Carles Puigdemont: «Estoy dispuesto a ir al Congreso tras anunciar la fecha y la pregunta»

Entrevista al presidente de la Generalitat en un momento crucial del Proceso

Carles Puigdemont aparece por la puerta del despacho como una exhalación, como si quisiera confirmar que el Proceso se ha acelerado. Después lo negará. Él, dice, no se ha movido. «Dijimos 18 meses y ya estamos, ¿no?», Afirma con una sonrisa burlona.

 

Entramos en unas semanas decisivas y se percibe una cierta aceleración. ¿Da por cerrada la posibilidad de un referéndum pactado?

Aceleración no, pero ahora empieza a haber un punto de nerviosismo y prisas que llevan a esta sensación de subida de tono. No debemos descartar nunca, hasta el último día, la posibilidad de que el Estado se lo piense. Pero también dijimos que en el momento en que recibiéramos una respuesta efectiva del Estado a nuestra demanda de sentarse a negociar, nosotros tiraríamos adelante igualmente con la organización del referéndum.

 

¿Qué mayoría tendrá detrás? ¿Confía en que estarán los comunes?

Como mínimo tendremos la mayoría de la gente que participó el 27-S. Un amplísimo apoyo. Y si miramos entre los votantes de las fuerzas que no están explícitamente a favor del referéndum, veremos que también hay una bolsa de gente que está de acuerdo en hacerlo. Es verdad que alrededor de esto hay una mayoría de gente que dice: «En caso de que el gobierno español hiciera una oferta interesante, de blindaje de competencias, de financiación, lengua, cultura, etcétera, lo preferiríamos a una confrontación». Es lógico. En un mundo ideal, en un Estado español democrático, probablemente una mayoría de la gente acordaría esta solución. Pero no estamos en este escenario.

 

Esta semana se reunirá el Pacto Nacional por el Referéndum. ¿Qué posicionamiento espera?

Creo que ha hecho un trabajo excepcionalmente bueno en circunstancias muy difíciles. Se ha conseguido mantener hasta el final una transversalidad y pluralidad que todo el mundo admira y reconoce. Pero una vez que ha hecho todo lo que estaba en sus manos para conseguir los apoyos para hacer un referéndum acordado, y el Estado ha dicho que no, ya quedamos en que no debía intervenir en la fase final.

 

¿Qué sentido tiene la reunión, pues?

Han pasado cosas desde que el Pacto terminó la campaña, y es bueno que todos entendamos que se ha hecho buen trabajo. Cada uno, a partir de ahí, decidirá lo que crea conveniente.

 

Usted considera que los comunes son estratégicos. Entre ellos gana peso la opción de apoyar un referéndum sin considerarlo vinculante. ¿Cómo lo valora?

Siempre me he resistido a situarlos en el campo del no, poblado por el PP, Ciudadanos y, tristemente, el PSC. Seguramente en el momento de las decisiones y los hechos, cuando se tenga que elegir entre los que queremos ejercer la democracia y los que la impiden, veremos de qué lado están: no tengo ninguna duda de que sus votantes y la gente asociada a este espacio tienen un comportamiento radicalmente democrático.

 

¿A partir de este martes comienza la vía unilateral?

La vía sin acuerdo con el Estado comenzó con la cuestión de confianza, ya era una opción. A partir del no del Estado, es la única alternativa que queda, lo que no es incompatible con la opción de mantener la vía del acuerdo si el Estado se lo piensa. Nos comprometimos a garantizar que los catalanes puedan votar, eso todo el mundo lo tiene que tener muy claro. Me parece bien que haya gente que piense y trabaje para que en el Estado haya un gobierno que se siente a negociar con Cataluña. Pero el tiempo de la espera, para el Gobierno, se ha acabado. Ahora viene el tiempo de la organización, la convocatoria y la celebración del referéndum.

 

A usted se le ha hecho la oferta de ir al Congreso, y ha dicho que no haría como el lendakari Ibarretxe. ¿Se mantiene en esta posición?

Dije que no iríamos a hacer ni lo mismo que hizo el lehendakari Ibarretxe, que fue un escarnio, ni el que lo propio Parlamento hizo en 2014. ¿Es que ha cambiado algo? No se dan las circunstancias para que tengamos que ir por decimonovena vez. El Congreso ha cerrado siempre las puertas, a menudo de manera ruidosa y humillante. Pero decimos otra cosa. Claro que estamos dispuestos a ir al Congreso, pero a remover los obstáculos que el gobierno del PP dice que existen para que los catalanes puedan votar. Y dijeron que tampoco lo quieren. Finalmente, una vez anunciada la fecha y la pregunta, la determinación de este Gobierno es hacer el referéndum y tenemos todo el interés del mundo en ir a explicarlo.

