¿Será 2017 el año de la independencia?

Salvador Cardús, Teresa Forcades, Héctor López Bofill, Elisenda Paluzie y Ferran Requejo hacen balance de 2016 en clave de proceso y tratan de averiguar las claves de 2017

Día sí, día también, vemos que esta larga novela que es el proceso se consume a un ritmo vertiginoso. Sin ir más lejos, esta semana el concejal de la CUP Joan Coma ha sido víctima de la judicialización de la política. Y ayer Juntos por el Sí y la CUP llegaron a un acuerdo político sobre el contenido la ley fundacional de la república catalana. Son los últimos capítulos de un año que ha sido frenético y que comenzaba con el paso atrás de Artur Mas. En medio, el rechazo del presupuesto, una cuestión de confianza y el referéndum en el horizonte. Y termina con la ley de transitoriedad jurídica, la rampa de salida del 2017. Para hacer balance del año y analizar el próximo hemos hablado con cinco personas acostumbradas a teorizar sobre el momento político que vive Cataluña, cada una con una visión diferente, pero con algunas similitudes.

 

Salvador Cardús (doctor en ciencias económicas y profesor de la UAB)

‘Pensar que en 2017 seremos independientes me parece de ilusos’

 

-¿Qué balance hace de 2016? ¿Se ha avanzado o se ha retrocedido?

-Yo creo que claramente se ha avanzado, porque el mismo hecho de perdurar ya es avanzar en este proceso. A pesar de las dificultades, todas se han ido superando. El 11-S y más manifestaciones han mostrado que la capacidad de movilización sigue siendo importante, la gente sigue comprometida con este proceso. De manera discreta, el gobierno ha hecho su trabajo, ha continuado avanzando en la preparación de todas las opciones posibles de ruptura, aunque esto no haya sido tan visible, por razones obvias. También se pudo formar gobierno, aunque fuera con el precio de la retirada de Mas, y se superó la cuestión de confianza de Puigdemont. De hecho, la elección de Puigdemont ha sido muy positiva para todo el proceso y, en este sentido, ha significado una renovación del liderazgo del proceso. El precio ha sido alto, pero positivo. Por tanto, diría que, sin unos resultados espectaculares, se ha avanzado de manera decidida.

En cuanto a las debilidades, sí que ha habido algunos titubeos en el liderazgo de la sociedad civil y ha tenido dificultades para encontrar su espacio, o mantenerlo. Una vez que la iniciativa política ha pasado a manos del gobierno, a la sociedad civil le ha sido difícil de saber cuál era su papel, ha entrado en terrenos que eran más propios del gobierno y en determinados momentos no ha sabido conectar con la sociedad.

Por otra parte, la inclusión del referéndum en la hoja de ruta me parece una pérdida de tiempo. La primera entrada del referéndum, en verano, cuando la ANC y la CUP, con una especie de sintonía, pactada o no, forzaron este acuerdo. Lo introdujeron para buscar un acuerdo más amplio, que ahora se ha concretado con el pacto de la semana pasada. Yo creo que es jugar a hacer el político con un punto de ingenuidad, porque nadie sabe qué pasará. Debemos estar abiertos y dispuestos a que se presente cualquier posibilidad. No sabemos si podremos comenzar con un referéndum o vendrá después, si habrá una ruptura producida por una decisión extrema de España y que no deje tiempo a hacer referéndums… Creo que son juegos estratégicos para enganchar a unos cuantos comunes. No quiero ser pesimista, pero no creo que esta sea la estrategia, porque se traslada la iniciativa a los liderazgos políticos, y debería ser la sociedad civil la que continuara haciendo hincapié en la movilización ciudadana al margen de los partidos.

 

-¿Piensa que 2017 será el año de la independencia? ¿Se atreve a poner una fecha?

-No, No. Será el año de la ruptura, no de la independencia. Una cosa es romper con el Estado y que entramos en un período de indefinición, un periodo en el que habrá dos realidades simultáneas, dos legalidades, habrá incertidumbre, habrá gente que no sabrá a quién pagar los impuestos, a qué juez hacer caso… Pero la resolución, el año de la independencia, no lo sé decir. Podría ser 2017, pero estos procesos son largos porque necesitas que te reconozcan internacionalmente; hay que consolidar la capacidad de coerción del nuevo Estado para que la gente haga caso y estabilizar el nuevo mapa político, que no lo tendremos aún, y se tendrá que hacer una nueva constitución… Todo esto requiere tiempo, son meses de trabajo, hasta que no podamos tener la nueva constitución y el primer gobierno de la república catalana. Pensar que en 2017 seremos independientes me parece iluso. Yendo muy bien, será en 2018.

