A tal rey, tal ley

Todo sea por la unidad y los privilegios de los privilegiados de la unidad con vitola monárquica.

Sobre todo en un país con gobiernos en el que la pedrea de leyes, es tan simple y copiosa como el de una picadora para embutidos.

Bueno, país o Insula Barataria. Lo digo, por aquello de que el predicamento del ciudadano, por estas latitudes es de chichinabo. Como en Barataria se computa en bledos y cominos.

Pero ya sabemos que en todo evento de entidad ciudadana, los picapleitos de la gobernanza nos orquestan el consabido batiburrillo legal. Que si algo tiene el poder, -máxime cuando como ahora, el sustrato que lo alimenta es en puridad una sal o “politicato” de fascio-, es pánico a la palabra del ciudadano.

Eso tiene una única lectura. En la España franquista, el poder jamás representó a los ciudadanos. Era la dictadura de la oligarquía, del altar y de los cuarteles: Oro, ara y acero.

Eso no cambió con la transición –o traición-. Por eso hay rey. Por eso se legisla sin la anuencia ciudadana. Porque la asignatura pendiente del estado español, además de otras, es el respeto y el acatamiento a la voluntad del ciudadano y no a otra voluntad, por muy monárquica que sea.

Eso pensamos, los que no aceptamos más inviolabilidad que la de la mayoría ciudadana. Ciudadanía que está de glamoures, venas de azulete, y marcos rococó hasta el coleto…

Que la corona –no corina que dice mi vecina- ya no es representante de Dios. ¡Dios nos libre…! Ni ya son infantes o crisálidas del Olimpo… Tan solo puros frutos de úteros quebrantados, como todo hijo de madre… ¿Qué se habían creído la iglesia y el vulgo?

Y ahora que al Borbón franquista –por lo del dedo de franco…-, apenas le soporta la muleta, se afanan en parir leyes. Leyes “ad hoc, recurso harto endémico en esta ínsula…

Dicen que son leyes orgánicas. Como las de Franco. Y que emanan de los órganos fácticos –los del presi Tancredo y comparsa, con sus botines y espadachines…-, pero no de la ciudadanía, ¡Ah…!

Lo cierto es, que el asunto es tremendamente zahiriente para muchos de nosotros.

Evidentemente no son los tiempos de Luis XIV o del Zar Nicolas II, para ajustar los desaguisados de las monarquías.

Ahora, ¿No parece escandaloso dejar impunes los desmanes financieros, éticos, ecológicos y quizás políticos del viejo Borbón? Al menos no con mi venia, que semejante transigencia, repugna a mi conciencia. Y que lo del 23 F, ni me lo mienten, que algún día, hasta las piedras gritarán las auténticas peripecias del esotérico follón… Veremos en que se queda tal esoterismo…

Tengo absoluta seguridad de que si Navarra, todavía usurpada a los navarros, hablara, jamás aceptaríamos monarcas de tal pelaje… Porque de verdad, ¿alguna vez lo hemos aceptado? Que me refresque alguien la memoria, que no me consta…

Y es que, por el hecho de que la ultraderecha radical, tan franquista como barcinista y otras cosas, rezume baba en presencia de sus altezas… Hombre, testimonial si que lo parece, pero eso…

Servidor sin embargo, opina que tal homenaje huele más a tributo a la canonjía… Cualquiera sabe, porque la derechona cambia la indumentaria con más desenvoltura y habilidad que cualquier profesional de la comedia.

Pues eso, que a tal rey tal ley. ¡Viva la impunidad! y al ciudadano que le den sopas con hondas…

Mas vale que los de a pie, no las gastamos como el criminal Mola o el genocida Franco…

Y que conste que en estas apreciaciones que con ciertas cautelas oso liberar, en absoluto me estoy decantando por la república española… ¿De qué?

Uno simplemente, se expresa desde el espíritu del derecho pirenaico que reside en nuestras esencias vascas.

Quiero decir, que como foralista confeso, opto por la reintegración y “agiornamiento” de nuestras leyes e instituciones. Los navarros a lo nuestro y los republicanos a lo suyo… ¿Qué si soy republicano? ¡Venga…¡