¡Que bajen las armas!

Tengan la seguridad, señores, que si las bajan, los vascos damos media vuelta y ¡hasta luego Lucas! Quedaros con vuestras marcas y grandezas imperiales, con vuestros jueces, tricornios y campeadores…

¿Por qué no entienden que no queremos vivir en una España ladrona de Pueblos?

Que como de costumbre, el berenjenal español, está demasiado movedizo, harto gris y contencioso.

Navarros y vascos en general, sabemos que el escalofriante pasado ni pasó, ni pasa.

Nuestro pasado sistemáticamente, nos lo quieren borrar de la historia. O lo queman. De la misma forma que Martín Villa, dicen, ordenó en 1977 quemar todos los papeles del Movimiento Nacional.

En España la historia nunca nos cambia. Siempre se perpetúa en un movimiento tan inacabable como asfixiante.

¿Quemaron los papeles? Debió ser, que no había otra forma de hacer desaparecer tanta pringue. Es decir, pruebas y señuelos de la batahola de crímenes y atrocidades que el imperial devenir -como el franquismo- ejecutó contra el pueblo.

Ahora vemos que la transición realmente no pasó de ser una impune mascarada, un cambio para que nada cambiara y un gran negocio para unos pocos. Un pacto entre indeseables –y negocio fabuloso para las habituales familias de la corte-, que dice Gregorio Morán. Que en España, las transiciones, son traiciones.

Normal que los agraciados con tal cambio quieran beatificarla. Sin ir más lejos, los partidos -¿clandestinos?- PCE – ¿Alguien ignora que las ideas de Carrillo, se las engulló la legalización del PC?- o PSOE.

Auténticos traidores, tales sociatas y “comunatas”. Lo dicen notables historiadores. Pregunten a Paul Preston.

Al parecer – semejantes impostores-, habían jurado no aceptar ninguna constitución que no emanara de un período de libertad constituyente. Y mira el mejunje… Digamos que con todos estos impresentables, toda su corrupta legalidad, pierde absolutamente toda legitimidad. Porque este pacto solo podía derivar en lo que hoy padecemos, un estado pútrido e irrespirable.

Se ve que las prebendas y canonjías, ofertadas por el dúo Torcuato Fernández Miranda y Suárez con la anuencia borbónica, bien valían su misa…

Es que en la piel de toro nunca se fraguó una lucha decidida antifascista, con una auténtica reclamación del republicanismo democrático.

Y ahora, los que no queremos Borbón, tenemos Borbón y medio…

Y fíjate que dicen que en la historia, no ha existido un Borbón con talento. Que solo se mostraron expertos en mujeres, cetrería y amasar plata…

Es la estaca a la que estamos todos atados, que decía Llach…

Se inventaron un sistema proporcional, no mayoritario, por el que normalmente nunca eliges al representante que quieres. Un sistema por el que inevitablemente el gobierno termina en las manos de la oligarquía… Hoy lo estamos tributando a real de vellón…

Se hicieron dueños de los medios para manipular y embaucar a un pueblo ya de por sí profundamente ignorante. Y cuando a pesar de todo, el pueblo despierta, o lo paralizan de puro pavor –virgenceita que me quede…-, o lo rompen de pura represión… Porque el robocop hispano, va a muerte…

Y es que con semejantes cuerpos represivos, una auténtica democracia, nos queda bastante lejos…

Milagro es pues, que aún con todo esto, el pueblo siga empujando la estaca…

Pero sigue… Es el espíritu humano que ha hecho posible emancipaciones, liberaciones y la conciencia ciudadana. Esa conciencia que nos dice que las normas, las leyes y las constituciones, deben basarse en la voluntad libre del ciudadano, nunca en la amenaza de tricornios o tanques.

Porque digámoslo bien alto, la constitución española es ilegítima e inmoral.

Es así, porque su vigencia no depende de la voluntad del ciudadano, sino del humor inestable y sanguíneo del temperamento cuartelero (Art. 8 de la Constitución). Siempre tan aficionado –el temperamento castrense ese- y proclive a sediciones y golpes de estado…

Hoy sabemos muchas cosas… Probablemente, que el rey este – con su “distinguida prole”-, en una sociedad normal, hubiera sido derrocado…

Pero claro, vivimos en una sociedad basada en las normas del régimen franquista, que van desde el Ibex 35, al poder judicial, con miembros del poder supremo que juraron su fidelidad al antiguo régimen… Y que como en tiempo de Franco, sólo existe un poder, el ejecutivo, que impera sobre el judicial y el legislativo…

Y no quiero dar mas vueltas al ruedo carpetovetónico.

Por eso vuelvo al encabezamiento. ¡Españoles…!, dejen de amenazar con sus constituciones, derogaciones, tricornios, y aceros testiculares y verán en que se quedan todas sus razones patrióticas…

Será la mejor forma de contemplar como en la España articulada con fórceps y otros crímenes, por Austrias y Borbones, el Céfiro deja de ser recurso poético. Porque la verdad, ya es hora de que al fin, en la península ibérica, se oxigenen pueblos, conciencias y culturas…