Isabel-Clara Simó: ‘No estoy convencida del proceso, no estoy convencida de los medios, no estoy convencida del resultado’

Entrevista a la escritora de Alcoi, que acaba de recibir el Premio de Honor de las Letras Catalanas

Entrevistamos a Isabel-Clara Simó en el Hotel Astoria de Valencia. Dice que es la primera vez que se aloja sin su hombre, Xavier Dalfó, y que escuece un poco. Las ausencias escuecen. Y hunden. Confiesa que ha pasado muchos meses de un bloqueo que ahora empieza a romper con el inicio de una novela juvenil que le encomendó Gemma Pascual, y ahora también parece que ya tiene una novela para adultos que va cristalizando. Es este poder que tienen las palabras que abren y que cierran puertas. Que atascan y desatascan. Antes no concebía un día sin escribir. Era un día perdido, dice. Y por eso ha publicado tanto. Y mientras se desbloquea y cristalizan las ideas, vacía la casa. La casa tan grande y tan llena de ausencia de l’Ametlla. Descubre algunos pequeños placeres de la soledad aunque todavía no se ha puesto ante los fogones para guisar, tan buena como era cocinando. Todo esto lo vive hacia dentro, porque hacia fuera, Simó sonríe y exhibe la fuerza y la vitalidad que la caracterizan. Todavía resonaban las palabras que pronunció en el acto de recepción del Premio de Honor de las Letras Catalanas, y esa misma noche, en el Octubre CCC de Valencia, las volvió a pronunciar. Incluso con más fuerza. Más convencida. Está en casa. Valencia le hace un homenaje. Es la sexta mujer que ha recibido este premio que ella recibe casi como una hecho biológico. En la entrevista repasamos su vertiente más política y comprometida, pero también hablamos de sentimientos y de literatura y de un mandarinato que dice éste vale y éste no, y si eres mujer y eres de fuera de Cataluña, estás de sobra. Y de los recuerdos y de las ausencias que escuecen, que van por dentro.

 

 

– ¿Tenía previsto hacer un discurso tan político en el acto de entrega del Premio de Honor de las Letras Catalanas?

– A medias. Me hice un poco de guión porque a mi edad, a veces pierdo el hilo de la memoria. Me gusta improvisar y sí tenía pensado lo que tenía que decir. Avisé a todos que haría un mitin. El premio no es sólo por la parte literaria sino por la parte cívica. Y hice algo un poco peligroso, porque en el fondo les decía: ¿os lo habéis pensado bien? ‘Sapere aude’ (‘atrévete a saber’), investigad qué deseais, ¿cómo se sale de aquí?

 

– ¿Hay salida?

– Depende de a dónde queramos ir. Puede ser una salida hacia adentro y, por tanto, la destrucción de nosotros mismos, la resignación. Pero, ¿cómo conseguimos el voto para las mujeres? Íbamos contra todas las legislaciones. Y cuando los chicos de todo el Estado español lograron escaparse de la mili se la jugaron y lo consiguieron. Y la mili es la constitución. Por tanto, si un pueblo quiere algo… Mi problema es que no estoy segura de que lo queramos. Mi problema es que si conseguimos el referéndum, que no lo conseguiremos, pero si lo conseguiéramos, creo que lo perderíamos.

 

– ¿A quién se refiere cuando dice que no está segura de que ‘queramos’, el referéndum?

– Hablo de la gente. Que en la segunda o tercera amenaza que, por ejemplo, os quedaréis sin pensiones o no sé qué, nos neguemos a continuar.

 

– ¿Van al mismo ritmo los ciudadanos y los líderes políticos?

– No. El pueblo ha dado vía libre y los líderes se han acomodado, porque no eran independentistas. Pero me hace pensar mucho una frase de Joan Fuster que decía: ‘menos banderas, menos vivas y menos himnos’. Si sólo es emotivo, esta llamada del pueblo no se sostiene. Necesita un corpus teórico como todas las revoluciones del mundo, y eso no creo que lo tengamos. Es decir, tengo toda la esperanza puesta en que sea posible, pero no tengo toda la convicción.

 

– ¿Piensa que habrá un referéndum y se perderá?

