Independencia, euro y UE

En las últimas semanas se ha abierto un debate acerca de las consecuencias económicas que tendría una hipotética independencia de Catalunya. Uno de los aspectos que más atención están despertando es si implicaría necesariamente que Catalunya «saliera del euro y de la Unión Europea» (para expresarlo en los términos en que se hace habitualmente), y cuál sería ese impacto sobre la economía catalana. En este sentido, se ha argumentado que estas salidas implicarían también necesariamente que el comercio entre Catalunya y la UE pasaría a estar sometido a un régimen de aranceles y otras restricciones que comportaría un perjuicio muy grave para la economía catalana. 

Algunos de los autores de este artículo se han manifestado públicamente a favor de la opción independentista, otros lo hemos hecho en contra y otros no nos hemos manifestado. Sin embargo, todos consideramos que la ciudadanía debe tener acceso a explicaciones claras sobre estas cuestiones y que, en parte, podemos darlas.

En nuestro papel de economistas, no consideramos adecuado manifestarnos sobre si la independencia comportaría o no automáticamente que Catalunya saliera de la UE, que es una cuestión del ámbito jurídico y político. Sí podemos analizar, en cambio, lo que se considera el peor escenario: que la Catalunya independiente naciera fuera de la Unión Europea y que, para reincorporarse, tuviera que esperar un periodo que podría ser corto, largo o muy largo. Situados en esta hipotética situación, consideramos que desde el análisis económico se puede dar una respuesta racional y clara al resto de inquietudes, que sintetizamos en dos cuestiones:

Si la independencia de Catalunya comportara la salida de la UE, ¿Catalunya también tendría que abandonar el euro?

La respuesta es inequívocamente negativa: una Catalunya independiente y fuera de la Unión Europea no tendría que abandonar el euro.

Los países independientes pueden decidir emitir una moneda propia, y es así como lo hacen en la inmensa mayoría de los casos. Sin embargo, se trata de una facultad, no de una necesidad: los países independientes pueden también decidir, de manera estrictamente unilateral, que su moneda oficial sea una moneda emitida por otro país, cosa que hacen habitualmente los países muy pequeños, y en circunstancias muy excepcionales los que no lo son.

Catalunya tiene una dimensión económica superior a la de muchos países europeos con moneda propia (Dinamarca, por ejemplo): sin embargo, parece razonable esperar que una Catalunya que ya utiliza el euro, y que nacería con la voluntad de incorporarse a la Unión Europea, decidiera no abandonarlo.

Ahora bien, lo que sí es cierto es que una Catalunya que hubiera decidido declarar el euro su moneda oficial, al no ser miembro de la UE, no podría proponer candidatos para formar parte de los órganos de decisión del Banco Central Europeo, como sí hacen los países integrantes del denominado Eurogrupo, España entre ellos.

Sin embargo, este hecho no tendría consecuencias para la economía catalana, y eso por tres motivos: porque estatutariamente la actuación del BCE es independiente de los intereses particulares de los países miembros, porque actualmente Catalunya tampoco está representada (al menos directamente) y porque la incidencia real de España en aquellos órganos de decisión es poco relevante, como lo sería la de Catalunya una vez pasara a formar también parte de la UE.

Si Catalunya no formara parte de la Unión Europea, ¿sus exportaciones serían obstaculizadas por barreras comerciales?

Otra vez, la respuesta es inequívocamente negativa.

Es cierto que si Catalunya no formara parte de la UE podría imponer aranceles y otras restricciones a la importación de productos comunitarios y la UE podría imponer aranceles y otras restricciones en las exportaciones catalanas. Ahora bien, y como en el caso anterior, se trata de una opción, no de una necesidad y, también como en el caso anterior, se trata de un escenario irreal. Partimos de la base de que Catalunya nacería con la voluntad de ser miembro de la UE; por tanto, no tendría sentido que Catalunya impusiera restricciones a las importaciones comunitarias.

Con respecto a la UE, la imposición de aranceles u otras barreras comerciales en las exportaciones catalanas chocaría con los intereses de todas las multinacionales -españolas o no- radicadas en Catalunya. Son intereses fenomenales: una parte significativa de las ventas de empresas como Volkswagen, Renault-Nissan, BASF, Solvay, Repsol y miles de empresas más. La obstaculización de las exportaciones catalanas en la UE las perjudicaría de una manera gravísima sin beneficiar significativamente a nadie, como también perjudicaría gravemente a bancos como el Santander o el BBVA que se establecieran restricciones en la libre circulación de capitales. Por lo tanto, el único escenario razonable en la hipótesis de una Catalunya no integrada en la UE es el mantenimiento del status quo: la libre circulación de bienes, personas y capitales entre estos dos espacios. Una cosa no es incompatible con la otra, y hay antecedentes que así lo demuestran. 

En consecuencia, consideramos que no tienen fundamento las predicciones que a veces se han hecho en el sentido de que la salida de la UE comportaría un impacto negativo sobre la economía catalana porque el comercio con la UE se vería obstaculizado legalmente. Consideramos significativas las manifestaciones que en torno a esta cuestión realizaron en octubre los representantes de BASF y Dow Chemical al presentar sus proyectos inversores en Tarragona: que la independencia de Catalunya no los pondría en cuestión.

 

* Alícia Adserà, Oriol Amat, Enriqueta Aragonés, Germà Bel, Núria Bosch, Ramon Caminal, Xavier Cuadras, Marta Espasa, Francesc Granell, Modest Guinjoan, Elisenda Paluzie, Alfredo Pastor, Clara Ponsatí, Miquel Puig, Jacint Ros

http://www.lavanguardia.com/economia/20121118/54354607362/independencia-euro-ue.html