Las ocho lecciones que nos dejó Muriel Casals

El expresidenta de Òmnium y exdiputada de Juntos por el Sí murió hoy hace un año

Hoy hace un año de la muerte de Muriel Casals, tras el accidente que sufrió cuando cruzaba una calle de Barcelona y una bicicleta la embistió. Tenía setenta años y acababa de estrenar vida parlamentaria, en la aventura política de Juntos por el Sí. Casals, presidenta de Òmnium desde marzo de 2010, había encarnado como nadie la revuelta de las sonrisas que llevaba a Cataluña a la puerta de la independencia. Junto a Carme Forcadell, presidenta de la ANC, había sido la cara pública de un movimiento ciudadano que hace un año irrumpía en las instituciones políticas. Cuando aceptó ocupar la tercera posición de la lista de JxSí, cedió la presidencia de Òmnium a Quim Torra, después de cinco años que dieron un aire nuevo a la entidad.

Con su presidencia, el Òmnium se renovó -siguiendo el trabajo emprendido por Jordi Portabella y evolucionó hacia la defensa de posiciones más abiertamente soberanistas y, definitivamente, encabezando el movimiento independentista. Esta evolución fue acompañada de un discurso y de un programa ideológico que no se entendería sin su liderazgo. La Muriel -como le llamaba todo el mundo de su entorno y de la gran familia soberanista- supo incorporar al discurso independentista una serie de criterios, conceptos, valores y consignas que hoy todavía son útiles en el camino hacia la libertad y hacia la construcción de una sociedad más justa.

 

A favor y para todos

«La causa de la independencia de Cataluña no es contra nada ni contra nadie. Es a favor de una vida mejor para todos».

Uno de los avances destacados del movimiento independentista es haber incorporado estos últimos años una actitud positiva y propositiva que quizá no siempre se había impuesto en épocas anteriores. En esta frase, Muriel Casals recuerda que la independencia es a favor de los catalanes y no contra España ni, mucho menos, los españoles. Y añade una consideración que no es ningún detalle insignificante sino una constante en su discurso público: que la independencia debe beneficiar a todos, piense lo que piense y vote lo que vote.

 

La causa de la democracia

«Estamos aquí para hacer conocer nuestra causa, que es la causa de Cataluña y también, sobre todo, la causa de la democracia».

Muriel Casals decantó mucho su discurso y, por tanto, el de la entidad que presidía, y el del movimiento social que encabezaba junto con Forcadell, hacia una defensa de las posiciones democráticas por encima de cualquier otra consideración. Las palabras que dirigía a cualquier auditorio que la escuchara iban siempre cargadas de reivindicación democrática. La causa del movimiento independentista iba inevitablemente ligada a la democracia. Evidentemente, la violencia no tenía ningún espacio en la lucha del soberanismo. Pero, para ella, había que situar el combate con el Estado español en el terreno de la defensa de la democracia.

 

Autoconfianza

«No estamos aquí para buscar un sueño, nosotros somos el sueño. Esta es nuestra fuerza».

«Nuestra aportación al patrimonio universal es significativa; hay una huella catalana en la cultura europea y eso nos debe enorgullecer»

«Hemos estado en situaciones mucho más difíciles durante nuestra historia y las hemos remontado. Este obstáculo [la negativa de la CUP a investir a Mas] también la remontaremos, porque nunca hemos estado tan cerca de lograr el objetivo de la independencia. No hemos tenido un grueso tan importante de gente, gente de izquierdas, y de centro y de derecha, compartiendo este deseo. Ahora hemos recibido un golpe, pero nos reharemos. Si estamos muy tristes, pensemos cómo se debía sentir la gente en 1939. Esto no es nada al lado de aquello».

Estas tres reflexiones coinciden en una cuestión que Muriel Casals no se cansaba de repetir: el éxito depende de los catalanes. La primera frase, pronunciada en el famoso discurso del concierto del Camp Nou en junio de 2013, es una de las que seguramente quedarán fijadas al lado del nombre de Muriel. Tiene la virtud de condensar en pocas palabras esta idea repetida en su discurso público: el pueblo, la gente, las personas… son el centro de este proyecto y todo depende de su voluntad. Esta idea de autoconfianza, acompañada del hecho de sentirse orgullosos de la huella universal y de la capacidad de sobreponerse histórica de los catalanes, consolida uno de los elementos centrales del pensamiento de la expresidenta de Òmnium.

