Catalán, ¿lengua española?

Nunca la lengua y la cultura catalanas no han sido asumidas por España como propias. España es incompatible con la diversidad, sobre todo con la del interior de su Estado, la cual produce alergia mental y no simpatía, sino rechazo, desprecio o bien hostilidad. Por eso son tan escasas las cátedras de catalán en las universidades españolas, no puede ser estudiado optativamente en los institutos de secundaria fuera del país y no se da el caso de políticos españoles, desde jefes de Estado, presidentes, ministros (incluidos los de educación y cultura), diplomáticos, a quienes se les haya ocurrido aprenderlo y hablarlo. Ni tampoco intelectuales destacados, escritores, personas relevantes que hayan demostrado el más mínimo interés. No se les debe haber pasado nunca por la cabeza y no resulta extraño que España y Grecia sean los estados de la UE con más ciudadanos monolingües, que sólo saben un solo idioma: el suyo. Y en las instituciones del Estado español, civiles, militares, religiosas o audiovisuales sólo hay lugar para el español.

 

Cuando, más allá del Cinca, alguien asegura que el catalán es una lengua española, sabe que miente, porque España nunca la ha visto como suya y, allí, nadie se lo cree, ni la toma como tal. España tiene, más bien retiene, nuestra lengua, pero no hace ningún uso de ella, porque ésta le resulta un estorbo colosal, de modo que, en dictadura, no ha tenido ningún escrúpulo de intentar un genocidio cultural. El catalán es un idioma secuestrado por España para evitar su despliegue normal en todos los ámbitos de uso. Si, realmente, fuera considerado una lengua española por el Estado y la sociedad españolas, ya habría sido oficial al ingresar en la UE, se aceptarían con naturalidad y alegría su presencia en el etiquetado de productos de consumo (como el holandés, el ruso, el chino o el árabe), y completamente normal que se utilizara en la representación española en Eurovisión. Pero 44 años después de que lo intentara Joan Manuel Serrat con el escándalo y resultado bien conocidos, si ahora se volviera a plantear la oportunidad, la reacción sería aún mucho más virulenta que en pleno franquismo, a pesar de los 35 años de democracia.

 

No es, pues, que no nos entiendan por una imposibilidad digamos técnica o por dificultades de comprensión oral o lectora. Simplemente, están en contra. Está claro que nadie, en ninguna parte, nunca, no persigue, prohíbe, empequeñece, margina, evita, algo que siente suyo. Nadie maltrata lo que ama. El catalán no es una lengua española, ni nunca lo ha sido. En Suiza se puede ser suizo alemán, suizo italiano, suizo francés y, incluso, suizo romanche, pero en España no se puede ser otra cosa que no sea español en español. No hay espacio para nada más. Si llamarnos catalanes fuera nuestra manera de decirnos españoles, si el catalán fuera una lengua española, catalanizar sería también españolizar, una forma de españolizar. Pero no es así. Sólo es posible españolizar en castellano, siguiendo la matriz cultural y la visión del mundo típicamente castellana, con la diferencia de que España ya no es Castilla, sino Madrid. Madrid se ha quedado España y nosotros no somos madrileños.

 

Así como nadie quiere italianizar Italia, ni francesizar Francia, ni arabizar Arabia Saudí, nadie prevé españolizar Madrid, Extremadura, Cantabria, La Mancha o La Rioja, porque ya son España y no se plantea ningún problema de identidad lingüística o lealtad nacional que cuestione su pertenencia. No se puede convertir «en», lo que ya es. Lo que llamaría la atención sería la italianización de Alemania, pongamos por caso, pero no la de Roma, porque en Alemania no son italianos, ni su lengua es la italiana. Justamente, por este motivo, hay quien quiere españolizar porque no somos españoles, ni nuestra lengua nacional es el español. Sólo se puede españolizar lo que no es español. Y no hago, precisamente, un trabalenguas.

 

http://www.elpuntavui.cat/