Ciudadanos con mordaza

Dicen  que los ciudadanos ignorantes constituyen una pléyade y que a causa de tal ignorancia pierden su conciencia como tales. Más propiamente expresado, que se comportan como un rebaño de ovejas. Bala para protestar, pasta y como buenos borregos, se dejan guiar.

Otro grupo de ciudadanos, quizás más restringido, por pura pusilanimidad e incluso miedo descarado, calla. Lo que indicaría,  que al carecer de palabra, la esencia ciudadana no se expresa y permanece inédita.

En la opuesta vertiente, hay ciudadanos que poseen el monopolio de la palabra. Y viven florecientes.  Triunfan con su verbo, mientras su discurso se  acaricie  y se adapte a las orejas de los dueños del cotarro: oligarquía, actores de la gobernanza, ministros de Ala, Jehová, y otros altísimos…

Nos quedan los verdaderos ciudadanos. Los que sistemáticamente son vituperados, expurgados, encarcelados por ejercer el derecho a la libre expresión, sin cortapisas y sin pelos en la lengua.

El porcentaje y la calidad de estos ciudadanos, son el auténtico termómetro del espíritu democrático de un estado.

Pero el miedo es libre y muchos ciudadanos nos vemos obligados a calarnos una inhumana y vergonzosa mordaza. Porque decir lo que se piensa  en un sistema corrupto, vengativo y facineroso, puede situar tu supervivencia en el filo de la navaja…

Y es que con frecuencia resulta una auténtica zozobra, tratar de calibrar, hasta donde puedes expresar tus sentimientos y criterios. Ya se sabe, subterfugios tan ladinos como la apología de esto y lo otro… Que en temas como la monarquía, el terrorismo,  la hipocresía y corrupción políticas, la brutalidad policial, “los demócratas de toda la vida”, vigilan día y noche con la caña levantada. Que para algo cobra el virrey…

Y puesto que el tema está en el candelero, ¿qué podríamos decir, acordes con el derecho a la libertad de expresión, sobre los acuerdos del TEDH?

Las Asociaciones de víctimas, ya han hablado. Y no sólo con todos sus derechos, “como no podía ser de otra manera”, sino con la bendición urbi et orbi de los “`padres de la patria”.

Evidentemente, todas las muertes violentas, incluso las resultantes de la propia defensa son abominables. Pero no vemos que esa proclividad de los españoles para tachar de asesinos a los activistas vascos, -la utilicen o hayan utilizado- con los criminales franquistas. Que por cierto, jamás se arrepintieron ni pidieron perdón por sus crímenes.

Mi memoria -como la de tantos otros- guarda relatos tan sórdidos como truculentos de muchas víctimas del franquismo. Víctimas que vivieron, e incluso viven bien cerca de nosotros. Digo que vivieron, -por expresarlo de alguna forma-. Soy testigo de hasta donde las  humillaron, envilecieron y amargaron en su existencia…

¿Perdón y arrepentimiento…?

Sabido esto pues, no acepto que la derechona –y muchos de sus monaguillos de una izquierda de sainete-, vaya encorajinando a la ciudadanía más vacua y paranoica, con el rollo ese del arrepentimiento. Tal proceder, además de crueldad y cinismo, no pasa de puro y brutal odio, o profunda y preocupante inconsciencia…

Me resulta enormemente complejo analizar si Troitiño, o Inés del Río, son más –personalmente no lo creo- o menos sanguinarios que, Fraga Iribarne, Martin Villa, el  general Galindo, Saenz de Ynestrillas,  el señor X … etc…

Sin embargo, lo que vemos, es que unos se pudren o casi, en las cárceles y otros han “folgado” a sus anchas entre lujos y laureles…

Claro y meridiano me queda que la extorsión, el crimen o la tortura, son perversas como monedas de cambio en todo proceso y empresa política. Pero en este rechazo sin fisuras de cualquier tipo de violencia para objetivos políticos, me resultan más condenables unos hechos que otros.

Por ejemplo, que cualquier gobierno que alardee de estado de derecho, utilice el crimen – Gal y otros cuerpos paramilitares..-, la tortura, la mentira, la represión indiscriminada…

Personalmente me parece bastante más grave, que una insurgencia, cuya violencia armada además de ser condenable, pueda resultar logísticamente inviable y carente de realismo y aceptación ciudadana…

Y que como en el caso de ETA, no surge por generación espontánea. Que las relaciones de Euskalherría con España han estado secularmente erizadas de hostilidades. Y que como lo llamaba el “ínclito Ansar”, el movimiento vasco de liberación, nació como respuesta a la insoportable represión franquista.

Y que por otra parte, la historia ya pondrá a cada cual en su sitio.

Porque es cierto. No podemos olvidar que Moshe Dayan, Arafat, el propio Nelson Mandela, fueron considerados feroces terroristas…

No seré yo quien juzgue a estos activistas… Porque además, ya sabemos quienes y como, se maneja el concepto de terrorista…

¿Que es, sino  brutal terrorismo, decretar una guerra contra un pueblo –pongamos por caso, Irán, Palestina….- con dificultades económicas o que un drone –como si nada-,  acribille a  unos ciudadanos inermes y despistados…

Lo que decimos, que un estado de derecho, está más obligado que nadie a respetar las leyes y los derechos humanos que ha jurado mantener…

Los que hemos podido arribar a la tercera edad, tras haber mamado tanto ensañamiento, obscurantismo…en una palabra, la barbarie franquista, de pocas cosas no extrañamos.

Y no entendemos con que autoridad se enervan los gerifaltes neofranquistas, gestores de uno de los mayores genocidios de la historia moderna.

¿Cuántas décadas hemos  llevando atragantándonos con los palios, laureadas, homenajes, placas conmemorativas en honor de los genocidas de la cruzada… ? ¡Y nos hablan de impedir homenajes…!

Y es que cuando los de aquí, oímos a los de ahí, es decir a los de allende el Ebro, pontificar sobre nuestra vida y milagros, alucinamos. Tan cerca y a tantos años luz en la forma de ver, la historia, la economía, la política, es decir, su política…

¿Entienden los españoles por qué sus fracasos son nuestros triunfos y nuestros fracasos sus triunfos? ¿Por qué sus gerifaltes son nuestros verdugos?

Ese empeño que manifiestan en decirnos por donde, a donde y como hemos de caminar… A uno se le antoja que vivimos en distintas galaxias.

La verdad, no se si me apabulla la ofuscación o algún tipo de complejo… Será  ese maldito síndrome de aldraguear tanto por los enredos  del  quilombo cortesano y de sus voceros.

¿Cuántos ciudadanos, -que como un servidor, a pesar de entender el bien razonable malestar de tantas víctimas de cualquiera de las violencias terroristas-, han de acoplarse al guión oficial?

¿Cuántos ciudadanos exigirían la aplicación de la doctrina Parot, a determinados “pájaros” de la gobernanza, de las finanzas, de las ingenierías bélicas…etc…?

¿Dónde conspiran, se solazan y holgazanean los más sanguinarios terroristas?

Pero en definitiva, eso. Que las mordazas y el miedo siguen cumpliendo su función. Este si que es el auténtico sistema para embrutecer a las mayorías silenciosas…