Repugnante reduccionismo interesado

 


Nada justifica una muerte como la de Inazio Uria. En un pueblo tan pequeño como el nuestro cualquier muerte violenta es un terremoto social, un fracaso colectivo. Y es difícil opinar sobre ello con libertad. El miedo acerba la cobardía ante el pensamiento obligatorio, alimenta y enerva el discurso correcto y sobre todo la hipocresía política contaminan toda posible valoración honesta.

Es cómodo y beneficioso estar en «lo correcto». Decir lo que hay que decir no es decir lo que se piensa, y poca gente se atreve a decir en público lo que piensa. La violencia contamina nuestra cotidianidad desde tiempo casi inmemorial, pero la podredumbre de los carroñeros hace insoportable cualquier intento honesto por avanzar, ir más allá, lograr que por fin esta sea la última vez.

Nada justifica una muerte, ninguna. Pero todas conllevan una explicación. En la oronda Europa del siglo XXI me repugna el falaz discurso «ético» oficial sobre el valor de «la vida humana». Hay vidas de primera, de segunda y de regional preferente. Sin irnos hasta los cotidianos «meros números» afganos, iraquíes o palestinos, sin nombre ni padre conocido, aquí también, la muerte genera mayor o menor indignación en función de la identidad, el rol social de la víctima, en función de la explicación de la muerte, en función del autor de esta.

Estamos acostumbrados a la mujer torturada y muerta semanal por el terrorismo machista. A ver ¡las iniciales! del trabajador al que «se le ha caído una piedra encima» o «cayó del andamio». Estadísticas y poco más. Nada justifica una muerte, repito, pero estas en concreto son transparentes, vidas de segunda, funerales de tercera, sufrimiento anónimo del cuarto interior izquierda, sin visitas oficiales de duelo.

Hace pocos días también mataron violentamente a un chico de Santutxu, Gaizka Etxebarria. Injustificable, flipante. Por un coche o por las razones que fueran. Pero era un «suceso» con morbo no más, no había mucho que rascar, no había política por medio. El esfuerzo-recompensa de los representantes de «la cosa pública» por ir a su funeral era igual a nulo. Nadie estuvo oficialmente por allí pese a ser una muerte violenta e injustificable.

¿Política? ¡Pero si la doctrina oficial políticamente correcta es que no hay conflicto y que a ETA, «banda terrorista de delincuentes», se la derrota y ya está!

Y en eso están o dicen estar. Puro reduccionismo. La ética no mueve, sino la política. La presencia política e institucional, el tratamiento mediático, las lágrimas de cocodrilo hacen de esta muerte algo excepcional y algo rutinario a la vez. No existe nada más. Vacío y hueca palabrería ante una lista que sigue creciendo. ¿Valentía para romper la baraja del inmovilismo políticamente correcto para acabar con escenificaciones que solo pretenden rédito político y electoral? Los éticos del doble rasero, los que han pervertido la palabra condena vaciándola de contenido, con el falaz «yo también condeno la tortura, todas las violencias, el GAL y la guerra de Irak» y han hecho de ella un tótem mágico que te homologa o te margina en base a un más que discutible concepto ético. Pensamiento correcto, ética correcta versus vacío moral, discurso predeterminado, pose y nada más. Muchas veces pienso que quedan con un «hasta la próxima». Me indigna ver que por mediocridad, cobardía o interés, la frívola clase política, incapaz de articular una salida real al drama, cacaree y balbucee los mismos discursos vacíos que oímos desde hace décadas, mientras el sufrimiento sigue a diario condicionando nuestras vidas, nuestra libertad, la de todos y todas. «ETA está derrotada», «desarticulada la dirección», «los últimos estertores», «la grapización», son cuatro y un tambor… da igual, dos telediarios o tres mil. Nadie disiente, nadie se escapa de la tutela del pensamiento correcto, de la doctrina obligatoria. Donde dije digo, digo Diego respecto a la naturaleza del conflicto, su diagnóstico, a el diálogo como recurso no como cliché bucólico. Cerrar filas en torno a la «unidad de los demócratas» durante 48 horas para repartirnos esos ayuntamientos que no pudimos ganar democráticamente, y si no, retiro dorado a una multinacional o a algún cargo «de provecho».