 

Por lo tanto, después de explicitar la pregunta y la fecha, ¿usted podría ir a explicarse al Congreso?

No tendremos ningún problema en hacerlo, y estaré encantado de debatir con todo el mundo que quiera saber por qué hemos llegado hasta aquí. De hecho, se lo he propuesto muchas veces al gobierno español, y me ha dicho que no, lo ha fiado todo al poder judicial, y una vez fracasada esta vía, ahora insiste en el poder legislativo. Puede que no se escape, que no se esconda bajo las faldillas del Congreso y asuma su responsabilidad. Él dice que no quiere hablar y nosotros queremos hablar. Para que el señor Rajoy escuche por qué hemos llegado hasta aquí, estamos dispuestos a ir donde sea necesario.

 

¿Estaría dispuesto a un cara a cara con Rajoy en el Congreso?

Estoy totalmente dispuesto si es para explicar por qué hemos llegado hasta aquí y qué haremos los catalanes. Si es para participar en una maniobra de escarnio, no es necesario.

 

Debate en el Congreso sí, pero votación no. ¿Es eso?

Es que la votación ya ha tenido lugar, en el Parlamento. El tiempo del acuerdo político en el Estado español se ha acabado, lo ha dejado morir. Ir al Congreso sin que el Gobierno haya dialogado y acordado el modo de salir reforzados ambos no tiene sentido. En un debate y propuesta en el Congreso hay que ir dialogado y pactado de casa.

 

¿Cree que le aceptarán la oferta de un debate sin votación?

Lo veremos. De todas las que hemos hecho no nos han aceptado ninguna.

 

¿Usted haría algún tipo de oferta para remover estos obstáculos?

Ya las he hecho dieciocho veces. Y en realidad no hay que remover ningún obstáculo. Hay multitud de juristas y expertos en la Constitución que sostienen que con una lectura adecuada lo que piden los catalanes se puede hacer. Pero no nos corresponde a nosotros decirle al Estado qué tiene que hacer con Cataluña. La pregunta es si el Estado tiene una propuesta concreta y si la conoce alguien. Y la respuesta es que no. Quizás entiende que no tiene que hacer nada. De hecho, hasta ahora lo ha entendido así: debía judicializar, embarrar, elevar la tensión, jugar con la amenaza de suspensión de autonomía, el artículo 116, el estado de sitio, alarma y excepción… Este flirteo con las costuras del traje democrático es muy peligroso.

 

¿Cree que el Estado está dispuesto a hacer todo para impedir el referéndum?

Nosotros siempre hemos dicho que por nuestra parte todo debe ser pacífico y democrático. Y queremos saber si cuando el Estado hace saber que está dispuesto a todo, es todo. Ya conocemos la tradición del Estado en la resolución de estas situaciones. Es utilizar los recursos de fuerza que tiene al alcance. ¿Se está refiriendo a esto? ¿Medidas contundentes? Nos preguntan permanentemente por nuestros planes, y si no los tienen se los inventan. Creo que tenemos derecho a saber qué está dispuesto a hacer el Estado.

 

¿Teme una reversión de las competencias, por ejemplo en seguridad?

Ellos lo han dicho, y están jugando con eso frívolamente. Siempre quiero creer que alardean más de lo que realmente tienen intención de hacer. Creo que harían bien en calmarse un poco. En relajarse, serenarse y entender que es un problema político. El radicalismo en que se ha instaurado la política española cuando habla de Cataluña no es un buen presagio. Les pediría calma, moderación y sensatez.

 

¿Ahora se están dando cuenta de que va realmente en serio?

Se dan cuenta ahora de que han llegado tarde a la percepción de la realidad del problema. Les venía bien decir que lo que queríamos era un pacto fiscal, o que hay uno que quería ser presidente, o que no nos atreveríamos por lo que le ha pasado al presidente Mas y las consejeras. Y van pasando las semanas y la frase que le dije al señor Rajoy, «se le acaba el tiempo», ahora se dan cuenta de que es cierta. Los nervios del Estado, verdaderamente muy poderoso y potente, le pueden llevar a cometer algún error. Me gustaría que la fuerza y ​​la preocupación las canalizaran en la negociación. Pero no está en mis manos.

