El Genocidio Armenio: la Memoria frente al Etnocidio (y III)

4. LA IGLESIA APOSTÓLICA ARMENIA Y EL ALFABETO ARMENIO

Retrocedamos, pues, unos cuantos siglos, hasta finales del siglo III d.C. Armenia es azotada de continuo por los embates procedentes del Imperio Romano, por el Oeste, y los Persas sasánidas, por el Este. Aunque sigue teniendo una estructura administrativa -monarquía incluida- propia, y un territorio más o menos estable -coincidente, aproximadamente, con el territorio indicado como “Greater Armenia” ó “Armenia Mayor” en el mapa de Tigranes “El Grande”-, su situación dista mucho de ser estable.

Así, y en función de la situación interna de Roma o Partia/Persia, ó de la correlación de fuerzas entre ambas potencias, se alternan periodos en que Armenia es considerada como provincia romana con otros en que los monarcas armenios pertenecen a la familia real de Partia (predecesores de los persas sasánidas) pero cuentan con autorización de Roma, y con otros -los menos- en que Armenia puede actuar con amplia autonomía.

En este contexto, desde el año 220 d.C. los persas sasánidas se van imponiendo a los partos, controlando gradualmente su Imperio hasta sustituirlos por completo. A partir del 270 d.C.,  aquellos adoptan una posición especialmente agresiva en lo militar y en lo religioso, intentando imponer un Estado fuertemente centralizado y con el mazdeísmo como religión oficial. Por el otro lado, son años convulsos para Roma, con una situación interna de anarquía que se prolonga hasta el nombramiento como emperador de Diocleciano, en el año 284 d.C.

Tras sucesivos “tiras y aflojas” entre Roma y Persia, en el 298 d.C. Diocleciano inflige una importante derrota al rey persa Narsés. Las condiciones de dicha derrota incluían la no intervención persa en Armenia y Georgia; por su parte, Roma prefirió permitir al rey armenio Trdat o Tirídates III una amplia autonomía, pues protegía el flanco oriental del Imperio sin necesidad de grandes recursos militares.

Aunque resulta difícil discernir entre historia y leyenda, lo cierto es que Tirídates III “el Grande” aprovecha la situación para reforzar la cohesión interna de su reino. Mientras Diocleciano, a partir del año 299, y con especial virulencia a partir del 303, emprende las más sangrientas persecuciones de los cristianos, el rey armenio adopta (según la tradición, en el 301) el cristianismo como religión oficial, considerandose como el primer Estado del mundo en hacer tal cosa.

Según la versión tradicional, inicialmente el rey colaboró con las persecuciones contra los cristianos, pero la presunta intervención curativa de San Gregorio “el Iluminador” -armenio cristianizado en la Capadocia romana- llevó a Tirídates III a cambiar su postura de forma radical. La realidad, probablemente, sería mucho más prosaica: en definitiva, no era sino una forma de cohesionar su pueblo frente a una Roma aún apegada a su panteón tradicional y, sobre todo, una agresiva Persia, decidida a implantar a toda costa el mazdeísmo oficial.

Obviamente, ni el proceso de cristianización fue inmediato ni estuvo exento de importantes dosis de violencia contra la religión tradicional. No obstante, lo cierto es que, a la postre, resultó ser un factor fundamental para la cohesión nacional y la identidad de Armenia. Además, el hecho de que la implantación del cristianismo obedeciera a un impulso interno o endógeno, y no a una actuación externa, marcará de forma sustancial el devenir de la Iglesia armenia y, en particular, su relación con la cultura y la lengua propias del pueblo armenio, como veremos a continuación.

A finales del siglo IV se producen importante cambios.

Así, en el 373 el rey armenio Pap ordena que el Catholicos (superior de la Iglesia en Armenia) sea ungido por los obispos de Armenia, y no, como hasta entonces, por el metropolitano de Cesarea de Capadocia -la actual Kayseri-, representante de la Iglesia oficial. La iglesia armenia comienza de esta manera a funcionar de manera autónoma respecto a la Iglesia de Roma y Constantinopla, aunque por ahora sólo a nivel organizativo, y no doctrinal: será a partir del 451 (Concilio de Calcedonia) cuando la Iglesia Apostólica Armenia y otras iglesias orientales (“monofisitas”) rompan con el Papa de Roma y los patriarcas orientales.

Pocos años después, en el 387, la corona armenia se divide entre dos pretendientes, uno apoyado por Roma y el otro por Persia. Como consecuencia, el territorio de Armenia, hasta entonces relativamente estable, es dividido en dos partes, cada vez más sometidas a Roma-Constantinopla y Persia, respectivamente. Finalmente, la parte controlada por los romanos pasará a ser gobernada por gobernadores designados por el Emperador a partir del año 391, y la controlada por los persas pasará a ser una satrapía o provincia persa desde el 428.

La Armenia política, por lo tanto, desaparece y es dividida entre dos Estados…. ¿Qué hacer? ¿Supondrá esto la desaparición del pueblo armenio? Pues no: como es habitual, cuando un pueblo es desposeído de las estructuras político-administrativas que  le protegen, la cultura pasa a ser el aglutinante principal al que ese pueblo se agarra para seguir susbsistiendo….¿les suena? Eso sí, para implementar esto es imprescindible contar con la participación de la principal autoridad cultural de la época: la Iglesia. La autonomía de la Iglesia armenia, pues, será un factor determinante.

