Sobre sueños y soberanismos

¿Se imaginan que un buen día, nuestros hermanos andaluces, ¡Dios les guarde!,  -bueno Dios y Alá, no herir susceptibilidades y que además, el dios de los califas no les queda tan lejano- optaran por ser independientes?

¿Se imaginan que un buen día, los béticos, hartos de tanta crisis y otros latifundios , decidan largarse de la madre patria…? ¿Qué se harten de  tal progenitora que a la postre siempre resulta, mala, displicente, extraña, desalmada, arrabalera, etc…etc…?

Da la casualidad, que ese gran día, se ha paseado por uno de mis sueños nocturnos…

Como que se arremolinaron las masas andaluzas, Béticas se apodaban, y decidieron, que visto lo visto, se proponían independizarse de España. Que ellos, eran capaces, sin intermediario alguno de organizar mejor sus recursos. Y que por ende, el hartazgo de los chanchullos de la corte tocaba fondo. Y que no tenían por qué torear hambrunas y otras jerigonzas…

Fue la iglesia muy nacionalcatólica ella, quien primera ascendió a la palestra de la defensa de las esencias patria. Y habló de la inmoralidad de quebrar la sacrosanta unidad, de la España de los valores eternos, reservorio de las grandes virtudes de occidente..

Pero los béticos, hasta las meninges de  históricas sandeces y gansadas, que si cruzadas, inquisiciones y ruedas de molino como sospechosas infalibilidades y otras zambras virginales, declararon que bastaba de teatro…

En el parlamento se enzarzaron en tremendos bizantinismos y dogmatismos fuera de tiesto, más propios de los oxidados púlpitos… Al fin acabaron como el rosario de la aurora a gritos, insultos y el “tú más”

Algún unionista recurrió a la sacrosanta intangibilidad de la constitución. Impensadamente, un parlamentario de un partido mayoritario, se pronunció a favor de la nación andaluza.          Se vio que siempre había andado de incognito y de tapadillo, por si las moscas. Trató sin éxito de reproducir alguna de las proclamas  de nacionalistas andaluces como Mario Méndez Bejarano y Antonio Machado Nuñez. No lo consiguió porque el hemiciclo, como de costumbre era una pura jaula de grillos.

Dijeron que buena la armó. En un arrebato insurgente, declaró que a la Gehena la tal constitución. Que la última palabra es la voz ciudadana… Y que no hay más soberanía que su voluntad…

Por su parte, los militares lanzaron sus arengas. Previamente  se les aconsejó a dejar sus armas en el desguace, para evitar males mayores. En caso de llegar a un acuerdo podrían reciclarse, que por aquellos lares se precisaban muchos arados…

Pero claro sin armas sus palabras quedaban inconexas, vacías, inconsistentes…¡Que vale la palabra de un militar si les birlan el acero…!

En cuanto a la cúpula de jueces… Colocáronse sus togas y birretes, sentáronse muy dignamente en sus poltronas y pusiéronse en contacto telefónico con el hemiciclo. Pero viendo y oyendo la zapatiesta formada por las señorías, decidieron reunirse a deliberar  en un tres estrellas michelín…

A todo esto, los plumillas andaban como locos. Esperaban algún viso de desenlace para adscribirse rápidamente al grupo o gorpúsculo, que ellos consideraban más garante…

Evidentemente, mi elucubración ni siquiera llego a sueño. Como mucho a ensueño…

Lo extraño es que se tratara de la soberanía del pueblo andaluz. Claro que más difícil fuera que se tratara de la Rioja, porque cosa más imposible… Y mucho menos, por supuesto de Castilla la vieja, porque si hace sesenta años ya nos decían que estaba vieja, mejor ni pensar en qué condiciones se debe encontrar actualmente… Y que para movidas revolucionarias, no puedes jugar con venas viejas…

Como quiera que sea, las conclusiones a las  que en esta índole de temas llega cualquier demócrata con una mínima cohesión democrática, son inevitablemente reiterativas.  Y es que al parecer, las instituciones, del tipo que sean, políticas religiosas o militares, todavía no han asumido que están al servicio del ciudadano. Que nadie les ha elegido para que ejerzan de negreros, vampiros o buitres…

Que si los ciudadanos quieren ser catalanes, vascos o gallegos, no debiera de existir, iglesia, gobierno o ejército que se interponga en la voluntad de los ciudadanos catalanes, vascos o gallegos.

Y que mientas las instituciones no entiendan este mensaje y no entren en auténticos parámetros democráticos, como que ya podemos olvidarnos de instaurar una auténtica paz.