 

El Estado confía en que evitará la celebración del referéndum y amenazan a funcionarios y empresas. ¿Cómo se organiza el referéndum con la maquinaria del Estado en contra?

Es curioso, hasta ahora nos han dicho que los que amenzábamos a los funcionarios éramos nosotros, y creo que todo el mundo tiene claro que si lo hace alguien es el Estado. No será necesario comprometer a ningún funcionario para poder organizar y celebrar un referéndum. No podrán impedir que haya urnas y papeletas, que haya puntos de votación y gente que dé garantías del procedimiento. Salvo que hagan un desembarco tan grande y bestia como para poderlo evitar físicamente. Todo lo que hemos hecho en los últimos seis años, las movilizaciones, las votaciones, las elecciones, tiene sentido que cristalice en este momento del referéndum. El momento es ahora.

 

En política el relato es importantísimo y el gobierno español ya habla de un golpe de estado de en Cataluña.

El Estado tiene mucha fuerza para imponer el relato. Pero se le puede volver en contra. Será necesario que se esfuercen mucho para explicar al mundo e internamente a Cataluña que una urna es un arma que amenaza para la democracia. Un Estado que se siente amenazado por una urna tiene un problema.

 

¿Podrán organizar una votación con todas las garantías democráticas?

Por supuesto. Estamos diseñando todas las garantías democráticas, no puede ser de otra manera. La mejor garantía habría sido un acuerdo con el Estado, pero se pueden garantizar las condiciones de normalidad de un referéndum sin tenerlo.

 

¿Sin que sea un 9-N?

No lo será. Primero, porque lo hace el Gobierno. Segundo, porque habrá una pregunta clara de respuesta binaria: sí o no. Y tercero, porque los resultados tendrán consecuencias.

 

¿Se imagina que puedan encarcelar a todos los miembros del Gobierno?

Sería una tontería, un delirio. Sé que alguien, en sus noches de sueños húmedos, piensa que el Estado español debería enviarnos a todos tras las rejas. No pasará, que todo el mundo esté tranquilo. Sería una manifestación de una impotencia tal, que incluso, déjeme decirlo así, sería impropio de un Estado tan potente como el español. Si un Estado con poder es tan impotente o incapaz de utilizarlo razonablemente y sólo tiene este recurso, es su derrumbe. Ahora bien, no conozco nada de sus planes. Tenemos la obligación intelectual de imaginar todo. Esta posibilidad existe, pero no es probable.

 

Si el Estado impide físicamente el referéndum, ¿qué tipo de movilización habrá? ¿Una huelga general?

Una huelga general no tiene sentido. Pienso siempre en movilizaciones caracterizadas por este venerable pacifismo que hemos sido capaces de enviar al mundo: un modo de organización y de participación intergeneracional, interclasista e interterritorial. Es nuestra fuerza y ​​aquí ganamos. El Estado tiene muchas cosas: tiene tanques, tiene bancos y tiene de todo. Leyes, jueces y el aparato que ya conocemos. Pero no tiene una cosa: el deseo de la gente de Cataluña de votar.

 

En caso de llegar a este escenario, ¿la comunidad internacional presionará a España para sentarse en una mesa de negociación?

Es difícil. Creo que no debemos ser ingenuos.

 

¿Por qué entonces debería ceder el Estado ante una manifestación sin más consecuencias?

Yo no hablo de manifestaciones. Tenemos que ver qué pasa en el momento en que se pongan en juego las instituciones catalanas y el mismo autogobierno de Cataluña, tal como insinúan miembros del gobierno español e incluso del partido del gobierno. No hablo de una mera manifestación con pancartas.

 

¿Usted, como Carles Puigdemont, estaría dispuesto a pagar el precio de ir a la cárcel si esto sirve para conseguir la independencia?

