Cataluña: el argumentario español

Hace unos días el Ministerio español de Asuntos Exteriores envió a sus embajadas de todo el mundo un texto de 200 páginas con un trabajo de recopilación de citas de prensa y réplicas argumentales. El material, distribuido por el ministerio que dirige José Manuel García Margallo, se presenta como un argumentario que deben utilizar los miembros del cuerpo diplomático en sus contactos internacionales para contrarrestar la posible simpatía o la comprensión que dichos medios pueden desarrollar hacia el proceso catalán de independencia.

El diario ARA ha publicado el citado material. http://static1.ara.cat/static/ARACat/ARAFIL20140127_0002.pdf

Entre los autores y articulistas que sirven de justificación para el argumentario aparecen profesores, pensadores, escritores y políticos de Catalunya. En muchos casos se trata de citas y comentarios extraídos fuera de contexto, algunos alejados en el tiempo y todos rebatidos en una especie de tesis reactiva. No faltan tampoco mantras y referencias a las excelencias del sistema político español, y a la única viabilidad o posibilidad de salvación que se encuentra en la Constitución española del 78.

Los medios catalanes se han hecho eco del citado material diplomático, que establece el marco internacional como terreno de juego del proceso independentista. El Singular Digital, por ejemplo, se refiere a la inclusión de un viejo artículo de Victor Alexandre.

‘El Singular’ está entre los medios que ha utilizado el Ministerio de Asuntos Exteriores español, dirigido por José Manuel García Margallo, para elaborar su argumentario de 200 páginas contra el proceso soberanista catalán, y que ha enviado a sus embajadas. También incluye textos de ‘La Vanguardia’, ‘El Periódico’, el ‘Ara ‘y citas de TV3, además de declaraciones parlamentarias, entre otras fuentes. Según el documento completo, que publica hoy el diario ‘Ara’, bajo el titular «España totalitaria» consta la frase de un artículo de Víctor Alexandre publicado en ‘El Singular’ (*), claramente sacado de contexto. «En el caso de Cataluña y España, sólo una de las partes es demócrata, la catalana. La otra es totalitaria, arrogante y despótica, y eso complica las cosas». Lo acompaña con una descripción de Alexandre como «periodista catalán», y cita la fecha del 2 de noviembre de 2010. El artículo de Alexandre hacía referencia a una decisión judicial contra la lengua catalana, hace tres años (Lluís Bou, EL SINGULAR DIGITAL).

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(*)

La ofensiva contra Cataluña

Víctor Alexandre

El ataque violento a la lengua catalana por parte del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña -en realidad debería llamarse Tribunal Superior de Justicia Española en Cataluña- no es un hecho meramente circunstancial, fruto de un capricho del azar, sino que responde a una ofensiva muy bien planificada que tiene, como todas las operaciones inteligentes de este tipo, una cara feroz y otra más amable. La feroz la pone el PP y el amable el Partido Socialista, pero todo ello no es más que un reparto de papeles con una unidad de destino.

España sabe que Cataluña se va. Lo sabe hace tiempo. Mucho antes de que lo supieran los mismos catalanes. Algunos, incluso, todavía no se han enterado y otros hacen ver que no lo saben. Pero Cataluña se va. Y como, con su marcha, España experimentará una crisis muy similar a la del 1898, es comprensible que desde Madrid se haya diseñado una estrategia para paliar sus efectos.

No, no es que España dé por hecha la independencia de Cataluña. La da por hecha en su fuero interno, sí, pero, fiel a la mentalidad aniquiladora de pueblos, culturas y lenguas que patenta su historia, intentará hacernos tanto daño como pueda hasta el último minuto. Los arrogantes son mucho más peligrosos que los humildes, porque detrás de un arrogante suele haber siempre un acomplejado. Y si hay algo que un acomplejado no puede soportar es la humillación, o, mejor dicho, lo que él vive como una humillación. El maltratador que mata a su mujer, cuando ésta le dice que se va, responde a menudo a la misma tipología. Quiero decir con ello que el proceso de independencia de Cataluña no será plácido, como se vislumbra que lo serán, por ejemplo, el de Flandes o el de Escocia. Para que la separación política de dos naciones sea apacible, hace falta que ambas sean demócratas y que acepten el derecho inalienable de la otra a ser lo que quiera. En el caso de Cataluña y España, sólo una de las partes es demócrata, la catalana. La otra es totalitaria, arrogante y despótica, y eso complica las cosas.

Por suerte, como digo, el proceso es irreversible, pero que sea irreversible no quiere decir que evite mientras tanto el expolio que sufrimos -60 millones de euros cada día- ni las infraestructuras tercermundistas que tenemos debido a la falta de inversión del Estado, ni la rapiña de nuestro patrimonio cultural -el Archivo Centelles, los bienes del obispado de Lleida, la adquisición de obras de arte, con dinero catalán, que van directamente a los museos madrileños…- ni el sistema radial que hace de Madrid el centro neurálgico de la vida catalana, ni el carácter marginal de nuestra red de comunicaciones nacionales e internacionales, ni la imposición de la lengua española, ni el dinamitado de nuestra convivencia. La irreversibilidad de la independencia de Cataluña no sólo no evitará todo esto, sino que lo aumentará -ya está pasando- con el objetivo de debilitarnos en todos los ámbitos. Sin embargo, tiene una parte buena. Y es que nos advierte que el tiempo va en contra nuestra y que cada día que permanecemos subordinados a España es un paso más hacia nuestra desaparición como pueblo.

Debemos ser conscientes de que el ataque a la lengua catalana, como lengua preferente en los ayuntamientos -¿en qué nación libre la lengua propia no es la lengua preferente?-, la ha iniciado el PP, es cierto. ¡Pero cuidado, que hay trampa! Hay trampa porque el ataque del PP se fundamenta en la repulsiva sentencia del Tribunal Constitucional español, y esta sentencia es obra de los dos partidos que lo configuran: PP y Partido Socialista. Es decir, que el diseño de la ofensiva es de ambos. Lo único que cambia son las apariencias posteriores. Los socialistas construyen la base legal del ataque y los populares disparan metralletas. Y, para que todo esto sea posible, es necesario que los 25 diputados socialistas catalanes que hay en Madrid voten cada día, sistemáticamente, en contra de los derechos nacionales de Cataluña.