Fase dos: no cooperación

En el momento político que vive el país es inevitable recordar a Lluís Maria Xirinacs: «Nunca ningún país puede mercadear la calidad de su libertad (…) Mi convocatoria responde a una única finalidad primera: la proclamación de nuestra independencia como pueblo soberano, dentro de Europa, en la línea de las declaraciones de los derechos de los pueblos de la ONU, en su singularidad y en igualdad fraternal con el resto de pueblos de la Tierra. La independencia no se pide, se toma (…) A pesar de nuestras diferencias, es necesario que nazca nuestra fuerza de nuestra cohesión, de nuestro consenso cordial, de nuestro pacto de fidelidad, de nuestro compromiso de hermandad y de la defensa del nuestro ser como pueblo. Lucharemos contra el fuerte mientras seamos débiles».

¿Y dónde nos encontramos? Según el profesor Gene Sharp, pueden concretarse tres formas de acción no violenta:

1. Protesta y persuasión (aunque una fase simbólica y comunicativa). 2. No cooperación (desarrollo de acciones de resistencia, con repercusiones sociales y económicas -Vaya, boicot- y políticas -rechazo a la autoridad). 3. Intervención (alteración normal de la sociedad y creación de instituciones alternativas para sustituir el poder del adversario con formas paralelas de poder popular).

Hasta ahora, el movimiento independentista se ha movido en el ámbito de la primera: protesta y persuasión, desarrollando una gama extraordinaria de formas creativas de desafío al Estado impropio. En estos últimos cinco o seis años hemos hecho de todo y el éxito ha sido ilusionar a una parte muy considerable de la ciudadanía, que ha vivido con intensidad y pasión lo que se ha ido llamando «la revolución de las sonrisas». Pero ahora, rechazada por el gobierno del Estado español una y otra vez la oferta de pacto, entramos en la fase 2: no cooperación.

Cuando el presidente Obama tenía 24 años fue el encargado de organizar un proyecto inspirado en el modelo de agitación comunitaria creada por Saul Alinsky. En uno de sus discursos presidenciales volvió a citar: «Cualquier cambio implica desorganización de lo anterior para la organización de lo nuevo». También la actual candidata a la presidencia Hilary Clinton hizo su tesis de licenciatura sobre Alinsky. ¿Qué les inspiró? Sus tácticas de agitación. Escribió decenas de artículos, pero sus libros más recordados son ‘Reveill for radicals’ y ‘Rules for radicals’, síntesis de su pensamiento -basado en su experiencia durante la llamada «generación rebelde americana» de los años sesenta. Básicamente, se resumen en:

1. El poder no es sólo lo que tienes, sino lo que tus oponentes creen que tienes.

2. No vayas nunca más allá de la experiencia de tu gente.

2. En cambio, siempre que se pueda, ve más allá de la experiencia de tu oponente.

3. Haz que los adversarios cumplan sus normas -que no podrán obedecer-.

4. El ridículo es el arma más potente del hombre.

5. Una táctica que se prolonga demasiado tiempo se convierte en un lastre -el compromiso entonces se transforma en algo ritual-.

6. Una buena táctica es aquella que hace que tu gente la disfrute -si la gente no se lo pasa bien, algo falla-.

7. Hay que mantener la presión -utiliza tácticas y acciones diferentes y haz que los hechos sucedan en beneficio tuyo-.

8. La amenaza puede ser más aterradora que la cosa por sí misma.

9. El precio de un ataque exitoso es una alternativa constructiva.

10. Elige el objetivo, congélalo, personalízalo, polarízalo.

Rechazado un acuerdo de diálogo para la votación de un referéndum de autodeterminación y llegados al punto del ahogo legislativo, económico y político del país, la fase de no cooperación llega a ser inevitable. Entonces será cuando nos convertiremos en la «cuestión ineludible» a la que apelaba el CATN en sus informes. Pero incluso con eso, tampoco será suficiente. No sólo Cataluña, también el Estado español -sus prácticas, la judicialización, el no diálogo- convertirá, en sí mismo, en una «cuestión a debatir internacionalmente». Como decía el presidente Puigdemont, preparémonos.

EL PUNT-AVUI