La hora navarra (2013)

Mirando a los tiempos que han precedido a la actual coyuntura, únicamente con la finalidad de que nos ayuden a entender los factores que la condicionan,  aparece ante nuestros ojos este territorio que España nos impone como toda y la única Navarra -, para el Estado español solamente una provincia mediana, que en la actual denominación de las autonomías, autoconcedido por el propio Estado, permite denominar como Comunidad Foral de Navarra, C.F.N.-. Un sector de su ciudadanía  no se siente sorprendida de las implicaciones negativas del proyecto colectivo que los dirigentes político-sociales han pretendido imponer; dirigentes estos que procedían del reciclaje de los grupos oligárquicos triunfadores en el conflicto de 1936; conflicto implementado por ellos y dirigido a la erradicación de todo elemento socio-cultural contrario a sus planteamientos. Durante la fase franquista del actual Régimen no encontraron contestación, tras el escarmiento proporcionado  a los disidentes con ocasión de la guerra. Pudieron así reservarse los beneficios de los recursos comunitarios, en principio escasos, y garantizar el sometimiento de la colectividad a su autoritarismo. Finalmente, lo que ha sucedido, tenía que ocurrir; el desastre de su actuación y los riesgos para el futuro de nuestra colectividad.

Por su parte, el sector de la sociedad que se ha mantenido fiel a la oligarquía, asiste atónito y compungido en cierto modo a lo que se manifiesta como el derrumbe de un status de esta entidad administrativa española, percibido  con anterioridad como de privilegio por los partidarios del mismo. La confianza en formar parte de una comunidad (C.F.N.) impulsada por una actividad económica dinámica, servicios ciudadanos de primera calidad y calidad de vida inusual en España, hacía parecer a los «navarros» como realmente privilegiados. Claro que «Navarra contaba con los Fueros» y basaba su entidad en una historia excepcional ¡Vamos! Gestada en la misma cabeza de Júpiter. Al igual que en un psiquiátrico se puede tolerar a un interno vestido con las galas de Napoleón y anular su carácter conflictivo con esta satisfacción para su ego, España ha entendido la utilidad que le reporta una condescendencia similar, permitiendo al pseudo-navarrismo proclamar la «pre-constitucionalidad del Fuero», un principio basado en la excelsitud de la originaria esencialidad navarra, ella misma basamento irrenunciable de España.

¿Cuál sea la percepción de quienes se califican como navarristas, a la vista del colapso de un desarrollo basado en la especulación inmobiliaria, el cierre de empresas que se han revelado inadecuadas y no competitivas para el mantenimiento del admirado desarrollo, las dificultades de una agricultura que presumía de calidad de sus productos y bien hacer de los agricultores, pero que se ha dejado arrebatar por tantas razones sus producciones de mayor rentabilidad…? Al desastre de la crisis, deben añadirse las dificultades de una Hacienda Pública que presumía de fuerte y saneada, cuando no ha pasado ni media legislatura desde que se consignaban partidas multimillonarias para autovías, canales y trenes de alta velocidad, hasta llegar a un punto de la casi ruina presente. Como colofón el juego de manos de los responsables de la administración que han hecho desaparecer la entidad financiera, en principio más considerada como propia, la Caja de Ahorros de Navarra (C.A.N.).

Es el final del trayecto del autodenominado navarrismo, proyecto este definido por su negatividad: Navarra diferente, por no ser vasca. Algunos han creído en esta propuesta por un prurito de autenticidad, hijo del recelo pueblerino frente a instancias de nuestra sociedad -la del conjunto de los territorios navarros- que parecían ignorar las peculiaridades mutuas; cito como caso extremo el de la costa cantábrica con relación a la Ribera; el pirenaico con respecto al de la Depresión del Ebro, etc. … Otros  han adoptado la postura del navarrismo oportunista, quizás sin proclamar recelos, pero percibiendo que era caballo ganador o, simplemente, dejándose llevar por la inercia. A decir verdad, no parecían haberse equivocado ante el éxito del sistema por comparación con otros territorios del Estado español. Tampoco era ninguna novedad, porque continuaba la tradición de una administración directa, que contaba con recursos notables, para atender las necesidades colectivas de sanidad, educación, red de comunicaciones y otras. Las deficiencias aparecían especialmente en los ramos competencia del Estado; los sistemas de mayor complejidad, tales la red ferroviaria, conexión por aviación; pero lo cierto es que la red de carreteras parecía envidiable, aunque existían ciertos puntos que podían llegar a producir estrangulamientos y el acceso a puntos claves de las comunicaciones por ferrocarril y avión resultaba sencillo.

