España como problema

De hecho el título inicial de este editorial era «La hora de España». Si se lo hemos cambiado es porque bien mirado si efectivamente es la hora de España es porque ella misma se ha convertido en un serio y complicado problema de efectos muy negativos en muchos ámbitos, de hecho en el conjunto de todo el Estado. Lo de «España va bien», tan presuntuoso hasta hace bien poco, ha ido cambiando a «España va mal». De hecho desde el cambio de siglo. Desde el inicio de una década que en muchos aspectos ha sido decepcionante. Y esto ha tenido y tiene efectos negativos en todos los ámbitos. También en el del encaje cada vez más difícil entre Cataluña y España.

 

Por lo tanto es la hora de España en el sentido de que España es ella misma un problema. Un problema que incorpora otros muchos particulares. Y muy serios. Que es urgente que ataquen en profundidad.

 

Sin derrotismo, porque es un país con mucho peso, pero honestamente. Cosa que de momento no hace. No lo hace en general, y no lo hace con respecto a Cataluña.

 

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Decíamos que «La hora de España» era el título inicial de este editorial. Recordando el del 4 de octubre de 2005. Justo recién aprobado en el Parlamento el proyecto del nuevo Estatuto de Autonomía. Por 120 diputados sobre 135. Es decir, justo cuando una muy, muy gran mayoría del pueblo catalán a través de sus representantes había dejado claro que el Estatuto del 79 -y más tal como se aplicaba- no le daba el margen de libertad, de posibilidades y de reconocimiento que necesitaba para su desarrollo como país y de sus ciudadanos como personas. «Ahora es el momento de España» significaba que la necesidad de dar una respuesta a la reclamación muy mayoritaria de Cataluña obligaba a España a poner al día su concepto de lo que quería que fuera el Estado. Especialmente desde el punto de vista de su composición interna.

 

La respuesta la sabemos: situar a Cataluña más atrás y más abajo que antes. Pretende imponernos un régimen político, financiero e identitario que nos lleva inexorablemente a la residualización de Cataluña. Es eso, la voluntad de evitar la residualización de Cataluña, lo que ha provocado un reforzamiento del independentismo en Cataluña y una reacción muy hostil en toda España. Esta ha sido, por el momento en el aspecto nacional, la respuesta a «la hora de España».

 

Pero «la hora de España lo es también en otro sentido. No sólo en referencia a Cataluña. Lo es también respecto a la misma España. En el conjunto del Estado. Porque toda ella está en una situación muy problemática. Porque España es un problema. «España como problema».

 

El mejor libro que a nuestro entender se ha escrito últimamente sobre la situación española -Informe sobre España, del profesor Muñoz Machado- comienza así: «Avanza inexorablemente el proceso de deterioro de las instituciones constitucionales. Ninguna de ellas, de los parlamentos a los partidos políticos, del Tribunal Constitucional al Consejo General del Poder Judicial, de la justicia ordinaria a los sindicatos, de la administración estatal a la municipal, funciona adecuadamente en España». Podría haber añadido el sistema bancario y el propio Banco de España, responsable en buena parte de la crisis financiera. Y más cosas. Pero no se descuida de decir que «el sistema de autonomías está cada Vez peor considerado». Este sistema que le hace decir con tono indignado «pero, ¿quién ha inventado ésto?». Y termina diciendo que «hay que repensar el Estado o destruirlo».

¿Qué y quién debe enfrentarse con este reto?

 

Durante cuarenta años bien buenos Cataluña se ha esforzado en contribuir a modelar un estado -España- donde todos estos problemas -algunos de origen muy lejano- se resolvieran positivamente. Con momentos esperanzadores, pero finalmente sin éxito. Con resultados especialmente negativos en cuanto al encaje de Cataluña. Como justo hace un año dejaba claro en el discurso que hice en ESADE, en Barcelona, «En el cambio de un camino. 1714-2014».

 

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¿Realmente, en España hay conciencia de la magnitud del problema económico, social y político que tiene? ¿Y hay una actitud suficientemente autocrítica de lo que ha hecho? ¿Una conciencia suficientemente sincera y honesta de lo que no se ha hecho lo necesariamente bien? ¿O francamente mal? ¿De la multiplicidad de problemas que esto plantea?

 

Probablemente al conjunto del Estado le cuesta admitir que se ha desaprovechado la oportunidad de encontrar un buen y definitivo encaje de Cataluña en el conjunto del Estado. La reacción española es de un rechazo creciente de lo que realmente y en el fondo es Cataluña. Y su objetivo es nuestra residualización.

 

Pero tampoco ha ido bien todo el sistema autonómico. En buena parte porque no lo dibujaron sobre bases reales, sino para neutralizar la autonomía -política, económica e identitaria- que en un primer momento tuvieron que conceder a Cataluña. Como se pregunta el profesor Muñoz Machado, «¿quién se ha inventado ésto?». Con un inicio defectuoso en 1978, pero sobre todo cómo se ha ido configurando desde entonces. ¿Y del gran y muy meritorio progreso económico y social de los años ochenta y noventa, qué ha sido? ¿Y del prestigio del Tribunal Constitucional, del tiempo, por ejemplo, de Tomás y Valiente, qué queda? ¿Y del prestigio que llegó a tener España en los años ochenta y noventa? ¿Y lo que el Banco de España llamó el mejor sistema bancario de Europa? Y el propio Banco de España, que ahora no inspira confianza ni en Bruselas ni en Frankfurt. Es decir, en Europa. Y de las cifras de paro -más del doble de las de la UE- que sólo se explican por graves fallos políticos y económicos y una mentalidad presuntuosa de nuevo rico.

 

Por eso la gente más independiente y no condicionada por la imagen o por intereses políticos, sociales y económicos muy particulares dice: «Son necesarias amplias y profundas reformas del Estado».

 

Dicho de otro modo, «es la hora de España». España debe enfrentarse consigo misma. Con su problema. El problema mayor que España debe resolver es el suyo.

 

Cataluña habría podido ser parte de la solución. Y lo deseaba. Naturalmente de una solución que lo fuera para España pero también para ella, para Cataluña mismo. Pero ahora ya no lo es. Algunos dicen que puede volver a ser. Pero no dicen cómo. Ni dan el más pequeño paso en este sentido. Todo lo contrario.

 

Así que, por ahora, lo que Cataluña no puede hacer es marcha atrás en el camino que ha emprendido. Mientras tanto, Cataluña debe desarrollarse y lo puede hacer con una capacidad de resistencia y a la vez de creatividad suficientemente grandes como para hacer nula la esperanza de un gradual ahogamiento de Cataluña. Y observar si la sociedad española es capaz de afrontar el problema de España. En todas sus dimensiones.

 

 

http://www.jordipujol.cat/ca/jp/articles/13758