– Yo creo que no conviene un referéndum. Todos se han empeñado en hablar de referéndum ¿y para qué? Ya tuvimos el 9-N y no significó nada. Si tenemos otro será como el 9-N, a menos que alguien haga magia porque es evidente que Madrid no cederá. No es que sea ilegal, sólo necesita el permiso de Madrid porque tienen las competencias. Y ellos dicen no, porque está el artículo 2 que dice que nadie puede opinar sobre la unidad de España. ¿Cómo que nadie puede opinar? Jurídicamente se puede demostrar que podemos opinar de cualquier cosa, del amor libre y de la negación de Dios. En un pueblo libre podemos hablar de todo. Ellos se aferran a decir que es ilegal y yo creo que con un grupo de buenos juristas lo desmontarían. Mi problema sigue siendo que con toda la propaganda del Estado, que es potentísima, es fácil que nos desmonten.

 

– Propaganda y cloacas.

– Es algo que hace temblar. No es posible esto que veo [la libertad de Iñaki Urdangarin]. Además, le diré una cosa, ¿cómo es que están libres Pujol y Millet? Tampoco lo entiendo, ¿eh? Quiere decir que saben cosas que no conviene que se digan. Esto es aún más difícil de digerir.

 

– Volvamos al principio, ¿dónde está la salida?

– Si nosotros queremos de verdad, ser libres, lo seremos.

 

– ¿Dónde está el termómetro de este ‘queremos’?

– No sé, no sé. Si cuando empecemos a recibir hostias y hostias y hostias, nos mantenemos es que sí que lo queremos. Pero en las elecciones del 27-S quedamos en un 48% y era de risa. Y dices: ¿estamos realmente convencidos? Esto sólo lo sabremos si damos un paso adelante y seguimos luchando. Pero yo personalmente, y sé que esto que digo es impopular, no estoy convencida del proceso, no estoy convencida de los medios y no estoy convencida del resultado. Pero esto no quiere decir que deje de tener ilusiones, aspiraciones… Todo lo que es emotivo, lo tengo todo; pero no tengo el convencimiento racional.

 

– ¿Cómo ve el País Valenciano una valenciana que hace tantos años que vive en Cataluña?

– Yo veo que el País Valenciano va cambiando, pero que la cosa va para largo. Asistí hace unos meses, absolutamente atónita, a una feria del libro en valenciano en Alicante, donde la lengua había desaparecido absolutamente; tanto, que era el único lugar donde no hay conflicto lingüístico. La feria era en la plaza del Ayuntamiento y había cuentacuentos, niños, autores… y fue un éxito. Esto, hace tres años era impensable. Esto quiere decir que el País Valenciano comienza a volverse a querer, empieza a dejar de ser tan provinciano como lo ha sido todos estos años. Será un proceso lento, no tengo ninguna duda. Pero tampoco tengo duda de que si obtenemos la independencia acabaremos teniendo todos los países.

 

– ¿Está convencida de eso?

– Sí. Segurísimo. No tenga ninguna duda. Costará un poco, pero si Cataluña es independiente, la gente comenzará a ver las ventajas, empezando por el corredor mediterráneo. Lo más económico y lo más industrial que hay en el mundo es la cultura. La cultura no es gratis, la cultura es cara y es lo único que tenemos como pueblo. Porque si yo fabrico coches y tú fabricas televisores, un día nos podremos cambiar los papeles, pero mi cultura es mía y de nadie más. Yo no quiero hacerme ilusiones de que todo está resuelto. Está todo por hacer, pero sí que hemos dado un empujoncito.

 

– A estas alturas, ¿ve bastante caldo social en el País Valenciano para pensar en eso que dice?

– Visto desde el País Valenciano supongo que son más pesimistas, pero visto desde allá arriba, a pesar del escepticismo, ves algunos gestos que dices, eh, esto no ocurría antes. Hemos pasado la época más horrible de nuestra historia que es la época de la expoliación continuada, del robo perpetuo y de un latrocinio que se ha hecho en el País Valenciano. Con la colaboración del País Valenciano, porque han sido votados. Creo que ahora se han empezado a abrir los poros. Creo que acabaremos siendo independientes. Y creo en la fórmula de la confederación. Yo no quiero que Barcelona sea la capital de Valencia. Quiero que Barcelona sea la capital de Cataluña y Valencia, la capital del País Valenciano. Y Palma, la capital de las Islas Baleares. Y que cada uno se rija por sí mismo. Una federación no me basta. Yo soy confederal.

 

– Dejemos de lado el proceso y hablemos de este último año que ha pasado.