Las perspectivas soñadas por los jefes políticos de la administración nunca abandonaron la euforia y las críticas de los disidentes -no la de la leal oposición, navarrista- eran tildadas de frustración personal. Se cuestionaba la negativa, no ya a la inserción, sino a la simple colaboración con la otra circunscripción administrativa de la Navarra originaria -la C.A.V-, a pesar de la similitud de régimen administrativo, conexiones humanas y culturales en general e iguales o mayores éxitos en el terreno de los logros socio-económicos. A la hora de la planificación se rechazaba con altivez la ineludible coordinación en la mayoría de las materias, adoptando medidas absurdas. La falta de racionalidad de tal actitud lo era si se consideraban los intereses de la colectividad, en ningún caso si se daba prioridad a los intereses de los administradores y de sus amigos. Este ha sido el mal del sistema actualmente vigente en la C.F.N., que en su proyección formalmente más legal ha impulsado proyectos de grandes inversiones que parecían inadecuadamente evaluadas,  a pesar de ser aceptada socialmente la necesidad de las mismas en determinados casos; otras que podían ser perjudiciales desde el punto de vista colectivo, tenían sus partidarios, a veces interesados en ellas de manera muy personal y siempre negando el pan y la sal al sector de la colectividad que no comulgaba con el sistema y sus administradores.

Es lógico que apareciesen fraudes; en ocasiones clamorosos como el de FASA que salpicó a Del Burgo, o la actuación de Urralburu, mientras en la calle se daban por buenos los rumores y más de los manejos de la administración como realidad generalizada. La obstinación en sacar adelante determinados proyectos -Itoiz, T.A.V. y otros- fue contestada, sin que los responsables llegaran a inmutarse. Mostraron disponer de una fuerza insuperable frente a los críticos. Quedaban en evidencia otros más altos intereses como impulsores de tales actuaciones. Todo sucedía, sin que interviniera el poder judicial, como una muestra más de la corrupción generaliza del orden jurídico español vigente. Finalmente, y más a consecuencia de la crisis, que por razones de otra índole, la bolsa de la corrupción ha estallado y manchado al conjunto del sistema. Es cierto, todo hay que decirlo, que el enfado social apreciado en la actualidad es más hijo de las implicaciones de la presente degradación del status sufrido por tantos, que de una indignación nacida en principios de índole ética. La guinda, la liquidación de la C.A.N., paradigma del mangoneo para cualquier administración, desmontada por unos gestores que se atribuyeron su control, despreciando los derechos de los impositores… No es sino la punta del iceberg.

A decir verdad, el comportamiento del sistema propugnado por los partidarios de esta C.F.N., se afirmó gracias a un status jurídico propio y diferenciado, pero que no deja de reclamar su sujeción a España. Este planteamiento era exigido por la casta caciquil que dominaba el territorio gracias al triunfo de las fuerzas que apoyaron a los militares españoles del 18 de Julio del 36. Las transformaciones en los terrenos social y económico producidas durante el largo Franquismo, evidenciaban profundas modificaciones en las escalas de valores y pautas de actuación colectivos, cuando el viejo dictador desapareció; se presumía que implicaban horizontes políticos muy diferentes a los que habían actuado en épocas pasadas. Parecía haberse recuperado la sensibilidad proclive a los valores autóctonos, manifestados en expresiones culturales y folklóricas,  de forma paralela a  la reivindicación de la libertad nacional como patrimonio histórico. Los condicionamientos que actuaron sobre el proceso de cambio del modelo dictatorial a la forma de monarquía parlamentaria, impidieron la ruptura democrática y las fuerzas que habían constituido parte de la Dictadura promovieron una reforma a la que atrajeron a diversos grupos y elementos, considerados anteriormente antidictatoriales.

Es la conocida transición, planteada como alternativa a la ruptura democrática y que  en la C.F.N. dio paso al denominado «amejoramiento», pretendida reforma del Fuero histórico, que en realidad encaja perfectamente en el marco de los estatutos autonómicos. Con este estatuto -simple adecuación del Convenio fiscal que ha regido las relaciones entre El Gobierno español y la C.F.N.- los partidarios de España han mantenido marginados de los resortes administrativos de la C.F.N. al conjunto de los soberanistas. En su diseño y ejecución colaboraron una serie de advenedizos y ventajistas, preocupados por evitar que se les identificase con el caciquismo histórico, pero con el mismo proyecto autonómico ligado a España. Este status ha encontrado el apoyo de los grupos que buscan no ser identificados con los diversos partidos españoles gestores de la transición.

En la C.F.N. se encuentran representados por los elementos de I.U., siempre vacilantes en su trasvase hacia el P.S.N.  y en parte, por los elementos residuales del izquierdismo radical, hoy totalmente amortizado (Batzarre). Este último grupo reclama planteamientos de izquierda consecuentes. En esta línea propone la unidad de las fuerzas de la izquierda -o progresistas-. En todo caso se le ve obsesionado en resaltar las contradicciones en que incurren los soberanistas, desde su peculiar punto de vista, por primar los valores nacionalistas sobre los más importantes de la izquierda. El grupo no deja de representar una opción nacionalista española, cuando afirma la necesidad de concretar una estrategia común para el izquierdismo de la C.F.N.. La estrategia que proponen, debería recoger exclusivamente unas reivindicaciones que ellos califican de comunes, en las que converge la generalidad de los sectores sociales que propugnan el progreso. Exigen, en consecuencia, el soslayo de toda reivindicación nacional de las propuestas por el soberanismo, por estimarlas particulares y considerarlas ellos mismos distorsionadoras en la consecución de los objetivos comunes. De estos grupos es obligado señalar su aceptación del actual marco jurídico –Amejoramiento- y el reconocimiento de la legitimidad de los navarristas, al haber conseguido el control de los resortes institucionales mediante los mecanismos electorales vigentes, que este sector califica de democráticos.