 

-¿Cómo cree que avanzará el proceso hacia el referéndum en 2017?

-En cuanto al proceso, durante 2017, no tengo claro qué pasará porque no sé qué hará el adversario. Creo que nosotros lo tenemos todo a punto, tenemos una hoja de ruta muy bien dibujada. Efectivamente, un referéndum me parece una manera muy civilizada de empezar, con una ley de desconexión que sólo aplique la parte que permita hacer el referéndum para que, si se gana, entonces aplique todo lo demás.

Pero todo este trayecto dependerá de que haga el Estado español, porque yo no creo que nos deje llegar tan tranquilamente al referéndum. Y, por tanto, si no nos dejan llegar, habrá que ver qué es capaz de hacer el Estado español, cuál es la reacción internacional ante este movimiento y qué hacemos nosotros, cómo reaccionamos. No sólo el gobierno, sino la ciudadanía, y si somos capaces de salir a la calle.

Por lo tanto, me imagino una primavera cada vez más tensa. Y en algún momento, antes de llegar al referéndum o justo en el momento de querer convocarlo o aprobar las leyes de desconexión, una reacción fuerte por parte del Estado. Pero no sé en qué grado y cómo reaccionaremos. Para mí, este es el punto en el que no hay nadie con dos dedos de frente que pueda hacer una previsión de qué pasará.

 

Teresa Forcades (Médica, teóloga y monja benedictina)

‘Nos llenamos la boca de democracia participativa mientras dejamos perder oportunidades reales de articularla’

 

-¿Qué balance hace de 2016? ¿Se ha avanzado o se ha retrocedido? ¿Por qué?

-Para hacer un balance de 2016 en clave de proceso, me fijaré en tres dimensiones que me parecen fundamentales: la iniciativa institucional, la participación popular y la justicia social. En cuanto a la iniciativa institucional, tras la victoria independentista del 27-S y la contundente resolución 1/XI del 9-N de 2015, en 2016 comenzó con la crisis ‘Mas o marzo’ y continuó con la no aprobación del presupuesto. La primera mitad del año no podemos decir que fuera muy buena. La segunda comenzó con la aprobación en pleno parlamentario de las conclusiones de la comisión de estudio por el proceso constituyente (el 27 de julio) y, tras el ‘impasse’ de agosto, valoro muy positivamente, como un verdadero punto de inflexión, la opción clara por el referéndum a toda costa y los pasos que se hacen desde entonces: desbloqueo del presupuesto, cumbre por el referéndum y, noticia de última hora, la ley de transitoriedad.

Las dos elecciones en el estado (20-D y 26-J) parece que han cerrado por el momento la alternativa del referéndum pactado. Si fijarse en la iniciativa institucional fuera todo lo que sería necesario para valorar el proceso, mi valoración sería a estas alturas bastante positiva. Pero no basta con la iniciativa institucional.

En cuanto a la participación popular, a pesar de algunos malos augurios, el 11-S de 2016 mostró que la movilización popular se mantiene viva y sigue siendo el motor del proceso y lo que le da legitimidad. Ahora bien, hay un problema. La hoja de ruta aprobada por el parlamento el 27 de julio preveía un proceso constituyente en tres fases: la primera de participación ciudadana; la segunda de desconexión, más mecanismo democrático de autodeterminación -no precisaba si sería el referéndum o la DUI-, más elecciones constituyentes, más redacción de la constitución; y la tercera era el referéndum para aprobar la nueva constitución. ¿Qué se ha hecho, ahora, del proceso constituyente?