Todos los que estamos en el Gobierno estamos dispuestos a pagar todas las consecuencias. Si yo le respondo ahora que sí, hay mucha gente que automáticamente lo que dirá y pensará es que buscamos montar una gorda para tener el argumento de hacernos las víctimas. No nos motiva nada, y si lo podemos evitar lo evitaremos. Esta actitud disparatada que tiene el Estado español algún día se deberá revisar profundamente. Es una vergüenza. Está escribiendo una página vergonzosa de su historia, y no termina aquí. Termine como termine el proceso de Cataluña, esta página es oscura, negra. Y si finalmente no hay más remedio, y si las circunstancias nos llevan a tener que elegir entre mantener el compromiso con los ciudadanos de hacer un referéndum o afrontar consecuencias personales, es evidente que estamos en política para servir a la gente.

 

La economía está creciendo y el país en este sentido va muy bien y con fuerza. ¿Esto puede llegar a desmovilizar a la gente, o al revés?

Yo creo que el país no ha salido de la crisis. Que el país salga de la crisis significa que su gente ha salido. Y la gente no nota lo suficiente todos estos datos, sin embargo, que son ciertos.

 

¿Esto no es la desigualdad, que se produce en la recuperación en toda Europa de la misma manera?

No es exactamente así. Somos un país que genera suficiente riqueza para atender dignamente a sus ciudadanos y no puede. Nosotros, por el esfuerzo que hacemos fiscalmente, no merecemos no tener estos recursos al servicio de la gente que lo pasa mal. Sin instrumentos de Estado no podemos aprovechar esta reactivación de la economía y ponerla al servicio de las personas.

 

¿Esto se podría solucionar con un pacto fiscal?

Era un error en su momento, y no nos hicieron caso, pensar que este es un movimiento puramente económico, de malestar económico o coyuntural. Es una corriente de fondo muy seria. En 2010 hubo un gran clic que se escuchó en todas partes. Esto no es porque un día tienes un problema económico. Hay muchas cosas añadidas. Si lo continúan abordando sólo con la mirada judicial, o confían en que como hay recuperación económica la gente ya no estará tan enfadada y abandonará el camino de la indignación, cometen un error. Es no conocer a los catalanes. ¿Todos estos años viviendo juntos y no nos conocen todavía?

 

El independentismo ha llegado al 48%. ¿Hay que hacer un último esfuerzo por superar el 50%?

Yo creo que lo ha superado de largo. Si lo analizamos en términos de independentismo y unionismo, que es como se debe demostrar, ha superado ampliamente el 50%. ¿Estamos seguros de que la gente que no votó JxSí y la CUP, toda, defiende la idea de la unidad de España? Discrepo rotundamente que en este país no haya una mayoría a favor de la independencia. Ahora, admito que haya gente que tenga dudas. Votemos. La manera más clara es votando. Yo no tengo ningún miedo de comprobar si somos más del 50% o menos.

 

El próximo paso es la fecha y la pregunta. Podría ser: «¿Quiere que Cataluña se convierta en un Estado independiente en forma de república?»

La pregunta no está cerrada y tampoco está anunciada pero será clara. Nadie que la lea podrá decir que hay algún tipo de engaño. Sabrá lo que está votando cuando vota sí o cuando vota no. Y sabrá también a qué está renunciando cuando decide no votar. Desde este punto de vista, superaremos una de las grandes incógnitas que puede tener un referéndum de estas características, que sea una pregunta clara y comprensible para todos. Que todo el mundo sepa las consecuencias de su voto.

 

¿Pone la mano en el fuego po que CDC siempre se ha financiado legalmente?

Han mirado las adjudicaciones de obra pública por el derecho y por el revés y ha quedado acreditado que nunca se han apartado de la ley. Yo puedo responder por mis responsabilidades, pero también hemos visto que se han formulado acusaciones a cambio de obtener beneficios judiciales y que se ha hecho una mezcla de indicios verosímiles con claras falsedades.

 

¿Cree que Germà Gordó debería dimitir de diputado?

Creo que tanto Germà Gordó como JxSí y el PDECat tomarán las decisiones más sensatas, porque todos han acreditado a lo largo de sus trayectorias que su prioridad es servir a Cataluña. Gordó tiene todo el derecho a defenderse y a reclamar la presunción de inocencia, ya sea diputado o no.

 

El caso Palau provocó tensiones en el Gobierno. ¿Se pueden repetir ahora con el caso 3%?

En el Gobierno todos estamos comprometidos con la lucha contra la corrupción, y este compromiso es inalterable. La coincidencia es total y absoluta entre todos los miembros del Gobierno, y quien propague la idea de que unos están más comprometidos que otros comete una injusticia hecha desde el desconocimiento o desde la mala fe.

ARA