Sociedad Civil Catalana

Hay un viejo truco dialéctico, un truco tronado y grotesco, muy propio de la impotencia intelectual, que consiste en esconder un defecto intentando transferirlo al que lo ha puesto al descubierto. Para entendernos: si se desenmascara un racista, éste acusa de racista al que le ha quitado la careta; si se desenmascara un fascista, éste acusa de fascista al que le ha desenmascarado. Es como llamarle sucio a alguien que ha descubierto que no te duchas. Hace reír, pero el despropósito es hijo de la incapacidad para rebatir la evidencia. Decir despropósitos siempre es más fácil que hacer razonamientos y elaborar argumentos. El razonamiento y la argumentación requieren un esfuerzo intelectual que es incompatible con la mediocridad, la bajeza moral y la falta de ética. Este es el caso de la asociación antidemocrática y ultranacionalista española Sociedad Civil Catalana (SCC). Antidemocrática, porque niega la existencia del pueblo catalán y su derecho a votar; y ultranacionalista, porque fundamenta la supremacía de la nación española mediante el sometimiento de la nación catalana.

Sin embargo, ahora que SCC ya ha sido desenmascarada como lo que realmente es, franquismo del siglo XXI, ahora que ya es bien sabido que Josep Ramon Bosch, presidente de la entidad, ha venerado la figura del fascista Blas Piñar, ahora que los medios de comunicación han hecho pública la participación de este individuo, en el año 2013, en un acto de la Fundación Francisco Franco, en Gandesa, para conmemorar el golpe de Estado franquista de 1939, y ahora que se han difundido las imágenes de la presencia de formaciones catalanofóbicas y de ultraderecha en actos de la entidad, ésta ha optado por tachar de franquistas a los demócratas. Es decir, que, según ellos, los que queremos votar seríamos franquistas y los enemigos de las urnas serían demócratas.

La mediocridad, la bajeza moral y la impotencia intelectual de la que hablábamos se manifiesta con frases como esta: «Los nacionalistas tienen la manía de entrar en Barcelona por nuestras avenidas. Unos entraron por la Diagonal y ahora ellos quieren entrar por la Meridiana». Y esta otra: «No hay mayoría independentista, se comprobó el 9-N». Y ésta: «Tenemos una oportunidad única, porque podemos acabar con el mal nacionalista. Cada elección es una oportunidad y ellos lo temen, nos temen». Son frases que fueron aplaudidas por el ministro español de Interior, Jorge Fernández Díaz, demócrata de toda la vida, en el Teatro Principal de Barcelona, en un acto que, como de costumbre, fue un fracaso estrepitoso. Y la prueba es que la sala estaba medio vacía a pesar de contar con el apoyo de PP, Ciudadanos y PSOE de Cataluña.

Si no fuera porque la libertad de un pueblo es algo muy serio, sería para partirse de risa observar a un grupo de ultras antidemocráticos tachando de «nacionalistas» y de «franquistas» a los que trabajan por esta libertad. Y es que es tanta la alarma que les provoca saberse descubiertos, que incluso se les escapa el sentido del ridículo. Hace sólo seis meses que se harataban de repetir que el 9-N no tenía ningún valor, y ahora resulta que lo magnifican por medio de la mentira. Mentira flagrante, puesto que, a su pesar, el triunfo del independentismo, el 9-N, fue indiscutible y así lo expresó la prensa internacional. En cuanto al miedo que dicen que les tenemos, pues sí, no podemos hacer nada más que temblar. Por supuesto que temblamos, temblamos de risa. ¡Hay para eso y para mucho más! Se hacen llamar Sociedad Civil Catalana y ni siquiera pueden llenar un teatro en Barcelona; se hacen llamar Sociedad Civil Catalana y sólo pueden llenar un rincón del Anfiteatro de Tarragona; se hacen llamar Sociedad Civil Catalana y en las concentraciones en la calle sólo pueden reunir cuatro gatos a pesar de contar con el apoyo de Renfe, poner cuñas publicitarias en la SER y acoger falangistas de Madrid. El esperpento es así. Entre tanta exaltación ultranacionalista, sin embargo, hay un pequeño detalle que les contradice y que desenmascara todo su discurso: si como dice Susana Beltrán, profesora de la UAB y miembro conductora del acto del Teatro Principal, «el pueblo catalán no existe», ¿por qué se llaman Sociedad Civil Catalana? Si, según ellos, no hay catalanes, sólo hay españoles, ¿cómo es que no se llaman Sociedad Civil Española?