No existe mayor mezquindad política que la de aprovechar esta muerte para acorralar a los representantes políticos elegidos en los consistorios políticamente incorrectos, desvirtuar un trabajo público municipal callado, sobresaliente en muchos casos, y sobre todo desacreditar la honestidad de estos servidores del pueblo por ser coherentes con su criterio político, abiertamente en contraposición con el pensamiento y la actitud correcta y obligatoria que impone el Estado y sus representantes. Mezclar churras con merinas para pescar a río revuelto.

ETA debe reflexionar. Seriamente. Pero no es el único eje sobre el que depende la solución. ¿Y los demás actores no han de reflexionar? ¿No debieran salir de la esterilidad crónica de la inacción política? ¡A más política menos lucha armada! Es esquizofrénico, los días pares han de articularse criterios políticos sobre el conflicto y los impares ETA es el único problema. Inconsistente, vergonzoso. Lo que funciona genéricamente en la resolución de otros conflictos ¿por qué no funciona aquí? ¿qué autocrítica se hacen el gobierno y los partidos respecto al proceso de diálogo? ¿y respecto a la eterna lucha antiterrorista? ¿hay o no conflicto? ¿La pelota sólo está en el tejado de ETA? La versión oficial, la correcta, la obligatoria es esa, todo depende de lo que ETA haga, para bien o para mal.

¡Resignación cristiana! Se la suda. Plantear que el problema es solo ETA y que de su disolución voluntaria depende el final del sufrimiento es frívolo éticamente, improcedente técnicamente y políticamente impresentable, pero es lo que hay desde hace tiempo. Una extrema estrategia de reduccionismo interesado que les ha hecho creerse sus erráticos parámetros.

Zelinjam Yandarviev, poeta y dramaturgo checheno, presidente sucesorio de Dudayev y muerto en atentado en el exilio qatarí por los «democráticos» servicios secretos rusos SFB, contestaba una vez sobre a una pregunta sobre la victoria chechena en la primera guerra contemporánea 1994-1996 diciendo que los chechenos más que vencer habían sido «no vencidos».

Esa clave es fundamental para entender que las lógicas reduccionistas de victoria-derrota, son inválidas para proyectar lógicas de resolución. No es posible «la derrota de ETA», porque no funciona en clave ofensiva, sino de resistencia, por lo que el ciclo actual es perpetuo, si no existen otro tipo de iniciativas, discursos y propuestas ¡políticas!.

Ójala el reduccionismo interpretativo táctico diera paso al reduccionismo operativo. Estoy seguro de que una mera «llamada de teléfono» articularía el principio del final del conflicto y por ende de ETA. Pero por incapacidad o por interés, los gestores políticos con resortes para la resolución de un conflicto, condenan a perpetuidad a la sociedad vasca a convivir con estadísticas mortales al igual que en otros ámbitos sociales. Parece que mientras no haya excesiva alarma social existe un ratio mínimo aceptable de muertes por…»accidentes laborales», «violencia de género», «terrorismo», «inseguridad ciudadana», claro que según quién muera, la repercusión será proporcional a ¿su importancia social?

Por lo tanto, si no hay que articular resortes para superar un conflicto multivariable y multilateral, entonces menos lagrimas de cocodrilo y más nitidez. ¡Coherencia por favor! En función de esta clave la muerte de Inazio es igual que la de Gaizka o la de ¡AIT! en las obras de la Supersur, y todo el circo mediático, el rango de Estado, solo obedece a espurios intereses políticos y electorales. Lo único cierto es que cuando pasen los fastos oficiales, la familia de Inazio estará sola, con su entorno, como los familiares de los torturados en Nafarroa o de los presos enfermos terminales con cadena perpetua, y los políticos a otra cosa mariposa, que llegan las elecciones.