¿Qué diablos se ha hecho de la participación popular decisoria (no sólo festiva, no sólo de acompañamiento de las instituciones)? ¿Haremos una transición ‘desde arriba’, estilo año 78, para luego lamentarnos de la oportunidad perdida? Aquí radica, en mi opinión, el punto débil del proceso hasta ahora: nos llenamos la boca de democracia participativa mientras dejamos perder las oportunidades reales de articular de manera efectiva. Después de hacer notar -con razón- que el gobierno central tiene miedo de la democracia porque no nos deja votar, cada uno de nosotros se puede hacer a sí mismo la pregunta: ¿Y yo? ¿Creo en la democracia? ¿Qué es para mí la democracia? ¿Qué significa para mí ‘gobierno del pueblo’? ¿Es ir a votar cada cuatro años y dejar que los representantes electos decidan por mí? ¿Quiero que esto funcione así en la nueva República Catalana?

¿Es salir a la calle para exigir a los representantes electos que tengan en cuenta lo que considero justo y para defenderlos cuando los atacan? ¿Quiero dar todo el poder a los representantes electos o bien quiero retener mecanismos eficaces de soberanía popular? ¿Hay países europeos que tengan estos mecanismos? ¿Hay países europeos que pueden vetar las leyes que hace su parlamento si son impopulares -como la ley mordaza o que los ricos paguen comparativamente menos impuestos que las personas de renta modesta-? ¿Hay países europeos que pueden revocar en un referéndum popular los cargos electos si incumplen las promesas electorales? ¿Hay países europeos que tengan iniciativas legislativas populares que, en caso de que el parlamento no las apruebe -por ejemplo, la ILP de los transgénicos, o la ILP que hizo la PAH sobre la dación en pago- deban someterse a referéndum popular?

Y, finalmente, ¿he oído hablar de la democracia deliberativa? ¿Qué es? ¿La podríamos aplicar en Cataluña? Sólo articulando de manera efectiva el poder popular tenemos la posibilidad de construir este país mejor que deseamos. No estaríamos donde estamos sin un poder popular que no se ha contentado con ir a remolque de las instituciones. No nos lo dejemos perder.

Finalmente, con respecto a la justicia social, según el último informe de Oxfam internacional, en Europa hay, hoy, 123 millones de pobres, de los que 50 millones están en la miseria y de los que 8 millones y medio son pobres a pesar de tener un trabajo a jornada completa, sueldos de miseria. La cuarta parte de los europeos -123 millones- son pobres, mientras el número de multimillonarios europeos aumenta. También en Cataluña, estos últimos años, va aumentando la pobreza y aumentando al mismo tiempo el índice de Gini que mide la distancia entre ricos y pobres.

El economista francés Thomas Piketty, que no es precisamente de la extrema izquierda, advierte que la desigualdad mundial es tan grande que es incompatible con la democracia. Y el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz le da la razón. El papa Francisco dice que el capitalismo mata y la doctrina social de la Iglesia dice que nadie tiene el derecho de acumular lo que no necesita mientras a su lado hay quienes malviven en la pobreza. Cáritas de Barcelona nos advierte de que la nueva pobreza generada por la crisis se ha cronificado en nuestro país. Estos son los problemas que necesitamos resolver si queremos un país mejor. Si el 1% posee hoy más bienes que el 99%, ¿por qué nos da miedo de oír hablar de ‘redistribuir la riqueza’?

El proceso hacia la independencia tiene un potencial enorme de dirigir estos gravísimos problemas de fondo. Un potencial que no será ni mucho menos el mismo una vez hayamos aprobado una constitución nueva porque, aunque la hagamos abierta y que se pueda modificar, ¿qué sentido tendría aprobarla para cuestionarla al cabo de un año? ¿No vale más que la hagamos bien ya de entrada? ¿Qué nos impide aplicar el proceso de participación popular que aprobó el parlamento el 27 de julio? Y después de haber debatido a las convenciones constituyentes, ¿qué nos impide hacer un multireferèndum para dejar clara cuál es la voluntad mayoritaria sobre las cuestiones más importantes? ¿Queremos que los ricos paguen más impuestos, sí o no?

Si dejamos a los representantes electos todo el poder, los grupos de presión harán como han hecho hasta ahora su trabajo y nos podemos encontrar con una nueva constitución que no toque la desigualdad. Y, si nos pasa esto, quien se atreverá, después de tanto trabajo, a decir ‘¡ah, no, yo no voto esta constitución que no mejora la justicia social!’? ¿No es crucial que nos prevengamos?

