Viejos caminos

PROLOGUILLO. Para estar al día debiera comenzar escribiendo del Estatut y la siembra de odio de dos radios (yo les llamaría arradios), sostenidas por la Conferencia Episcopal española, desmintiendo el mensaje evangélico, a no ser que haya otro de uso particular y exclusivo que ignoro. En este país, al parecer, no hay paro, ni falta de vivienda, ni corrupción, (y no hablo de Egüés faltaría mas), ni del trabajo precario que, cuando mandaba el general, no se toleraba. Item más de las guerras que engordan los bolsillos de los accionistas de las industrias del armamento, con la excusa de que el dinero no tiene religión ni patria. El dinero no cree en Dios, y corren las comisiones por ejecución de obras públicas, que las generan legalmente o no. Como no tengo mucho sitio dejo en el tintero la lista de calamidades que, al igual que epidemias medievales, se repiten y cuya denuncia queda sin respuesta..

Viejos caminos. Cojo por los pelos, y como escape, para desengrasar, esta materia de los caminos carreteros. Los recuerdo llenos, con viajeros a pie o a caballo, gente de paso, trajineros, muleteros, recuas de arriería, peatones de correo con su bolsón de cuero al hombro, gorrineros, y sus jaulas a cada costado en el baste de las mulas, y los murcianos con rebaños de cabras de poderosas ubres. Lo que comenzó siendo rastros de bestias silvestres en busca de agua, comida y cobijo, se desbroza y ensancha. Y ya se hacen privados, se cobra peaje, pontazgo y portazgo, invención prestada ahora a la autopista, y al peaje encubierto , otro invento expoliador.. Es en Alemania, adelantado país, donde se dan unas Ordenanzas de caminos Reales «los caminos han de ser tan anchos que por ellos puedan pasar los carros que suben y los que bajen, el peatón cederá el paso al jinete, el jinete al carro, el carro cargado al vacío». El conde de Cabarrus, en una de sus cartas dicta: «en los tiempos de ocio, recogidas ya las cosechas, los labradores, también el cura y el alcalde, trabajen al menos un tramo de media legua. Con cuadrilla de veintidós hombres y sesenta días al año bastaría para hacer los caminos transitables». Había una guía de caminos, los de rueda y de herradura, donde se precisaba los que iban de Madrid a cualquier villa o ciudad. «En la calle de Toledo, pasada la fuente, en el mesón del Soldado, viene el ordinario de Andújar», «al mesón de los Huevos viene el ordinario de Badajoz». Luego el inglés Juan Melcaft, Juanito el ciego , fue conspicuo innovador. Luego Mac Adam y la gran piedra herrada como apisonadora. Después, Ford y la brea, la máquina de correr espantando gallinas. Alfonso XIII, trajeado de sportman inglés, paró en la posada de Sansol, regentada por Aarrastracristos , también liberal, para llenar de agua el radiador. Ya no hay caminos, sí autopistas, no máquinas de correr sino coches-féretro que pronto o tarde conducen al camposanto. Esto no lo previó Henri Ford. La muerte al acecho, preside los caminos nuevos.