 

La política necesaria

«Yo defiendo los partidos; soy de una época en que los partidos estaban prohibidos y eso sí que era malo. Los partidos políticos, con todas las imperfecciones, son instrumentos de la democracia absolutamente necesarios. Les tengo un gran respeto. »

Muriel Casals era una defensora del prestigio de la política. Encontraba muy peligroso el discurso cada vez más habitual de meter a todos los políticos y a los partidos en el mismo saco de la corrupción y la ambición particular. Lo explicaba así: ‘desprestigiar la política es peligroso, es un camino que puede llevar al fascismo. A veces olvidamos que la palabra «partido» quiere decir «troceado», «roto». Demasiadas veces un partido no quiere ser un trozo, quiere serlo todo, y en la medida que lo quiere ser todo se difumina y desanima a los posibles seguidores y votantes. Pero si de verdad cada uno cogiera el trozo de ideología que le toca y el trozo de problemas sociales que le corresponde y con ello hace debate con los otros, que son diferentes, el resultado sería bueno. Esto es el modelo de sociedad democrático’.

 

Escuchar es fundamental

«Escuchemos, que somos de todos»

Con esta frase tan sencilla Muriel Casals decía muchas cosas. De entrada, ponía la acción de escuchar como una prioridad de las personas con responsabilidades políticas o cívicas. Hartos de los liderazgos que sólo se preocupan de vomitar el discurso prefabricado en casa, los ciudadanos son para Muriel Casals una fuente de aprendizaje. Lo explicaba en los cientos de actos que hacía cada año por todo el país. Y lo justificaba así: ‘Esto de escuchar va un poco con el trabajo. Tengo una buena escuela política, que fue el PSUC, que en la época de la resistencia estaba en todas partes y se adaptaba para ir dando pasitos muy pequeños. Las ideas buenas están muy repartidas por el mundo; no son buenas únicamente las tuyas. Hablando con la gente se aprende mucho. A veces hay que aguantar retahílas un poco pesadas. Hay ideas buenas y las hay que descubren el Mediterráneo. Para encontrar una idea buena tienes que escuchar muchas’.

 

Firmeza de forma suave

«Seremos invulnerables si estamos juntos, no hay tribunal que nos tumbe».

«La libertad no es negociable».

Con frases como éstas, dichas con la suavidad de su voz y de su puesto, Muriel Casals podría ser descrita con el clásico ‘puño de hierro con guante de seda’. Todos los que la trataron de cerca lo certifican. Su convicción y su decisión eran muy fuertes, aunque no perdía casi nunca aquel gesto sereno y reposado, ni la sonrisa que se convirtió en un símbolo de la revuelta. Casals podía decir cosas muy contundentes sin inquietar a nadie. Y ésta también es una de las lecciones que dejó: la firmeza no va reñida con la serenidad. Es decir, el independentismo debe avanzar decididamente sin perder nunca la compostura.

 

Feminismo ‘matizado’

«Los derechos de las mujeres están muy bien reivindicados y ahora toca ejercerlos».

Que el independentismo cívico fuera liderado simultáneamente por dos mujeres es una cuestión que Muriel Casals tuvo que valorar ‘quién-sabe-las-veces’ en las muchas entrevistas que le hicieron. Era una mujer de sentido práctico y, más allá de los discursos, quería que la igualdad se concretara en hechos. Además, reconocía que no había militado nunca en el feminismo: ‘Porque tal vez cuando era joven existía aquella proposición antihombre. Pero yo no me sentía identificada porque -y no quisiera que pareciera una frase grotesca- a mí me gustan los hombres, en todos los sentidos. Más que hablar de hombres y de mujeres me gusta hablar de actitudes más femeninas o masculinas’. En sus respuestas, Casals decía que se apuntaba al feminismo ‘con matices’.

 

Reivindicar la nación entera

«Por desgracia, la división autonómica del Estado ha sacralizado unas fronteras internas falsas. […] Lo que es realmente contraproducente, un suicidio cultural, es nuestra dispersión. Y es necesario que todos entendamos, reivindiquemos y vivamos desde la normalidad que una lengua es también un espacio cultural».

En el acto de entrega del Premio de Honor de las Letras Catalanas al padre Massot, en 2012, Muriel Casals hizo un discurso claro y sin fisuras sobre la realidad nacional de los Países Catalanes. Reivindicó el vínculo, por historia, lengua y cultura, de la nación que va de Salses a Guardamar y de Fraga a Maó, y toda la tradición literaria y cultural común. En el periodo de presidencia de Òmnium, Casals profundizó las relaciones con las entidades hermanas, OCB y Acción Cultural del País Valencià. Terminó aquel discurso dedicado al padre Massot con una expresión de Joan Fuster, a quien también quiso reivindicar sonoramente: ‘¡A quién le pique, que se rasque!’.

VILAWEB