 

-¿Piensa que 2017 será el año de la independencia? ¿Se atreve a poner una fecha?

-Yo en el calendario tengo marcada la segunda quincena de septiembre desde que lo anunció el presidente Puigdemont. No creo que se avance y lamentaría mucho que se retrasara.

 

-¿Cómo intuye que avanzará el proceso durante 2017?

-Si no hay una respuesta popular contundente, creo que se irán cerrando las oportunidades de hacer una verdadera participación popular y creo que después, cuando sea demasiado tarde, lo lamentaremos.

 

 

Héctor López Bofill (doctor en derecho y profesor de la UPF)

‘Veo muy claro que en 2017 no habrá referéndum’

 

-¿Qué balance hace de 2016? ¿Se ha avanzado o se ha retrocedido? ¿Por qué?

-No hemos avanzado porque de alguna manera se ha puesto en cuestión la hoja de ruta hacia la independencia con que Juntos por el Sí se presentó a las elecciones del 27-S. Entonces, estamos donde estábamos. Incluso diría que en esencia estamos en una fase anterior.

Con el 9 de noviembre de 2014 se constata que no se puede hacer un referéndum sobre la independencia en el marco del Estado español, se plantean unas elecciones plebiscitarias en que se establece una hoja de ruta clarísimamente unilateral, rupturista y que pivota entorno de una declaración de independencia, aunque no le llamen declaración. Y durante este 2016 hemos visto que esta hoja de ruta ha sido modificado y básicamente ha sufrido, en mi opinión, contradicciones consecuencia de la necesidad de los votos de la CUP. Primero con el cambio de la presidencia de la Generalitat y luego con la no aprobación del presupuesto. Y finalmente con la obligación del referéndum para que Puigdemont superara la cuestión de confianza. Por lo tanto, impusieron una modificación de la hoja de ruta de Juntos por el Sí.

A consecuencia de las desavenencias entre Juntos por el Sí y la CUP, tampoco se ha avanzado en las estructuras de Estado, que es lo más importante en un proceso de secesión. Básicamente en dos temas, en construcción de soberanía fiscal y en construcción de estructuras de defensa y seguridad.

 

-¿Piensa que 2017 será el año de la independencia? ¿Se atreve a poner una fecha?

-Yo creo que no. La independencia se materializará más tarde. Algo que sí tengo muy claro es que no habrá referéndum. A consecuencia de la represión del Estado español, sí se podría precipitar un movimiento que llevara a la independencia. Por eso no puedo decir tan taxativamente que no habrá independencia en 2017, como sí digo que no habrá referéndum.

Creo que el referéndum sólo podría ser unilateral y en el momento en que se planteara, los comunes no lo apoyarían. Este es otro indicador que me hace pensar que no habrá referéndum. El otro indicador son las resoluciones del TC que lo suspenden todo. Necesitas una infraestructura de gente dispuesta a desobedecer las sentencias del alto tribunal y, por tanto, sujetarse a un proceso penal que pueda tener como consecuencias la inhabilitación. Y yo no veo un grueso de 400 o 500 funcionarios de la Generalitat de Cataluña, entre ellos los Mossos de escuadra, dispuestos a hacer eso.

Poner una fecha a la independencia, es decir, al reconocimiento formal por parte de un número importante de estados, es muy complicado. No me atrevo, pero sí me puedo aventurar a poner una fecha a una declaración de independencia que podríamos situar entre 2018 y 2019.

 

-¿Cómo intuye que avanzará el proceso durante 2017?

-La represión del referéndum podría volver a resucitar la declaración unilateral. En cualquier caso, el conflicto con el Estado será más punzante y el avance en el proceso dependerá de la capacidad de las instituciones catalanas de tomar el control fáctico de la situación.

 

 

Elisenda Paluzie (doctora en economía y profesora de la UB)

‘En 2017 tenemos una segunda oportunidad para la independencia’

 

-¿Qué balance hace de 2016? ¿Se ha avanzado o se ha retrocedido? ¿Por qué?

