Solidaridad Catalana por la Democracia

Desde el viernes 27 de octubre , Cataluña ha entrado en una espiral excepcional. La proclamación de la República Catalana y la aplicación del artículo 155 de la Constitución española han sido, como cabía esperar, dos hechos simultáneos. La tensión irá aumentando.

Muchos no confiaban en el paso dado. No se puede negar la determinación del Gobierno catalán, que ha buscado diálogo hasta el último minuto y, no habiendo encontrado, ha actuado en consecuencia. Tampoco se pueden obviar los aspectos dudosos de la proclamación. El reconocimiento internacional no ha existido. Las instituciones catalanas serán tomadas por el Gobierno español. Sólo la desobediencia y una posible administración paralela podrán hacer de contrapeso temporal.

Conocedor de sus posibilidades, el Gobierno español ha convocado elecciones autonómicas para el 21 de diciembre. Muchos partidos catalanes podrían optar por el no reconocimiento de estos comicios. Al fin y al cabo, si se funciona como Estado independiente, las imposiciones ajenas deben ser desobedecidas. Pero tampoco se puede omitir el riesgo evidente que implica este posicionamiento. La abstención activa allanaría el camino a un españolismo que sólo ha gobernado en Cataluña por la vía de la imposición. El drama sería evidente.

Por eso, hay que pensar en una alternativa para evitar el desastre. Y no hay que inventar nada nuevo para mantener las instituciones. En 1906, miembros del ejército español asaltaron la redacción de la publicación satírica catalana Cu-Cut!, A raíz de una viñeta en la que se burlaban de los militares. Los agresores fueron protegidos por el régimen del momento -tal como ocurrió el último 1 de octubre– y la respuesta a los hechos fue la unidad más transversal del catalanismo tradicional, republicano y democrático contra el Estado. Nació así Solidaritat Catalana, que concurrió a las elecciones españolas de 1907. Encabezada por Enric Prat de la Riba, sacó 41 diputados de los 44 elegidos en las cuatro provincias catalanas.

Aunque el contexto es distinto, la excepcionalidad es similar. La alternativa, por tanto, puede ser rescatada. Con la unión de los sectores soberanistas -desde la rama del PSC más fiel al derecho de autodeterminación hasta la más independentista de la CUP, pasando por los comunes, PDeCAT, ERC y tantos otros- Cataluña tendría un gran margen de diputados para garantizar el mantenimiento de las instituciones. Con un programa de mínimos para evitar suspicacias peligrosas que podrían dañar una oportunidad definitiva: la liberación de los prisioneros políticos y la convocatoria de un referéndum con reconocimiento internacional. No hay que olvidar que el tiempo para cerrar las coaliciones será muy estrecho.

No se trata de negar la fundación de la República Catalana ni de aparcar la hoja de ruta a seguir. El proceso constituyente debe continuar. Hablamos de impedir que el nuevo contexto sea paliado por el daño que supondría la llegada del españolismo reaccionario a las instituciones catalanas tras unas elecciones, a pesar de todo, legales. Se trata de evidenciar más que nunca que en Cataluña hay un movimiento democrático que late con la fuerza de la transversalidad y de la discrepancia ideológica. E incluso nacional. Todo para dar un golpe definitivo a las pretensiones de los que defienden la legalidad que ellos mismos han creado para impedir la democracia.

Porque la defensa de los resultados del referéndum del 1 de octubre debe ir acompañada de una defensa de nuestras instituciones.

EL TEMPS