«Puta Cataluña», sí. «Independencia», no

El expediente sancionador que la UEFA ha abierto al Barça para la exhibición de estelades en la final de la Champions, en Berlín, es tan esperpéntico que haría reír si no fuera, al mismo tiempo, una medida que muestra los esquemas totalitarios de este organismo. Un organismo que, como han denunciado algunos ex futbolistas, constituye una «mafia deportiva» sólo comparable a la FIFA. Ambos estamentos, con cargos que se perpetúan durante generaciones y con otros que delinquen abiertamente, se han convertido el negocio corrompido de una elite carente de principios éticos que se sirve del fútbol en beneficio propio. Y como entre corruptos y totalitarios siempre hay buen entendimiento, se entiende que las presiones del gobierno español a la UEFA contra Cataluña hayan encontrado oídos receptivos.

La libertad de expresión es el gran enemigo de los corruptos y de los totalitarios. Le tienen pánico, porque los desenmascara y los inhabilita. El Estado español, con la ley mordaza, que es una ley netamente fascista, y el acoso a la cultura, con tasas abusivas que la imposibilitan, es alérgico a la libertad de expresión. Salvo, claro, que esta se utilice en favor del racismo, de la xenofobia o del supremacismo español. Por eso en los campos de fútbol españoles se pueden exhibir banderas fascistas, se pueden mostrar símbolos que tienen detrás miles de crímenes contra la humanidad y se puede gritar «puta Cataluña» sin que se abran expedientes, sin que se impongan sanciones y sin que se cierren estadios. Y por idéntica razón la policía española puede apalear catalanes portadores de esteladas con la misma brutalidad con que los esclavistas apaleaban negros insumisos.

Pongamos atención en el mensaje del gobierno español, a través del Presidente del Consejo Superior de Deportes, Miguel Cardenal, al hacerse público el expediente al Barça: «La sanción es lógica. Es una llamada a Cataluña, para que deje de utilizar políticamente el deporte». Ahí es nada. Los totalitarios hablan así, tanto por boca propia como por boca del Estado que les paga. Exhibir banderas españolas no es delito, exhibir la estelada sí; llamarse selección nacional española es positivo, llamarse selección nacional catalana es negativo; imponer la identidad española es democracia, defender la identidad catalana es provocación; gritar «puta Cataluña» es libertad de expresión, gritar «independencia» es violencia; instituir la audición de himnos nacionales en los estadios es deporte, silbar el himno de estados que aplastan pueblos, culturas y lenguas es política.

Espero que los medios de comunicación catalanes no tarden en localizar a Anna Bordiugova, la mujer ucraniana que constituye el punto de partida del expediente de la UEFA. Bastará con entrevistarla para ver el escandaloso montaje que se esconde detrás de él, comenzando por el detalle que los urdidores de la trama no previeron y que los delata: las imágenes de la señal internacional, que estaban controladas por Gobierno, manipularon la realidad escondiendo las esteladas y los gritos de independencia para que los espectadores de todo el mundo no se enteraran. Evidentemente, los comentaristas de las respectivas televisiones podían hacer mención de ello, por supuesto, pero el espectador no veía nada. Sólo TV3 mostró fielmente lo que pasaba en el campo. ¿Quién es Anna Bordiugova? ¿Quién está detrás de ella? ¿Quien la utiliza como testaferro? ¿Qué prebendas hay de por medio? No hay que ser ninguna lumbrera para apuntar a las cloacas del Estado español, empezando por el Ministerio de Asuntos Exteriores, pero el expediente totalitario de la UEFA es tan grave que hace falta que vayamos hasta el fondo.

Fijémonos también en el desliz de Miguel Cardenal, al mezclar las esteladas de la final de la Champions, en Berlín, con la pitada al Rey y al himno españoles en la final de Copa, en Barcelona. Le preguntaban por el expediente de la UEFA, relativo al 6 de junio, y él contestaba reprobando al presidente Mas y la pitada del 30 de mayo. Saltaba a la vista que el expediente de la UEFA estaba inducido por el gobierno español como rabieta por la humillación sufrida en el Camp Nou. También era otro desliz que Cardenal, a pesar de saber que no había ninguno, de sanción, dijera que «la sanción es lógica». Un expediente no es ninguna sanción. Las ganas de que lo fuera, pues, le traicionaron de nuevo. Y es que si hay un Estado en el mundo que politiza el deporte hasta el paroxismo, es España. Justo ahora hemos tenido una muestra con la escandalosa manipulación de la Federación Española de Baloncesto para impedir -en favor del Perfumerías Avenida, de Salamanca- que el Unigirona, campeón estatal femenino, pueda acceder directamente a la fase de grupos continental, como está reglamentado. Si el solo hecho de no tener un Estado ya perjudica la existencia de Cataluña, tener un Estado en contra la hace sencillamente imposible.

No es, pues, Cataluña quien politiza el deporte, el deporte está politizado porque los estados -con la UEFA y la FIFA a su servicio-, lo han convertido en una apología de sí mismos. El mismo Miguel Cardenal es la prueba. ¿Qué hace, si no, un político al frente del deporte? Digámoslo claro: el comportamiento del público catalán en los estadios de fútbol es uno de los más cívicos del mundo – «excelente y sin ningún uso pirotécnico ni cánticos discriminatorios», dijo el delegado de la UEFA en Berlín en su informe- y los intentos de criminalizar al Barça y Cataluña son propios de un Estado que aún se rige por principios franquistas, que es prácticamente analfabeto en cultura democrática y que, si pudiera, aplicaría la ley antiterrorista a todos los catalanes que tenemos una estelada en el balcón de casa. La UEFA, por lo tanto, tendrá que decidir si es un organismo democrático y respetuoso con los derechos humanos o si se pone al nivel casposo del Estado Español y criminaliza la estelada, que es una bandera perfectamente legal, y la libertad de expresión. Recordemos, ¿qué hacía el fascismo con la libertad de expresión? Pues si hemos llegado al punto en el que gritar «independencia» en un estadio es delito, es que el fascismo tiene en sus manos el control del deporte.

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