Apago la radio, han empezado pronto con un ¿debate? sobre la «enfermedad moral» de los vascos en general y de los amigos de Inazio en particular. La paja en ojo ajeno. Los medios «aportando» a la resolución del conflicto. La caterva de fascistas metropolitanos recuperan sus rayados discos del vale todo para seguir fomentando el odio por el odio que alimenta desde tiempo inmemorial el conflicto que tan buenos réditos les proporciona. La voz de su amo. Me recuerda una anécdota de hace tiempo.

Impartía una conferencia en una de la universidades madrileñas sobre conflictos internacionales. Trataba de asentar un criterio politológico técnico para diseccionar y diagnosticar criterios para la resolución de conflictos. Cáucaso, Balcanes, Afganistán, Irak…la frialdad analítica funcionaba en toda la casuística, hasta que llegamos a Euskal Herria. Todo crispación, odio, visceralidad. De la politología a la política en un pis pas.

El morbo, los prejuicios y el sesgo ideológico se hicieron más presentes que nunca. Al margen del largo y tumultuoso debate hubo un momento interesante: aplicar a modo de ejercicio la foto-zoom al conflicto. Al final silencio reflexivo.

Euskal Herria es muy pequeña y las variables explicativas del conflicto son lineales, en resumen, es un conflicto enquistado de muy fácil diagnóstico y claramente abórdable en clave de resolución. Variables muchísimo más complejas han debido superarse en Sudáfrica o el Norte de Irlanda.

La pregunta era sencilla, se refería a las claves que explicaban la perseverancia del conflicto en un ámbito tan pequeño y tras tantos años de desgaste. Como es posible que tras tantos años de represión, ilegalizaciones… la izquierda abertzale aguante «si son cuatro gatos» decían. Muchas veces la realidad distorsiona la percepción proporcional, la propaganda reduccionista hace el resto.

Proyectemos Euskal Herria en España en números redondos. Una Euskal Herria de en vez de tres millones de habitantes de 40 millones. Proyectando solo el item «izquierda abertzale». 750 prisioneros políticos serían 10.000 presos políticos; La movilización proamnistía más paradigmática como la Marcha a Herrera, que se convocaba hace más de una década, suponía movilizar 10.000 personas ida y vuelta a Herrera de la Mancha en Navidad, con múltiples controles policiales en 24 horas. Proporcionalmente estaríamos hablando de movilizar a 133.333 personas más de 800 kilómetros para una concentración de solidaridad en esas condiciones. Los resultados electorales estandar de la izquierda abertzale, 150.000 votos, extrapolados al 100% de la población (al censo serían muchos más) supondrían una fuerza política con 2.000.000 de votos. Es obvio que proporcionalmente no es lo mismo juntar a 50 personas en Amoroto, Gernika, Madrid o New York. Pues bien, cualquier movilización semanal pro-presos de 50 personas en Gernika por ejemplo, serían 10.000 en Madrid.

Así podríamos seguir ampliando items y ámbitos. Movilizaciones por el euskara, finales de bertsolaris, actividades deportivas, todo tipo de convocatorias, resultados electorales… La percepción del peso especifico del item en cuestión varía, y explica que el exagerado reduccionismo interpretativo desdibuja el papel real de los actores y agentes en el conflicto. Este pequeño ejemplo de foto-zoom de aproximación comparativa en proporciones proyectadas pudiera ser una fórmula para terminar con la con visión reduccionista que parcializa toda interpretación política y sociológica de la realidad de Euskal Herria. El reduccionismo burdo de los medios y la clase política ha abducido a la mayoría de la sociedad española, que ve distorsionada la realidad y por eso no entiende nada. ¿Y la solución es echar a ANV de los ayuntamientos? ¿todos ilegales, que se disuelvan, a la cárcel?