El ágora vasca: la plaza frontón

La plaza-frontón de Urroz en una jornada de mercado del siglo pasado.

En muchas poblaciones de Euskal Herria el espacio público entorno a la iglesia y el ayuntamiento constituye su mayor singularidad urbanística. Esta conjunción y cercanía del poder religioso y el político, con una morfología, abierta y de cierta amplitud, propicia un recinto de concentración comunitario que facilita actividades precisas para el desarrollo de la vida vecinal con sus diversos ritos colectivos: mercado, reunión y fiesta. Es la plaza del municipio y a la vez del pueblo, en un sentido social donde reside su capacidad de expresión, relación y acción comunitaria. Tradicionalmente los aterpeak, pórticos adosados a muchos templos y ermitas y también las casas consistoriales con sus característicos bajos de arcadas siguen siendo, un pequeño pero práctico espacio de reunión. Asimismo, son el lugar donde el ancestral hábito de divertirse con una pelota, se constituirá en una genuina actividad popular muy arraigada en nuestro país frente a una pared: el juego vasco de la pelota.

La pelota contra la piedra Con el paso del tiempo y cuando la iglesia carece de pórtico, será uno de sus muros exteriores el que ofrezca un mayor paramento para una de las maneras de juego más tradicionales y sencillas: a mano. La pared de un sitio que se transforma en un espacio: el frontón. Ahí, en ese lugar y momento surge el sujeto del juego indirecto, el pelotari, un joven que se entretiene con la pelota, jugando ante una pared o que compite con otro ante un muro convertido en referencia: el frontis. El partido de pelota como diversión se convierte en una expresión muy destacada de la vida social del pueblo. Es el ágora vasca, la plaza-frontón.

El tipo más simplificado de este espacio es el de una sola pared, el frontis, exento escultóricamente y simbólico en entornos muy diversos. Otra notable referencia en estos territorios es la plaza libre por su modalidad de juego a largo, Laxoa o guante y a rebote, singularizados con una o dos paredes en sus extremos que crean grandes espacios denominados en Iparralde, Place du Jeu de Paume.

Así, según la modalidad del juego dicho frente vertical será complementado por su izquierda con una pared que junto con el suelo delimitarán la cancha. Otras veces, el frontón de dos paredes se construye inicialmente de forma unitaria. Un sólido ángulo vertical genera con el suelo, el triedro característico que delimita el recinto de juego y contribuye a formalizar la plaza.

Emplazamiento Cuando concurren la iglesia, el ayuntamiento y el frontón, el lugar se convierte en un conjunto urbano de suma importancia arquitectónica con una cierta solemnidad monumental, enfatizada en ocasiones mediante el empleo del mismo tipo de piedra.

Cuando el frontón aparece como un elemento autónomo, el concepto espacial de plaza se expande con otras referencias que la encuadran en función de la topografía, favoreciendo en este caso, la construcción de una de sus paredes o unas gradas. En ocasiones el desnivel del terreno propicia que el frontis sea en realidad un muro de contención que permita el aprovechamiento de un lugar para el juego. Este ámbito también suele estar complementado con el paso de un camino o una alineación de arbolado que se formaliza virtualmente con las fugas visuales de un fondo de naturaleza cercano a modo de paisaje prestado.

En los centros históricos de tradicional estructura urbana compacta, el espacio para el juego se crea exteriormente en parajes de notable belleza.

Antiguamente, en algunas poblaciones con núcleo edificado rodeado de una muralla, el juego se establece en el exterior a lo largo del lienzo de la misma o contra el flanco del baluarte pero no se genera plaza sino un amplio espacio.

Una escasa pero original configuración se produce en su encuentro lateral con la lámina de agua, fluvial o marítima, siendo uno de los espacios sublimes del urbanismo en Euskal Herria.

Plaza de la pelota El frontón en su función de plaza adquiere otro singular valor, especialmente para los habitantes del pueblo, cuando ya desde su infancia establecen unos vínculos que permanecerán a lo largo de sus vidas. Las criaturas exploran el recinto en sus diversos juegos improvisados experimentando las posibilidades del lugar. Mostrarán su vitalidad en sus inicios con la pelota frente a la pared intuyendo la energía y geometría del impulso y el sonido del golpeo en los partidos. Esta temprana y cotidiana presencia en el espacio público se constituirá con el tiempo, como lugar de la niñez, en una entrañable memoria emotiva que convierte la plaza frontón en un lugar sumamente simbólico.

En su sentido de ágora radica algo más que el hecho deportivo, es un lugar antropológico que se evidencia cuando se convierte en escenario capaz de acoger acontecimientos colectivos de una sociedad de marcado sentido popular y etnográfico.

Ahí, como centro de reunión se realizarán la feria de ganado, el mercado semanal, o exposiciones de maquinaria agrícola, junto con festividades patronales, comidas populares, bailes, deporte rural vasco y bertsolarismo, o concentraciones y protestas. Tradicionales celebraciones de gran repercusión que fomentan la relación social, dan sentido de pertenencia al pueblo y refuerzan el carácter de foro baserritarra. A su vez, muestra la reacción del ser humano mediante sus diferentes edades y épocas en el ámbito público incluso como lugar intergeneracional. El pueblo entorno a una pared de piedra, el lugar común convertido en un espacio de encuentros y acuerdos: la plaza de la pelota y la palabra.

Arquitectura y mesura El frontón es una sencilla arquitectura autónoma que evidencia con las tres dimensiones de su geometría: alto, ancho y largo, la esencia del juego. Una concurrencia de solidez, esbeltez y ligereza de rotunda presencia cuya forma y proporción se adapta a las normas del juego.

Tectónicamente duro, construido habitualmente con grandes sillares de piedra caliza con tonalidad grisácea (en Nafarroa con tonalidad rojiza), así como también en ladrillo, excepto en los raseados pintados de blanco. Absurdamente se ha generalizado en muchísimos lugares el color verde por la influencia de las transmisiones televisivas creando impactos visuales. Ornamentalmente sobrio, como mucho, el escudo del municipio, el año de su inauguración o el nombre del mismo. Únicamente una línea de chapa metálica en el frente, otras líneas verticales pintadas cuando tiene pared izquierda, junto con otras horizontales son testimonios del reglamento de juego. El frontón aislado de mínimos requisitos constructivos, paredes sostenidas por contrafuertes posteriores en los extremos o frontis exentos con un grosor decreciente.

Destaca en su austeridad formal, por no necesitar objetos complementarios que desvirtúen su fundamental concepción simple y sobria. Como equipamiento deportivo es una construcción consustancial para la comunidad que históricamente ha estado muy bien emplazado en casi todos los pueblos de Euskal Herria. Poseen una apreciable riqueza tipológica, son todos parecidos pero diferentes.

Esta presencia tan significativa de los frontones en nuestro país y la variedad de modalidades de jugar otorga el reconocimiento y derecho a una cierta patrimonialidad vasca en el legendario y generalizado juego de la pelota como pasatiempo en muy diversas y remotas civilizaciones. Por su difusión y emplazamiento incluso en otras naciones, el vocablo Jai Alai es quizá la palabra vasca con mayor propagación, constituye un símbolo identificativo, probablemente la más importante contribución, además del euskera, de Euskal Herria a la cultura universal.

La plaza frontón podría definirse como una arquitectura profundamente arraigada en la conciencia popular como paradigma del espacio vasco por antonomasia, es el altar de la patria.

 

http://www.noticiasdenavarra.com/2013/08/03/sociedad/navarra/el-agora-vasca-la-plaza-fronton