía ser la creación de plataformas políticas que pudieran aglutinar los sectores en lucha, que se empezó a traducir en la creación de candidaturas de Unidad Popular en un número creciente de municipios. La evolución posterior es bien conocida: la CUP se consolidó en una plataforma política con incidencia parlamentaria y con un alcance social importante.

Paralelamente el conjunto de la sensibilización independentista iba logrando una expansión progresiva, que se tradujo en importantes movilizaciones a partir del año 2006, después de haber creado la Plataforma por el Derecho a Decidir (PDD), partiendo de una expresión del derecho de autodeterminación -el derecho a decidir- que contaba con un amplio apoyo social.

Desde el punto de vista de las formulaciones políticas, hay que recordar aquí que en 2004 el MDT había avanzado una elaboración política del objetivo del momento como el de una Ruptura Democrática por la Independencia. Según los análisis del momento del MDT consideraba que esta propuesta podía concentrar la acumulación de fuerzas que se estaba produciendo, y que respondía así al sentimiento general de la población en su confrontación con el Estado español.

En la concepción del MDT, había que desarrollar la vez la Ruptura Democrática por la Independencia y reforzar el espacio de la Unidad Popular, es decir, que la lucha general por la independencia podría avanzar si en esta dinámica general se reforzaban al mismo tiempo los sectores más movilizados y combativos aglutinados en las diversas prácticas de unidad popular.

Desde el punto de vista social, el MDT analizaba que la Ruptura Democrática por la Independencia era la expresión de una ampliación del espacio de las clases populares estrictas ya que el conjunto de la pequeña burguesía y sectores importantes de la media burguesía (perjudicados también por las consecuencias de la nefasta gestión española de la crisis económica y de la política autonómica) veían en estos momentos también en la independencia una posible salida a sus problemas. De esta ampliación de la base social implicada en la confrontación con el ahogo de España, surgen las grandes movilizaciones de los años 2006, 2007, las consultas sobre la independencia, la manifestación de 2010 y las que a partir de 2012 son dinamizadas por la ANC.

Dentro del marco de este movimiento popular amplio por la independencia, la Unidad Popular saca sus fuerzas, como hemos apuntado, de las luchas y movilizaciones sociales y, en la medida que logre articularse adecuadamente con el movimiento popular por la independencia que hemos descrito más arriba (en este momento no lo ha hecho todavía de una manera clara) el conjunto del movimiento podría salir reforzado, por lo que la conquista de la independencia representaría un avance más claro en un sentido favorable a los intereses populares .

De esta descripción general pienso que podemos sacar la idea principal según la cual la dinámica social no es tan simple como un cambio de estilo (de cambiar de un supuesto estilo resistencialista a un estilo que sería más inclusivo). Cada nivel de intervención necesita su bagaje argumentativo y sus estructuras organizativas, más allá de factores de imagen. Tanto en el nivel de intervención de la Unidad Popular, como el nivel de la Ruptura Democrática por la Independencia, es necesario que el lenguaje sea comprensible y adecuado al mensaje que se considera que hay que transmitir. Será un discurso social más claro desde el punto de vista económico y político dentro del ámbito de la Unidad Popular; y discurso de radicalidad democrática y de participación y de control democrático de las grandes decisiones políticas y económicas en la unidad de acción de la Ruptura Democrática por la Independencia; y todos deben ser claros y comprensibles. Las actitudes que priorizan formas y expresiones en función de hábitos y modos de una «secta» en lugar de tratar de hacerse comprensibles por los destinatarios reales de las clases populares, no hacen otra cosa que frenar y obstruir el avance del movimiento .

Volvamos, pues, a la misma consideración que hacíamos al final del apartado precedente. Para pretender articular una incidencia política que modifique las correlaciones en el seno de la sociedad, si se quiere conectar con los sentimientos e influir en la capacidad de conciencia y de movilización populares, hay que dejar de lado cualquier tipo de sectarismo.

Independentismo, nacionalismo y lucha nacional. Elementos de estrategia

El independentismo no es sólo una especie de autonomismo con un simple cambio de nombre: creo que es fundamental tener claro que es un movimiento en sí mismo, con unos objetivos, unas líneas de acción y también con una estrategia propios. Es por eso que un buen número de antiguos autonomistas que se han encontrado defendiendo recientemente posiciones independentistas muestran una cierta desorientación.

Como todo movimiento, el movimiento independentista es una propuesta política que necesita una formulación propia, o expresándolo con más precisión una orientación estratégica propia. Y, en este sentido, hay que partir de los elementos fundamentales, es necesario que arraigue en las contradicciones de donde nace nuestro movimiento, que son:

– La contradicción nacional.

– La contradicción de clase.

La contradicción nacional se fundamenta en el enfrentamiento de las clases populares y del conjunto de la nación oprimida con los estados dominantes.

Y la contradicción de clase se fundamenta en el enfrentamiento de las clases populares con las clases dominantes (compuestas, en el caso de una opresión como la nuestra, por las clases dominantes de los estados y sus aliados en el seno de la propia nación.