– Ha sido horroroso.

 

– A pesar de esta dureza, mantiene la sonrisa. Gemma Pascual escribía en este diario que tiene la sonrisa más revolucionaria de las letras catalanas.

– Es complicado de explicar. Pasé una depresión en el sentido literal de la palabra y una fatiga emocional y física. Perdí trece kilos en un mes. Me colgaba la piel por todas partes. No tenía ganas de nada. Todo el mundo ha dicho siempre que guiso bien y todavía no he hecho ni un huevo frito. No había vivido sola. No sabía hacer ni una factura porque él [su marido, Xavier Dalfó] me lo resolvía todo. No es únicamente la cosa afectiva, sino la cosa práctica del día a día. Me he encontrado muy sola, aunque las hijas me han ayudado tanto como han podido. De repente, me dije: tienes que reaccionar, caray, debes reaccionar. Y lo que dicen de un año de duelo es una tontería si quieres, pero tiene un sentido antropológico.

 

– Ahora hará justo al año.

– Ahora comienzo a descubrir algunas ventajas de estar sola. Para mí es revolucionario, eso. Por ejemplo, que puedo hacer todo lo que me dé la gana a cualquier hora del día. La enfermedad de Xavier duró dos años y yo le velé de día y de noche. Y ahora si quiero comer a las cuatro, como a esa hora y si quiero ir al cine, me voy. Ahora me acabo de apuntar a un viaje que pienso hacer este verano. Esto también es muy agradable. Pero es la primera vez que vengo al hotel Astoria sin él y cuando he entrado en la habitación, ¡hostia que si escuece! Ha sido muy duro porque había dos camas y he pensado que él ya organizaría todo el armario porque era muy ordenado y yo soy un caos. Te digo una cosa, sonrío públicamente pero las amarguras van por dentro.

 

– ¿Dónde se ha agarrado en este tiempo para no hundirse?

– No lo puedo contar… Sí que lo puedo contar porque es absolutamente inocente. Resulta que Enrique, un muchacho boliviano, cuidó a mi hombre como no lo he visto en mi vida. La paciencia que puso, el afecto… Yo me encontré tan mal que cuando Xavier murió le dije, ¿me quieres cuidar? No cuidar físicamente porque no lo necesito, afortunadamente. Pero sí le digo, tenemos que vaciar lo que podamos de esta casa para empezar a llevar las cositas imprescindibles de  l’Ametlla porque la biblioteca y los cuadros se los queda el ayuntamiento de Alcoi y la Universidad de Alacant se queda todo el archivo de mi hombre. Pero la compañía de este muchacho ha sido tan importante para mí que no se lo pagaré nunca. Me ha hecho tanta compañía que ha sido mi apoyo. Me da ánimos, me escribe correos para decirme que no me olvido de las pastillas… es un encanto.

 

– Tiene una hija en Barcelona y una en Nueva York. ¿Cómo vive esa distancia?

– Ahora me voy el mes de abril. Cuando mi marido ya estaba muy decrépito, hicimos un Skipe. Cuando lo vio se puso a llorar. Tanto ella como su hombre hicieron lo imposible para viajar a Barcelona y decir adiós a su padre. Hace feo decirlo, pero esa era la idea. Y vino del 1 al 9 de abril. El 9 de abril cogió a su padre y le dijo me tengo que ir. Él ya no respondía a nada. Tenía los ojos cerrados. La hija se puso a llorar, le dio diez mil besos y se fue a Nueva York. Entonces, Enrique lo puso a dormir y me dijo: Xavier llora. Se había dado cuenta de todo. Y al día siguiente estaba muerto. Murió sin dolor y como aquel que cumple un deseo muy intenso y que lo abandona todo.

 

– ¿Qué escriba ahora?

– Antes de morir mi marido me quedé bloqueada. Yo, que no me he bloqueado en toda la vida porque escribo como una fanática. Y me decía: no puedo escribir, no puedo escribir, no puedo escribir. Tenía tantas obligaciones con él y estaba todo el día arriba y abajo, y no tenía tiempo, pero cuando tengo tiempo, no sé escribir. Y ahora, Gemma Pasqual me encarga un libro juvenil y me ha venido una idea a la cabeza y estoy cada día entusiasmada y la novela que tengo pensada desde antes de la enfermedad de mi marido empieza a cristalizar. Estoy segura de que me volveré a enganchar. Y eso significa un progreso que no tiene precio.