Hasta entonces, la predicación había sido llevada a cabo, fundamentalmente, por griegos y siríacos -hablantes de derivados del arameo- que, en un primer momento, desconocían la lengua popular. Por otro lado, el hecho de que ésta careciera aún de un sistema de escritura propio generaba dificultades….¿les suena?. Recordemos además que, desde Alejandro Magno, el griego era la lengua culta, y que los monarcas armenios seguían modelos más helenísticos que nacionales.

Sin embargo, alrededor del año 400, y al contrario que en la centralizada Iglesia latina, el Catholicos Sahak Partev propone a un respetado y culto monje, Mesrop Mashtots, la elaboración de un alfabeto propio, que refleje fielmente la fonética de la lengua armenia -la lengua del pueblo-, y permita sustituir a los alfabetos griego y siríaco.

Para el año 405, basandose sobre todo en los alfabetos griego y siríaco, el sabio -fue secretario real y traductor antes de ingresar en el clero- había desarrollado un alfabeto propio de 36 caracteres que, con pequeñas modificaciones, sigue en pleno uso en nuestros días. La traducción de los Evangelios fue la primera plasmación práctica del nuevo alfabeto.

Este instrumento, fundamental en un contexto de retroceso político, hizo posible un extraordinario impulso literario que, ya desde el mismo siglo V, dio gran importancia al estudio de la historia de Armenia, con la “Historia de los Armenios” de Moisés de Jorén a la cabeza. En los siglos siguientes (marcados, como hemos visto, por una sucesión interminable de invasiones, divisiones y represiones que afectaron de lleno a Armenia) el alfabeto y la lengua armenias serán uno de los grandes pilares de su identidad.

Hoy en día, Yereván, la capital del Estado independiente de Armenia, alberga uno de los museos más interesantes del mundo: el Matenadaran o Museo de los Manuscritos. Este museo es, en realidad, un “cofre del tesoro” que recopila, guarda, restaura y muestra miles y miles de volúmenes, muchos de ellos hermosamente iluminados, desde los comienzos de la literatura en armenio en el siglo V hasta nuestros días. En palabras de Gérard Dédéyan, «uno de los lugares esenciales de elaboración y transmisión de la memoria nacional en Armenia».

Y difícilmente podría haber sido posible nada de esto sin el impulso de una Iglesia propia e independiente que, a su vez, ha constituído probablemente el segundo gran pilar de la identidad armenia durante siglos de ocupación, sometimiento y dispersión por el mundo.

¿Qué habría pasado si el pueblo vasco, el euskera y el reino de Navarra -como principal estructura política independiente de nuestra Historia- hubieran contado, en su momento, con una iglesia nacional, al igual que Armenia? Y es que, al contrario que en el caso de Armenia, el contexto religioso que nuestro pueblo vivíó tras la caída del Imperio Romano y en la Edad Media estuvo marcado por una dinámica fuertemente centralizadora y con la imposición del latín como única lengua culta, marginando a las diferentes lenguas no latinas (salvo, tal vez, el alemán: Concilio de Tours de 813).

Atender a las estructuras políticas del momento más que a esta dimensión religioso-cultural para explicar la evolución histórica del euskera constituye una vez más, en mi opinión, tratar de interpretar el pasado con los ojos del presente, en el cual los Estados-nación son quienes marcan sobre todo las realidades lingüisticas: no era exactamente así en la Edad Media.

Resulta ilustrativo en este sentido cómo las diferentes escisiones que la Iglesia Católica ha sufrido a lo largo de su historia (ortodoxos, protestantes….) han tendido a huir de la estructura piramidal y centralizada de la Iglesia Católica, adoptando por lo general una estructura descentralizada en base a iglesias nacionales (el Patriarcado de Moscú, la iglesia presbiteriana escocesa, la iglesia anglicana, la iglesia de Noruega….).

Evidentemente, preguntarse cuál sería la situación de nuestro pueblo y de su lengua, el euskera, si, por ejemplo, en el siglo VIII se hubiera impuesto en Hispania el adopcionismo -combatido a muerte por Carlomagno, Alcuino de York y el asturiano Beato de Liebana-, que propugnaba la oración en lengua vernácula, o si hubiese existido una Iglesia nacional nabarra/vasca, no deja de ser un ejercicio de “Historia-ficción” al que cada cual puede dar sus propias respuestas.

Es, no obstante, interesante constatar, con el ejemplo concreto de Armenia, la forma en que la diferente realidad religiosa ha afectado de manera radical a la realidad cultural y lingüística a lo largo de la Historia.

Cerrado, pues, este paréntesis, volvamos a viajar en el tiempo para conocer el Genocidio sufrido por el pueblo armenio hace 100 años y, sobre todo, la forma en que este sabio y antiguo pueblo reaccionó ante semejante tragedia….

http://martinttipia.com/2015/05/15/el-genocidio-armenio-la-memoria-frente-al-etnocidio-y-iii/