El independentismo ha ido creciendo porque se ha esforzado para combinar adecuadamente estas contradicciones en una misma lucha, que es única porque se fundamenta en la movilización de una misma base social: las clases populares.

Esta estrategia reclama la consideración adecuada del papel del Estado como instrumento de dominación y también, en otro momento, como instrumento de transformación social (una vez se haya logrado escapar de la dominación de los estados); y también hay que considerar adecuadamente los diferentes elementos políticos y socioculturales que intervienen en la lucha nacional-popular. Lo desarrollaremos en el apartado siguiente.

Añadiremos así que la agitación y la propaganda en la lucha nacional-popular no se ha fundamentado en la simple exaltación nacionalista romántica sino que ha procurado siempre partir de la consideración de que la nación no es otra cosa que un conjunto de personas que en política se expresan a través de sus objetivos y reivindicaciones. El movimiento nacional-popular no se fundamenta en el nacionalismo de exaltación romántica pero sí tiene un carácter nacional muy claro porque se fundamenta en la defensa radical de los derechos nacionales y también de elementos importantes de la nación oprimida como la lengua propia que se reivindica como lengua común de la sociedad nacional.

Si la lucha no está fundamentada nacionalmente no podrá, arraigar, crecer y progresar. Los y las independentistas deben ser las personas más claramente defensoras de los derechos nacionales y más determinadamente comprometidas en la construcción nacional y en la tarea de garantizar para la lengua la función de instrumento general de relación social dentro de la sociedad nacional.

Hay algunos sectores del independentismo (o del soberanismo) que no entienden este aspecto nacional de la estrategia independentista y terminan haciéndose feudatarios de posiciones españolistas. Hay muchos ejemplos de posiciones políticas acomplejadas que no quieren asumir el carácter nacional del movimiento y acaban convirtiéndose en apéndices de formaciones no independentistas (**). Una línea política poco clara, tanto en el aspecto nacional como en el aspecto social, puede reducir la capacidad de incidencia del movimiento político independentista provocando que aumente en el seno del pueblo catalán la fuerza del españolismo (si tratamos el ámbito de dominación de este Estado) y de las posiciones conservadoras. La contradicción principal es entre el pueblo catalán y el Estado español y no saber abordar bien esta cuestión tiene consecuencias graves para el arraigo del movimiento.

 

Nación, estado y diversidad

A lo largo de esta exposición he comentado diferentes conceptos referentes a cuestiones políticas, sociales y culturales que influyen en la definición de la línea de acción del independentismo. Para terminar convendría, a modo de síntesis, precisar los conceptos de nación, Estado y diversidad intentando ver cómo inciden en el caso de los Países Catalanes.

No insistiremos en la diferencia fundamental que la sociología ha establecido entre los conceptos de nación y de Estado, en el sentido que el primero designa un fenómeno histórico, social y cultural; y el segundo una superestructura política.

Uno de los fundamentos del independentismo de los años 70 del siglo pasado fue la definición de los Países Catalanes como una realidad nacional. La verificación práctica de esta designación sólo se puede hacer en términos relativos. Si las naciones son las diferentes formas de la forma en que las comunidades humanas se configuran geográficamente por todo el mundo, la nación catalana (Países Catalanes) es una de las mejor establecidas tanto en el aspecto de la cohesión de la lengua y la homogeneidad en el de los referentes culturales y las estructuras económicas, como en las vías de comunicación internas que favorecen la interrelación. Las diferencias intercomarcales son a menudo más marcadas que las que se consideran entre las regiones históricas (Islas, País Valenciano, Cataluña Norte, Franja de Aragón, Cataluña-Principado…). En resumen, podemos decir que las diferencias entre las regiones históricas, aparecen actualmente sobre todo a nivel ideológico (en la conciencia política). Esto significa, por un lado, que los Países Catalanes pueden constituir la base de un proyecto político nacional; y, por otra parte, que para incidir políticamente de una manera efectiva, es necesario tener en cuenta la situación de la conciencia política que se ha ido configurando a través de la historia, una conciencia que parte de la suma de elementos internos (de cómo se ha formado la vida colectiva en cada región histórica) y de cuestiones externas (las agresiones disgregadoras de los estados español y francés, principalmente).

Una de las contradicciones básicas, pues, de la lucha del independentismo es la que se establece entre la nación catalana y los estados opresores. El papel del Estado en el conflicto independentista es, pues, primordial. Y lo es a lo largo de todo el proceso político de conquista de la independencia. Volveremos sobre esta cuestión más adelante.

La conciencia nacional tiene, por tanto, un papel fundamental en la lucha de liberación nacional-popular. Es por eso que pensamos que hay que distinguir entre dos referentes ideológicos diferentes: la exaltación nacionalista por un lado; y la defensa y la construcción nacional, por otro. El independentismo de los años 70 del siglo pasado no se definió nunca como «nacionalista» porque se consideraba (y se considera todavía) que este término conlleva un enfoque de «exaltación nacional» que no se corresponde bien con una acción política de liberación nacional-popular. Pero el independentismo nacional-popular ha sido, por ello mismo, la línea política que ha defendido más claramente y con más contundencia la nación catalana de las agresiones de los estados dominantes.

