Estalla la Semana Trágica

26 DE JULIO DE 1909

Tal día como hoy del año 1909, hace 108 años, estallaba en las principales ciudades de Catalunya una revuelta popular que sería llamada la Semana Trágica. El detonante fue la orden de movilización de los reservistas —hombres menores de cuarenta años que ya habían cumplido el servicio militar— para combatir en la guerra colonial africana declarada diecisiete días antes. Cuando se hizo público que la mayoría de los reservistas —del conjunto del Estado español— eran catalanes y de condición obrera, estalló un gran movimiento de protesta que, a causa de la dura e inmediata represión desatada, adquirió un gran componente de violencia.

El mismo gobierno español había instituido una exención —inalcanzable para la clase obrera— que se obtenía pagando 1.500 pesetas, el equivalente al total de los ingresos anuales de un trabajador. A todo ello se añadía que la mayoría de los reservistas eran hombres casados y con hijos, y en la mayoría de las ocasiones eran la única fuente de ingresos de sus familias. En el momento en que la prensa reveló que la operación militar española respondía a los intereses de un conglomerado empresarial de explotación de minas propiedad del conde de Romanones —ministro del gobierno español—, el marqués de Comillas y el conde de Güell, estalló una oleada de indignación que inició la revuelta.

Los disturbios empezaron en el barrio del Poble Nou de Barcelona. En el conjunto de la ciudad se alzaron 250 barricadas, se atacaron los tranvías y se quemaron varios edificios religiosos (escuelas, iglesias y conventos). El fenómeno se extendió rápidamente por todo el Principat hacia los grandes focos industriales del país: Reus, Sabadell, Granollers y Manresa; que repitieron el paisaje de indignación y de violencia que se vivía en la capital. Y pocos días después se extendía, también, por el medio rural. En Arbeca (les Garrigues) los sublevados levantaron las vías de la línea férrea y quemaron un tren. Y en Sant Vicenç (Bages) quemaron otro tren y tumbaron las líneas del telégrafo.

En aquel contexto el gobierno español lo quiso interpretar como una revolución independentista. Tres años antes se había articulado Solidaritat Catalana (1906), plataforma que agrupaba todas las fuerzas políticas catalanas partidarias del autogobierno. También los movimientos obreros y republicanos adquirían relevancia. Y el recuerdo —entre la clase política y militar española— de las humillantes derrotas en Cuba, Puerto Rico y Filipinas (1898) era muy reciente. Con estos elementos el gobierno español desestimó el recurso negociador e hizo uso de las fuerzas armadas para reprimir una revuelta que se saldaría con el balance de 115 muertos, 441 heridos, 658 condenados en la prisión y 5 sentencias de pena capital.

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