Este es el panorama que presenta esta C.F.N. -algunos empecinados en denominarla Navarra de forma excluyente- y que en la presente actualidad se enfrenta a la urgente toma de decisiones, como resultado de las afecciones de la crisis sistémica. Es cierto que los soberanistas eran conscientes del oropel con el que pretendían rodear los sedicentes navarristas -y los vergonzantes también- una realidad magnífica, que llegaba a permitir a la población de esta comunidad conseguir el más alto nivel en las encuestas de satisfacción colectiva. No extraña, por ello, la perplejidad que se ha apoderado de los sectores sociales que han creído en el proyecto navarrista, cuando la realidad ha puesto las cosas en su sitio.

Y el sitio de Navarra en las presentes circunstancias no es otro que la sujeción a España; una Nación exangüe que se articula en torno a Madrid y cuenta para tal articulación con la adhesión de aquellas regiones que pueden ver en ese proyecto nacional las ventajas de un ordenamiento del territorio con buenas perspectivas. En esta casilla puede localizarse Aragón, por su situación favorable en el terreno de las comunicaciones y con planes de expansión agrícola, gracias a la detracción en su beneficio de la proporción más alta de los recursos hidráulicos pirenaicos; todo ello dirigido a constituirla en un polo con dinámica propia con el acuerdo y colaboración de Madrid. A mencionar igualmente la Comunidad de Valencia; tan favorecida gracias a su notable agricultura, buena situación en el Mediterráneo y demás. Ambas Regiones representan para el proyecto nacional madrileño dos brazos en los que constituir ejes que puedan suplir los polos centrífugos de Navarra y Cataluña.

Por lo que al resto del territorio se refiere, ni las dos Castillas, ni Extremadura tienen capacidad de constituir nada dinámico; cuentan con el apoyo que les vendrá vía la administración del Estado, procedente de esquilmar a quienes perciben como regiones privilegiadas; Navarra y Cataluña. Andalucía por su parte presenta ventajas indiscutibles en muchas áreas; aquí el origen de los males reside  en el orden social establecido desde hace siglos por los conquistadores castellanos, en mayor medida que en otro escenario cualquiera. La Historia de la España contemporánea evidencia este condicionante a través de la virulencia de los conflictos sociales, únicamente controlados con la represión de 1936. La emigración y las ayudas directas han resuelto hasta el momento este problema. En todo caso, será conveniente recordar a los españoles que esta región constituyó durante la romanización e islamización el área más desarrollada de la Península en lo económico y en lo político ¡Quizás los españoles precisen cierta asesoría!

Tratar el actual momento de la C.F.N., no deja de suscitar preocupación. España la contempla como una fuente de recursos, como lo evidencian las actuaciones en Itoitz y Esa; inversiones dirigidas al equipamiento territorial español. Siempre habrá dinero para esos embalses, reservorios de agua para los arcillosos y estériles desiertos aragoneses y exigencias de  suministro diverso para las regiones levantinas. ¿Qué decir del tren? Despilfarro en la ejecución de líneas del A.V.E, en todas las direcciones del territorio estatal, que no llegan a sitio ninguno, cuando a la C.F.N. la castigan a la vieja vía única y sin conexión con Europa ¡Españoles!¡Que nos importa menos Madrid! Pero queremos llegar a esa Europa de la que nos separasteis hace cinco siglos, para nuestra desgracia ¡Qué satisfechos se ve a los grandes mandatarios españoles en la inauguración de sus trenes! ¡Para eso tienen a su rey! Bien, ahora a su príncipe ¡Como si no fuera suficiente un simple alcalde! aunque el príncipe de Asturias y la princesa asturiana… ¡No los tienen en cualquier sitio…!

¡No seguiré por este camino! A pesar de que reclamo la reflexión al conjunto de ciudadanos de la C.F.N., cuando menos de quienes sigan estimando la vinculación con nuestro colectivo social, con la esperanza de que sean conscientes de la gravedad de la situación que nos afecta. Lo hago desde la convicción  de que nos encontramos en un momento muy interesante y ocasión que nos puede permitir enderezar el camino que nos ha traído hasta aquí. No es mi propósito sembrar desasosiego, sino incentivar nuestra capacidad de reacción, con la mirada puesta en la solución de la disyuntiva en que nos encontramos ¡Estamos obligados a comprender que la recuperación de la independencia de nuestro país y su soberanía es la única circunstancia que nos pondrá en situación de ejercer el derecho a decidir en el pleno sentido de la expresión! ¡La AUTODETERMINACIÓN! La Independencia.