El independentismo nacional-popular no se define, pues, como «nacionalista» pero tampoco se ha querido definir como «no nacionalista» porque no son actitudes que deban presentarse como contrapuestas. El independentismo nacional-popular se opone a la ideología del catalanismo conservador pero considera que en el seno del movimiento por la independencia en su camino hacia la ruptura independentista debe haber la aportación de diferentes sectores populares y de diferentes estados de conciencia desde los más politizados (que ven la independencia como un proyecto político) hasta los más emocionales: todo tiene que cerrar filas hacia la liberación.

En esta misma línea el independentismo nacional-popular es el que debe tener más claro el papel de la lengua como elemento fundamental del movimiento y del nuevo país que se quiere construir. Es por ello que el independentismo nacional-popular siempre ha formulado los objetivos sociolingüísticos a partir de análisis objetivos, sin evitar el poner sobre la mesa las necesidades para el pleno uso social de la lengua catalana como lengua común de la sociedad.

La diversidad de la nación de los Países Catalanes es doble, de tipo histórico y geográfico (las regiones históricas mencionadas); y de bagajes culturales acumulados en las inmigraciones importantes que ha recibido, sobre todo desde los siglos XVI y XVII (occitana, murciana, andaluza, amazigh etc.). El tratamiento político de la diversidad de la inmigración se debe asumir mediante un conocimiento y reconocimiento de esta diversidad de aportaciones en una orientación de construcción de la nación catalana. La aportación occitana dejó un fuerte rastro en los apellidos catalanes igualmente como las inmigraciones de poblaciones de lengua española a lo largo del siglo XX, que han incidido en los usos sociales del catalán debido al marco legal y el marco ideológico desfavorable del franquismo y también del post-franquismo. Sin embargo, una parte muy importante de esta inmigración ha adoptado y defendido el uso del catalán como lengua común de la sociedad catalana. En el caso de la inmigración amazigh se ha ido produciendo una conciencia política de colaboración franca con la lucha del pueblo catalán a partir del hecho de autorrenococerse como ‘catalano-amaziges’ o ‘amazigh-catalanes’, colaborando en el reforzamiento del uso social del catalán sin renunciar a la fidelidad para con su comunidad de origen, necesitada también de un fuerte apoyo.

La diversidad constituida por las regiones históricas ha sido tratada políticamente, desde los últimos tiempos, a partir de la conciencia popular en cada momento y también en base a la confianza en la capacidad del pueblo organizado en cada región histórica. Es por ello que se defiende el Derecho a Decidir para el País Valenciano, las Islas y la Cataluña Norte, como medio para el avance de la conciencia identitaria propia y en la perspectiva de una federación de los Países Catalanes en la medida en que el pueblo de cada región histórica lo decida. Desde nuestra concepción de los Países Catalanes, huelga decir que el independentismo nacional-popular se manifiesta partidario de la federación de los Paises <Catalanes. Pero cree que hay que partir del despliegue de movimientos propios en cada región histórica.

 

Como consecuencia de lo que he descrito más arriba se puede desprender que para que el independentismo se pueda extender socialmente, debe contar tanto en su capacidad de arraigo en las luchas y reivindicaciones sociales de todo tipo de las clases populares, como en su capacidad de erigirse como el sector político que defiende con más fuerza y claridad los derechos políticos de la nación catalana y de la lengua catalana como lengua de relación social de la sociedad. No hacerlo así puede comportar, como ya lo hemos señalado más arriba, el riesgo de caer en una deriva no independentista o de verse desplazado por otros sectores políticos regionalistas pero posiblemente provistos de convicciones nacionales más claras y decididas.

* * * *

Cerrar este escrito haciendo alguna otra consideración en relación con la importancia del Estado en la lucha independentista. El estado es ahora (en la forma principal de los estados español y francés) nuestro principal enemigo; y el nuevo Estado catalán (la República, tanto la República federal de los Países Catalanes, como la República del País Valenciano, la República de Cataluña, o la República de Menorca, como ya se han autodenominado ahora) es un instrumento que hay que considerar necesario para cambiar la situación. Sin la estructura de un Estado, en el contexto europeo en que nos encontramos no podríamos resistir las presiones de nuestros rivales y dominadores. Es tan sólo una de las consideraciones serias que nos deberían impedir caer en formulaciones idealistas según las cuales se podría conseguir una nueva sociedad sin recurrir a ningún tipo de poder de tipo estatal.

 

(*) Véase a Llibertat.cat la información reciente sobre Marjadas de Mallorca y sobre la jornada «Un borrador de país…».

 

(**) Un buen ejemplo del artículo reciente de la militante del colectivo político Endavant, Laia Altarriba, que ha expuesto, de una manera muy clara, estos enfoques carentes de perspectiva independentista en su último artículo «Rearmarnos para el combate».

LLIBERTAT.CAT

http://www.llibertat.cat/2016/12/un-moviment-nacional-popular-i-una-estrategia-propia-37041