Lo pequeño es hermoso

Es bien conocido el dicho ‘small is beautiful’. Si se observa la reciente evolución de los cuatro pequeños países nórdicos, Suecia, Dinamarca, Noruega y Finlandia, se encuentra un modelo de economías eficientes con un nivel de protección social elevado a partir de políticas socialdemócratas reformadas en los últimos veinte años para hacerlas más competitivas y por lo tanto sostenibles. El país más diferente es Noruega por los altos ingresos provenientes del petróleo, que les han permitido crear un fondo público de 600.000 millones de dólares que hará posible impulsar la economía nacional cuando aquellos desaparezcan en los próximos treinta años, y alcanzar una renta de 100.000 dólares / habitante, el doble de la de Dinamarca, Suecia y Finlandia.

 

Las reformas iniciadas en los años noventa cuando el modelo clásico de socialdemocracia entró en crisis -Suecia pasó del puesto cuarto al decimocuarto en renta por habitante de 1970 a 1993- se han movido no en la reducción del nivel de servicios públicos, sino en la búsqueda de soluciones que permitan mantener la sanidad y la enseñanza con acceso universal, un sistema de pensiones con prestaciones elevadas y con un coste compatible con un nivel impositivo moderado que estimule la economía, es decir, buscando la eficiencia y no los recortes lineales. Suecia tiene un impuesto de sociedades del 22% -España está en el 30%- y un déficit inferior al 0,5% -España, el 7%-, y las prestaciones sociales son superiores a las españolas.

 

Estas políticas han sido desprovistas de referencias a los modelos convencionales de derechas, la protección de la acción individual diferenciada, y de izquierdas, la aportación pública independientemente de su aprovechamiento, y en consecuencia no han impedido la prestación de servicios públicos por la iniciativa privada. A los nórdicos no les preocupa quién realiza el servicio si es dado con eficacia y eficiencia.

 

Esto ha permitido la reducción del peso en el PIB nacional del sector público. Suecia ha pasado del 67% en 1993 al 47% en 2012, sin una reducción sensible de la equidad. La ciudadanía de estos países confía en la clase política, que mantiene un récord mundial estable de transparencia -cualquier resolución o documento del gobierno es accesible- y de falta de corrupción pública, que está severamente penada por las leyes y radicalmente condenada por una sociedad de tradición luterana.

 

El grado de libertad económica para emprender negocios y competir, medido por el índice Fraser, un conocido think tank canadiense, ha pasado de 6 (10 es el máximo) para los cuatro estados nórdicos en los años setenta, a 8 en 2010, al igual que en EEUU y el Reino Unido, estados con uno de los más altos niveles de libertad económica.

 

Las reformas hechas en estos países han sido diferentes y los resultados obtenidos, también. Suecia utiliza el cheque escolar, que permite que los padres puedan enviar a sus hijos a cualquier escuela pública o privada. Esto ha permitido mejorar el nivel de muchas escuelas, pero el rendimiento de los alumnos en el ranking de Pisa se ha reducido ligeramente. Finlandia tiene un sistema basado en la escuela pública, en la estabilidad, no hay cambios educativos constantes -como en España-, en el prestigio social de los docentes y en la vigilancia y la inspección de los centros. Es el país con mejores resultados en enseñanza secundaria y con un coste moderado, 6,4% del PIB (en EEUU, 7,3%). La legislación laboral varía de unos países a otros. La posibilidad de despedir sin costes laborales altos es posible en Dinamarca, no en Suecia ni Finlandia, pero el Estado provee gratuitamente un alto nivel de formación que debería permitir a los afectados el retorno al empleo en mejores condiciones que en la salida del mercado laboral.

 

Estas reformas son posibles en países de dimensiones pequeñas. El número de habitantes oscila entre los 5 millones de Noruega, Finlandia y Dinamarca y los 10 millones de Suecia, con una cohesión social alta y niveles de renta similares a lo largo de su geografía. Se han llevado a cabo en economías de fuerte base industrial y con un nivel de apertura alto, proporción de importaciones y exportaciones respecto del PIB, y poco intervencionistas. Suecia ha dejado caer al fabricante de coches Saab cuando se ha demostrado su inviabilidad económica y ha permitido la compra de Volvo por el fabricante de vehículos chino Geely. Y en Finlandia no han invertido dinero público en Nokia cuando la empresa ha perdido de manera radical el nivel de éxito comercial que la convirtió en líder del mercado de teléfonos móviles hace pocos años. Dinamarca tiene pocas empresas de dimensión, pero muchas de ellas son líderes mundiales: Maersk, Naviliera, Lego, juguetes; Vestas, aerogeneradores… Pasa lo mismo en Suecia: Atlas Copco y Sandvik, maquinaria de minas y obra civil; Novo Nordisk, biotecnología, Ericsson, telecomunicaciones, etc. La gestión de estas empresas se basa en la continua innovación, la organización plana, la flexibilidad y la adaptación permanente a las condiciones cambiantes del mercado, tales como la reducción de la dimensión local para aproximar las empresas a los mercados y clientes que más crecen.

 

Es lógico preguntarse si en una Cataluña independiente o no ficticiamente federada se podría llegar a políticas similares, para que se den las circunstancias clave de dimensión del país y homogeneidad en rentas y cultura. La realidad actual es radicalmente diferente; la comparación de lo que hacen estos estados y hace España es, sin excepción, la cara y la cruz de la moneda. A pesar de que Cataluña no tiene una base industrial de similar dimensión a la de los países nórdicos, tener una economía menos abierta, una renta por habitante un 30% inferior… esto sería posible, pero la diferencia principal que dificultaría las reformas necesarias para la consecución de este modelo económico radica en la eficacia y la transparencia de la administración pública. Si esta condición se diera, sólo habría que eliminar los impedimentos, y la mayoría provienen de las políticas del gobierno español, que hoy lo hace en la práctica de los hechos y las realidades, imposible.

 

Para aquellos que defienden la independencia, debería convertirse en evidencia que una gran parte de la población se puede alinear con este paradigma si percibe que el futuro será más cercano al modelo económico, la política social y la gestión pública de los países nórdicos que a las realidades de las democracias actuales del sur de Europa, pero para ello debería demostrar que la gestión pública de la Generalitat es radicalmente diferente de la que practica el gobierno estatal. Si esto no fuera así, gran parte del argumento para la separación sería cultural y sentimental, porque el resto de políticas serían similares a las actuales… ¿Debe ser cierto que si se corta un queso ambas partes son queso?

 

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