-En 2016 se ha avanzado porque, contra todo pronóstico, el referéndum sobre la independencia que parecía haber sido abandonado en las hojas de ruta de los partidos y coaliciones independentistas ha vuelto. En este sentido, ha permitido a la mayoría independentista salir del callejón sin salida de las elecciones llamadas plebiscitarias, que fueron un sustitutivo imperfecto de un verdadero referéndum. Pero lo más importante es que el referéndum garantizará que la soberanía se ejerza. No sólo declararla en el parlamento, sin hacerla efectiva al día siguiente, que es lo que hemos hecho hasta ahora, y que teníamos el riesgo de continuar haciendo si no se hubiera introducido el referéndum en la hoja de ruta.

En los primeros seis meses del 2016 parecíamos encaminados a aprobar unas leyes de ruptura en el parlamento, que serían suspendidas inmediatamente por el Constitucional, que no haríamos efectivas, y que serían el argumento para convocar unas elecciones otra vez. Hacer elecciones cada dos años sólo aplaza el problema y la decisión, que no es nada fácil.

Tenemos delante un muro muy difícil de franquear: un Estado español hostil a la plurinacionalidad, que niega la existencia de naciones como Cataluña y por tanto niega la posibilidad de que estas naciones puedan ser un sujeto político con capacidad de decidir. Para saltar este muro hay que concentrar nuestras fuerzas: en lo que más nos une, un referéndum, es decir, la voluntad del pueblo de tomar la decisión, de reconocerse como sujeto político. Esta voluntad es muy, muy mayoritaria en la sociedad catalana. Por eso y porque también es más comprensible internacionalmente hay que hacer pivotar la ruptura aquí.

 

-¿Piensa que 2017 será el año de la independencia? ¿Se atreve a poner una fecha?

-En 2017 tenemos una segunda oportunidad para la independencia. En 2013-2014 tuvimos una, que desaprovechamos. Era una buena oportunidad porque habíamos cogido por sorpresa al unionismo. No había tenido tiempo de organizarse, y en cambio el movimiento social por la independencia era fuerte y muy ilusionado. Las encuestas indican que en aquel momento alcanzó un máximo en el apoyo a la independencia. Pero también es cierto que la mayoría soberanista en el parlamento no estaba seguramente lo bastante madura. Se había encontrado en una situación en 2012 que quiso capitalizar anticipando las elecciones sin haber hecho el trabajo previo de aclararse. Difícilmente, un gobierno con consejeros y consejeras no independentistas y con un programa electoral (el de la extinta coalición CiU) pleno de ambigüedades nos podía llevar a la independencia.

Ahora hay cosas que han mejorado. Nunca habíamos tenido un presidente de la Generalitat que hablara tan claro. Parece que por fin el Departamento de Economía se han puesto a trabajar (y no sólo estudios) sobre la hacienda propia. Los programas electorales tanto de Juntos por el Sí como de la CUP en las elecciones del 27-S eran explícitamente independentistas, y por tanto la mayoría que hay ahora en el parlamento es explícita y claramente independentista.

Pero, en cambio, el tiempo en otras cuestiones nos ha jugado un poco en contra. Hemos dado muchas pistas al Estado y por lo tanto también le hemos dado más herramientas y más tiempo para obstaculizarnos. El Estado ha comenzado una guerra de desgaste e imputaciones donde se encuentra fuerte, es su terreno. No veo claro que esto nos favorezca mucho a nosotros, contrariamente a lo que opinan muchos independentistas. No veo claro que ser víctimas sea lo que más nos convenga, aunque nos reconforte. Creo que fue un error empezar la legislatura con una declaración de inicio de la independencia, y no lo atribuyo a la CUP porque Juntos por el Sí también la llevaba al programa, y también estaba en los informes del CATN. A finales de 2014, después del 9-N, cuando parecía que todo el mundo había abandonado la idea del referéndum, escribí un artículo sobre la DUE donde advertía del riesgo de hacer una DUI en dos tiempos, porque dábamos la oportunidad al Estado de obstaculizar nuestras acciones.

 

-¿Cómo cree que avanzará el proceso hacia el referéndum durante 2017?

-A veces parece que nuestras acciones sean reacciones a las suyas (declaraciones en los juzgados, encausamientos, detenciones). Nuestro calendario debemos marcar nosotros sin ir a remolque. En este sentido, me siento más cómoda iniciando la campaña por el sí (lo he hecho con Demócratas por Sí y con Izquierdas por la Independencia), aunque, como es obvio, cualquier encausado por el proceso independentista debe contar con todo el apoyo y calor que sea posible darle.

