Cuatro cosas que nos alejan de la independencia

Hay días en que termino convencido de que queremos perder la oportunidad de ganar la independencia. Días que no son tampoco muy excepcionales. Lamento decirlo con crudeza, pero me parece que es mejor verlas venir que no ir despistando. Quizás estamos a tiempo de reaccionar y cambiar de chip. Pero no nos queda mucho tiempo. Si dejamos pasar una nueva oportunidad como hicimos después del 9 de noviembre de 2014, no creo que volvamos a tener otra durante mucho tiempo. Hará falta una generación entera que aporte una nueva mentalidad. ¿Por qué digo esto? ¿Por qué no veo claro que vayamos por el buen camino?

Primero, porque creo que se ha instalado una especie de mentalidad entre el individuo independentista que no acepta ninguna voz que no le confirme sus prejuicios. Observo que, cuando alguien presenta dudas sobre las verdades absolutas del proceso o de la hoja de ruta es acusado de traición, de ‘botifler’ (traidor), de vendido… El individuo independentista en general tiene alergia a cualquier cosa que no sea escuchar la música que quiere escuchar. Y este aislamiento mental es muy peligroso. Porque no permite analizar la situación con todos los datos y las ideas necesarias. Y favorece que nos hagamos una película de rosas que sólo puede llevar al fracaso. Un ejemplo de ello es la respuesta que ha recibido algún analista -ahora me viene a la cabeza Francesc-Marc Álvaro- cuando ha sugerido que hará falta más tiempo porque la mayoría independentista aún no es lo suficientemente sólida.

Segundo, porque no queremos creer los datos que no nos gustan. Y esto es, en buena parte, responsabilidad también de los medios de comunicación. Cuando una encuesta pinta una mala perspectiva para el independentismo, o buscamos la interpretación que nos conviene o la descartamos porque seguro que es una manipulación para desmoralizarnos. Cuando un diario importante de alcance internacional da la razón a España y nos pone en el saco del populismo sin base democrática, no queremos saber nada. Y los diarios ‘del rollo’ no nos hacemos eco de ello. En cambio, si un diario de lengua extranjera nos elogia algo, hacemos grandes titulares y grandes fiestas. Y así vamos creando una imagen de la opinión pública internacional sobre el proceso de independencia que nos puede hacer creer que el mundo nos espera con los brazos abiertos.

Tercero, porque algunos indicios apuntan a una discordia sobre la estrategia de fondo entre los tres actores políticos principales de la escena institucional (ERC, PDECat y CUP). Estos días han corrido especulaciones sobre la voluntad de alguno de estos tres para precipitar unas nuevas elecciones. Estas cosas son difíciles de demostrar. Y nunca sabes quién es el beneficiado de los rumores y las malas lenguas. Yo no me uniré a la irresponsabilidad de contribuir a extenderlos. Con todo, observo con preocupación algunos movimientos que no me gustan y este alboroto en las semanas previas al debate sobre el presupuesto en el parlamento. ¿Hay algún partido que saldría beneficiado de unas elecciones? No lo sé. Y no lo creo. Pero hay una cosa que tengo clara: el camino hacia la independencia quedaría cerrado por completo.

Cuarto, porque seguimos distraídos en debates estériles y muy extraños. Tenemos un problema grave que se llama ‘hojaderrutitis’. Sí. Es un tipo de síndrome que hace que, en lugar de tratar de ampliar el apoyo a la independencia (que el 27-S se demostró que no era sobrado), estemos entretenidos en grandes disquisiciones sobre qué deberíamos hacer en caso de que pasara esto o aquello. Ya lo he dicho mil veces y tal vez me hago pesado, pero la hoja de ruta no es tan importante. Ya está bien con tener acuerdos de base para trabajar dentro de un consenso. ¿Pero quien nos obliga a construirnos una especie de prisión de la que no nos podamos mover y que debemos cumplir a toda costa? Si fuéramos más inteligentes y no tan desconfiados aceptaríamos unas líneas generales, nos dedicaríamos a empujar y dejaríamos más margen a la gente que hemos votado para llevar el proyecto ante cada imprevisto que se presente. Ya son ganas de luchar con una mano atada a la espalda.

Tal vez hay más elementos que apuntan a una mala jugada por parte del independentismo. Seguro. Y también hay un montón de buenos síntomas que hacen pensar que podemos salir con éxito. Pero no comparto de ninguna manera la opinión de aquellos que dicen que ya lo tenemos hecho. Creo que todavía falta avanzar. Que pasan cosas (como estas que he señalado) que nos alejan. Y que con grandes dosis de ‘wishful thinking’ (o pensamiento mágico) no se consigue nada más que una nata sideral. ¿Que hay que sonreír? Sí. ¿Que estamos más cerca de lo que nunca ha estado Cataluña de ser un Estado independiente? Sí. ¿Que está en nuestras manos? Sí. ¿Que el Estado español llega tarde y no encuentra la manera de pararlo? También. Pero tenemos que afinar mucho más. Los independentistas de base tenemos que aceptar que no todos nos ‘ponen’. También debemos valorar como un regalo inmenso cualquier crítica o aviso que nos hagan. Los dirigentes políticos tienen que aparcar un par de años las ansias de hegemonía partidista. Y hay que tomar una pastilla contra la ‘hojaderutitis’. Hace falta más cintura. Hace falta más confianza. Y hace falta más tolerancia al riesgo. Si queremos ganar, claro.

VILAWEB