Quien se atreva a precintar nada arriesga a ser detenido

La impotencia que siente esta gente es gigantesca. Tan sólo hay que ver qué dicen estos días en las columnas, en las tertulias y en las redes. Están desesperados. Contaban qué haríamos de catalanes y les hemos sorprendido. Quiero decir que contaban que los independentistas no se pondrían de acuerdo en el presupuesto y que la legislatura iría a freir espárragos y el referéndum, también. Pero la CUP ha hecho pasar por delante de su coherencia absoluta la oportunidad histórica de hacer un referéndum. Y eso les ha cogido desprevenidos. Seguramente lo que pasó con la investidura de Artur Mas y con el anterior intento de presupuesto había hecho que se reflexionasen. Pero ya dicen a que la tercera va la vencida…

Como decíamos, la impotencia que sienten en Madrid los oligarcas españoles y todos los siervos de la corte es descomunal. No saben cómo detener la democracia catalana. Es muy complicado parar un proceso netamente democrático y pacífico en el año 2017 en el corazón de Europa. Tenemos todas las herramientas comunicativas para hacer llegar un mensaje a cualquier rincón del mundo. Y eso les pone muy nerviosos.

Especialmente nerviosos les ha puesto la combinación del acto de Bruselas con Puigdemont, Junqueras y Romeva y, cuatro días más tarde el anuncio de la CUP. Podríamos decir que la semana pasada quedará escrita en el capítulo de historia de lo que condujo a la independencia como una semana negra para el Estado español. Proyección internacional y acuerdo interno es la combinación perfecta. La pesadilla que no deja dormir al antiguo régimen español.

Ahora hará falta no dar nuevas esperanzas a la oligarquía española, que ve peligrar el negocio secular de parasitar a los Países Catalanes. Sería bueno que ni los unos ni los otros dieran más razones para la discordia. Y hay que ser conscientes de que el Estado español, a pesar de haber menospreciado hasta ahora la capacidad del independentismo, no dudará y no le temblará la mano a la hora de reprimir con contundencia. La oligarquía española se siente ahora mismo como una rata atrapada y sin salida. Y ya sabemos que las ratas, cuando se encuentran acorraladas, saltan al cuello.

De momento, las primeras declaraciones de intenciones son cosas tan divertidas y ridículas como esta idea de precintar colegios electorales. Primero, no tienen la capacidad de cerrar todos los colegios electorales en una noche y dejar dispositivos de vigilancia. Segundo, en Cataluña tenemos tijeras en cada casa. Hace ya muchos años que no hacemos caso de la orden de los decretos de Nueva Planta que nos prohibía tener cuchillos en casa o que nos obligaba a tenerlos atados a la mesa. Y tercero (y más importante), el día del referéndum quienes se encontrará fuera de la ley serán los agentes que obedezcan instrucciones españolas. Por tanto, aquellos aventureros que se atrevan a presentarse con rollos de precinto en nuestros colegios electorales se arriesgan a ser detenidos por alteración del orden público, de acuerdo con la nueva legalidad aprobada por el Parlamento de Cataluña.

La única oportunidad que tienen de tocar las narices es actuar preventivamente. Y, claro, después de haber pasado los últimos cinco años con esta cantinela de ‘cumplir y hacer cumplir la ley’, ahora les será complicado de desobedecerla a la descarada. Y no digo que no lo hagan. Ya hemos visto que son capaces de encarcelar a independentistas vascos seis años sin ninguna prueba delictiva. Pero es evidente que aquí les resultará más cuesta arriba, por la ausencia de violencia (por nuestra parte) y porque el clamor del pueblo catalán es ‘queremos votar’.

Sí. Lo tienen crudo, y eso aún les inquieta más. Y un animal nervioso o herido es más peligroso. No me extrañaría que ahora al Estado español se le escapasen de las manos las medidas represivas. La solidez democrática del proyecto español es un espejismo construido a golpe de Unión Europea. Y no veo nada claro si esta oligarquía española que lo controla todo tendrá la tentación de poner en riesgo la pertenencia a la UE, si es necesario, a cambio de evitar la pérdida de la gran teta catalana. Una mama que les pertenece, según ellos, por derecho de conquista. Una represión violenta les dejaría fuera de los patrones que puede aceptar la UE dentro de sus fronteras (ya sabemos que fuera de las fronteras acepta cosas como Turquía…).

En adelante, ya veremos cómo evoluciona el choque entre el autoritarismo español y la democracia catalana. La aprobación del presupuesto era el último (eso esperamos) obstáculo que había que esquivar antes de ir de cabeza al referéndum. La aprobación de la ley de transitoriedad será el momento de la verdad. Si se llega a ella, ya estaremos en la fase de la nueva legalidad catalana. Y entonces, si somos coherentes y consecuentes, ya podrán venir diciendo misa. Y este me parece que es el hecho fundamental. Tener claro que, una vez aprobada esta ley, ya no haremos caso de sus tribunales ni de sus fuerzas de orden. Ese día, la desobediencia cambiará de bando, como ya lo han hecho los nervios y el miedo.

VILAWEB