 

– Es una de las autoras más prolíficas de las letras catalanas, con una lista interminable de títulos y de géneros.

– Es que escribo cada día. Esto les cuesta entender a mis adversarios. Es que escribe demasiado, dicen. No, es que un día que no he escrito es un día que encuentro perdido. Si al día siguiente lo borro todo, lo borro todo, pero yo escribo cada día. Pero es que, además, yo publico una novela ambiciosa o normal cada tres o cuatro años, pero mientras tanto he hecho una novela juvenil, o he escrito un cuento, o algo menor. Y la palabra ‘menor’ me duele mucho, porque no es menor, es mucho mayor, no tengo ningún desprecio por ningún género, pero sí es verdad que no vuelcas tanto esfuerzo como en una novela digamos canónica.

 

– Ha soltado la palabra ‘adversarios’.

– Tengo muchos. Tengo muchos enemigos que consideran que soy una mujercita que escribe novelas para tías. Son gente que no me ha leído nunca. Mi imagen pública es la misma. Y yo digo, ¿quién la ha divulgado? Un mandarinato que hay en Barcelona que dice éste sí, éste no… Si eres valenciana o eres mallorquina lo tienes difícil. Con algunas excepciones. Y si eres mujer… Me ha explicado mi editora de 62 que a todo hombre escritor que entra en su despacho, cuando ya han hablado de lo que sea, le pregunta, ¿qué autora gusta más? Ah, no sé, no las he leído. El 90% de los hombres no nos leen. Quiere decir que aquellos prejuicios y aquellas manías tradicionales de la sociedad patriarcal están ocultas, no son explicitadas pero están ahí. No queda bien, ni decirlo ni pensarlo, pero yo creo que está en el subconsciente.

 

– ¿De quién habla cuando dice mandarinato?

– Hay un poco de todo. Un grupo de gente muy reducido que dicen eso sí y esto no. Y así ha ido desde que yo escribo. ¿Y cómo se les ataca? De ninguna manera. Intentando hacerlo bien, intentando que te lean. Y como yo no sé lamer culos… Maria Aurèlia Capmany me dijo un día: Isabel, es que si nunca te decides a lamer culos, te equivocas de culo…. Pero piensa que, a raíz del Premio de Honor de las Letras Catalanas, ha habido artículos publicados en mi diario diciendo que qué frivolidad dármelo a mí.

 

– ¿Cómo se toma estos comentarios?

– ¡Fatal! ¡Fatal! ¡Fatal! Mis amigos me dicen que es porque todos ellos se mueren de envidia porque tengo público. Y es cierto, he sido ‘best seller’, pero he estado aquí arriba y ahora estoy en descenso total.

 

– Ha sido de las pocas personas que ha podido vivir de la literatura, pero las cosas han cambiado. ¿Cómo lo vive?

– Ahora ya no. Yo he tenido un momento en que me he comprado una casa en l’Ametlla, he podido hacer viajes y ahora he bajado en picado. Lo lamento, pero es ley de vida. No puedes estar siempre ahí arriba. Subes y bajas. El penúltimo libro, que es ‘La amante de Picasso’, me lo editó Bromera y fue un fracaso estrepitoso. Y eso que Bromera puso todos sus esfuerzos. Yo creo que es un libro que no está mal, pero no vendí. Estoy en el descenso, tengo setenta y tres años, he triunfado unos años y ahora ya no. Y es ley de vida. Del mismo modo que surge una generación que lo hace muy bien y poco a poco nos apartarán a los que tenemos mi edad. La vida es eso.

 

– El Premio de Honor es un reconocimiento a la trayectoria, ya le hacen homenajes. ¿Cómo le prueba?

– Tengo el convencimiento de que sólo me lo pueden dar en tanto que soy vieja. Yo sé que mi nombre ya sonó hace siete u ocho o diez años y que alguien dijo es demasiado joven. Un premio a la trayectoria sólo te pueden dar si eres vieja. Y también lo recibo como valenciana y como mujer porque se han dado cuenta de que sólo hay cuatro mujeres y yo soy la quinta. También debo ser de la periferia. El año pasado mallorquina, este año una valenciana. Estas cosas biológicas han pesado en el ánimo del jurado. Pero también sé que es un aplauso del mundo lector que me ha dado muchos ánimos, me ha dado un empuje.

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