Pero no debemos desviarnos de nuestro objetivo. Lo conseguiremos por nosotros mismos, ejerciendo la soberanía y ganando un referéndum en positivo, siendo capaces de convencer a la mayoría de esta sociedad que la mejor alternativa para su bienestar, progreso material, cultural, y social es la independencia y haciendo que los dos tercios que dicen estar dispuestos a ir a votar aunque el referéndum sea unilateral lo hagan el día en que sean convocados.

 

 

Ferran Requejo (doctor en filosofía y catedrático de ciencia política de la UPF)

‘El referéndum pactado con lógica española es imposible: eso no pasará nunca y los actores lo saben’

 

-¿Qué balance hace de 2016? ¿Se ha avanzado o se ha retrocedido?

-Las dos cosas. Se ha avanzado en algunos aspectos. Lo más importante, que a consecuencia de las elecciones del 27-S por primera vez en la historia de Cataluña hay una mayoría parlamentaria independentista. Esto no había pasado nunca. Sin embargo, y paradójicamente, se ha perdido tiempo durante casi un año: de octubre de 2015 hasta septiembre de 2016. Primero, las dificultades para formar gobierno, tras las dificultades para hacer un pacto estable de gobierno y la no aprobación del presupuesto. Durante todo este tiempo no hemos aprovechado la interinidad del gobierno español. Internamente ha habido demasiado disonancias y poca confianza entre los actores del gobierno y los grupos del parlamento partidarios de la independencia.

 

-¿Piensa que en 2017 será el año de la independencia? ¿Se atreve a poner una fecha?

-¡Uy! Un analista que pone fechas de futuro significa que analiza mal la realidad. No me pronuncio porque no lo sabe nadie. Pero todo apunta a que no y el proceso es más largo que este plazo. Claro que a veces las cosas se aceleran y creo que se deben hacer políticas para que todo esto se acelere. Ahora, que 2017 sea el gran año de la independencia de Cataluña, de entrada no lo veo claro.

 

-¿Cómo cree que avanzará el proceso hacia el referéndum durante 2017?

-Si pensamos en la posibilidad del referéndum pactado -Pacto Nacional por el referéndum-, que es el último acuerdo, con lógica española es imposible: eso no pasará nunca y los actores lo saben. Por lo tanto, la única salida sería una estrategia en la que intervinieran en un momento determinado actores europeos e internacionales y forzaran al gobierno español a pactar. Creo que las políticas que se han hecho desde Cataluña para que esto ocurra son muy insuficientes. Otra cosa es si no se puede hacer nada más.

Debemos tener claro que intervendrán cuando Cataluña se convierta en un problema europeo y actualmente sólo es un problema español. La solución depende de hacer presión, tanto desde las instituciones como desde la sociedad. Si no se va por aquí, la estrategia del referéndum pactado tiene un recorrido muy corto. No te lo dejarán hacer con la legislación española, como el 9-N, porque no te dejarán ni poner las urnas. Y tampoco sería una buena opción hacer una convocatoria de elecciones porque si se convocan elecciones sería como la constatación de una imposibilidad inoperante. Sería como ‘El día de la marmota’ y un reconocimiento de que no se es capaz de hacer nada más. Esto se debe evitar.

Entonces creo que inevitablemente se debería procurar hacer bien las estructuras de Estado, hacer una proclamación de independencia y seguidamente, en el mismo momento, aprobar las leyes de desconexión. Se debe hacer de golpe. Entonces la pregunta es si has de convocar o no el referéndum, pero sería una convocatoria de ratificación porque la independencia ya la tienes fácticamente. Entonces debes procurar ser el poder fáctico en tu territorio, aunque de entrada no te reconozca nadie. Ya te reconocerán después si triunfas y eres capaz de aguantarlo. Pero cuando te la juegas tienes que estar muy bien preparado y eso no se improvisa, se tendrán muchas cosas preparadas. Las estructuras de Estado se van preparando. Sobre los planes de acción del gobierno en posibilidades diferentes, no sé, no tengo noticias. Así es como veo la película.

VILAWEB