Una cuestión de curvas

La geometría fascinaba a los griegos de la antigüedad. Algunos de los pensadores más destacados (Tales, Pitágoras, Platón, Euclides…) la tenían como una disciplina de referencia. Precisión, elegancia, sistematicidad, coherencia, forman parte del atractivo de una disciplina que los egipcios ya aplicaban desde hacía siglos.

Entre los descubrimientos más emblemáticos aparece el estudio de las curvas cónicas, que tendrá un desarrollo en los ámbitos de la física y de la astronomía durante los tiempos de la revolución científica de los siglos XVII y XVIII. Supuestamente, la primera contribución sistemática la estableció Menecmo en el siglo IV aC. Cuando cortamos un cono obtenemos una serie de curvas según la dirección del corte. Así, si el corte es paralelo a la base obtenemos una circunferencia, mientras que si lo cortamos de forma inclinada sin llegar a la base la curva obtenida es una elipse. Cuando cortamos el cono llegando a la base con una inclinación igual a la del lado del cono se forma una parábola, mientras que si el corte es vertical obtenemos una hipérbola. Estas son las curvas cónicas básicas.

Las cosas se ponen más interesantes cuando pasamos de la geometría en la física. Dejando de lado la circunferencia, físicamente más aburrida, sabemos que Newton dedujo que cualquier cuerpo que sigue la ley de la inversa del cuadrado de la fuerza, por ejemplo el movimiento de un planeta alrededor del Sol, seguiría una trayectoria elíptica. En esta situación, el cuerpo no tiene suficiente energía para escapar de la estrella. Si el cuerpo tuviera energía para hacerlo, no seguiría una trayectoria elíptica sino hiperbólica, y dejaría el Sistema Solar sin regresar a nunca. Pero quizás el caso más intrigante es el de la parábola, la cual refleja una situación intermedia entre las trayectorias elíptica e hiperbólica. Se trata del movimiento de un cuerpo que sólo puede escaparse de su estrella cuando ha recorrido una distancia infinita.

No resulta complicado establecer símiles entre estas trayectorias cónicas de los planetas y las perspectivas que los diferentes partidos políticos tienen en la cabeza sobre lo que resulta más conveniente en términos de poder territorial para el futuro político de Cataluña. La trayectoria elíptica refleja una situación de dependencia insuperable, un vínculo irreversible, ya que el planeta no dispone de energía suficiente para librarse de la atracción de la estrella. Es la situación que defienden los partidos unionistas (PP, PSOE, C’s), que no quieren ni oír hablar de referendos de autodeterminación, de derecho a decidir, etc. Es decir, son partidos que no consideran que sea importante la opinión de los habitantes del planeta sobre cuál es la trayectoria más conveniente para su futuro.

Por otro lado, los partidos y listas independentistas (presidente Puigdemont, ERC, CUP) preconizan las ventajas que Cataluña tendría en caso de que los catalanes decidieran sustituir la actual trayectoria elíptica por otra hiperbólica que les permitiera alejarse de las instituciones del Estado. Para ello sería necesario que aumentara la energía interna del país para poder escaparse de la tiranía gravitatoria a que están sometidos. Este es el reto de estos partidos, mostrar cómo adquieren esta energía. El objetivo sería la sustitución de la «dependencia» actual, pero no para «vagar en el espacio sideral», como algunos demagogos describen, sino por la libertad de elegir las propias interdependencias en el contexto actual de globalización, además de poder ser reconocidos en el mundo internacional y en todos los ámbitos como una entidad diferenciada en igualdad de condiciones con los demás estados.

Cuando hay dos posiciones claras y contrapuestas siempre aparecen defensores de posiciones intermedias. Esto resulta inevitable. En este caso, se trata de partidos con posiciones que oscilan entre la ambivalencia y la ambigüedad. Es el terreno de los partidos que podrían tener un logo con la parábola como símbolo. La estrategia consiste en querer optimizar las ventajas de las trayectorias elíptica e hiperbólica. Sin embargo, el precio que se debe pagar es que, como en el caso de la trayectoria de los planetas, se necesita un tiempo infinito para conseguir cumplir el programa parabólico del partido, una situación que, en la práctica, supone implícitamente aceptar la actual trayectoria elíptica y dependiente respecto al Estado. Es decir, a pesar de una retórica funambulesca que no compromete a casi nada, en la práctica son partidos que defienden posiciones conservadoras en relación al actual ‘statu quo’ territorial. Mientras que se mantiene que los ciudadanos de Cataluña tienen derecho a decidir su futuro, luego en la práctica no se impulsa una política para conseguirlo. Seguramente se trata de una contradicción democrática performativa. Lo que se hace niega lo que se dice que se hace.

En política, a corto plazo casi nada es inevitable y a medio plazo casi nada es irreversible. Depende de los ciudadanos de Cataluña establecer cuál de las curvas de Menecmo resulta más conveniente para su futuro.

ARA