¿Francisco de Xabier quiso y no pudo?

Por alusiones, algunas más o menos directas y otras más o menos agraciadas, me veo en la tesitura de responder a un artículo publicado por mi amigo Pello Esarte referente a Francisco de Xabier y a si se le concedió, o se le ofreció, una canonjía en la catedral de Pamplona.

En primer lugar diré que, en cuanto a las alusiones personales y a los chistes sobre mi apellido, dejo el juicio del asunto al criterio de los lectores. En cuanto a mi bisoñez como investigador, bueno, diez años de trabajo no se pueden resumir en un solo adjetivo, pero es bien cierto que una década en labores de investigación no le conceden a uno el don de la sabiduría y muchos menos le permiten estar en posesión de la verdad.

Otro tema es el de denominar mi libro como bastardo por no seguir determinadas líneas de investigación. Tema peligroso ese de aceptar en Historia una única línea de investigación como si de una directriz obligatoria o de una verdad inmutable se tratase. Así las cosas, ¿es bastardo el libro al completo a pesar de las aportaciones de Pello Esarte que incluyo en él? ¿Son, por lo tanto, también bastardas mis ideas sobre la conquista y dominación castellana de Nafarroa? Desgraciadamente, algún que otro enemigo de lo nuestro debe de estar en este momento frotándose las manos gracias a la pedradas que Esarte acaba de pegarle a nuestro tejado común. Tal vez todo esto denote un exceso de exclusivismo por parte del autor, realmente no lo sé, o tal vez sea una simple táctica de marketing para promocionar su obra denostando a las que le pueden hacer competencia. Aunque, sinceramente, no quiero ser competencia de nadie.

El título de la obra que acabo de publicar recientemente, «Francisco de Xabier. Nacimiento de un mito, muerte de una nación», es precisamente la exposición de mis conclusiones respecto de este personaje. Está claro que fueron los mismos que mataron a nuestra nación (España, la Iglesia), los que crearon el mito de Francisco de Xabier. Éste personaje pudo tener su conciencia nacional, qué duda cabe, pero no luchó por la libertad de Nafarroa en ningún momento, se pegó la gran vida durante diez años en París a costa de la familia para, finalmente, integrarse en una secta, abandonando por completo a todos los suyos. Seguir defendiendo al protagonista simplemente por el hecho de que nació en Nafarroa y hablaba en euskara me parece un error. Hay que ver lo bueno y lo malo que tuvo. Tener una imagen equilibrada del mismo, sin buscar excusas para todas sus meteduras de pata, es lo que nos permitirá tenerlo como un referente para nuestra historia.

Para Esarte el tema de la canonjía es un tema de suma importancia al que le concede un buen número de páginas en su libro. Para mí, y dadas las intenciones de mi trabajo, es un tema menor. Mi conclusión es la de que si en 1536 le hubiesen ofrecido a Francisco de Xabier no ya una canonjía sino el propio obispado de Pamplona, lo hubiese rechazado. Salvo que los castellanos tuviesen el don de la videncia, resulta muy llamativo que prolongasen el tema justo hasta el momento en que la paciencia de Francisco de Xabier se agotó y que Iñigo de Loyola le convenció para su aventura. Por cierto, y en referencia al supuesto bloqueo castellano para que Francisco accediese a la canonjía, ¿les ocurrió lo mismo a otros agramonteses que accedieron en esos años a la catedral? Si la política española fue desde un principio la de ganarse a los agramonteses para así jugar a su gusto con las dos facciones que dividían al reino, cosa más que demostrada, no parece que tenga mucho sentido el provocar una tensión de tal calibre con Remiro de Goñi y los Jassu de por medio.

Como autor sólo puedo llegar a conclusiones a través de los hechos. No resulta conveniente, ni convincente, el formular una teoría y luego buscar los datos que sirven para sustentarla, rechazando los demás como falsos o espurios. Me resulta chocante, por lo tanto, la afirmación de que Fermín Lubián mintió, Goñi Gaztambide se quemó la mano (en varias ocasiones por cierto), Schurhammer no entendió, Recondo se equivocó y que Fortún como es un españolón, tergiversó la verdad. Pero lo más chocante de todo es que se pueda afirmar que Simao Rodrigues mintió al escribir en 1577 sobre el tema (una fuente directa, ya que fue testigo de todo) al contar que Francisco rechazó la proposición. ¿Mintió por amistad? Ya, pero unos fanáticos de la religión del siglo XVI que se automortificaban y despreciaban cualquier signo de orgullo del mundo no parecen precisamente los mejores encubridores en este tema ¿Se inventó él todo el asunto para aumentar la fama de su amigo? Ninguna falta le hacía, pues Francisco había adquirido una popularidad tal, que el tema de Pamplona significaba un granito de arena en toda su historia ¿Con qué fin lo hizo? Se desconoce. Por otro lado, presuponer que el propio Francisco de Xabier mintió para no pasar vergüenza delante de sus compañeros es algo que prefiero no comentar por ridículo.

Que el título no aparezca en la catedral de Iruña es un síntoma de la anomalía con la que se llevó a cabo todo el asunto, pero no sería la primera ni la última vez que la Iglesia adelanta los trámites para conseguir un objetivo y a posteriori lo registra en sus actas oficiales. De no ser así, por ejemplo, la bula que excomulgó a los Reyes de Nafarroa en 1513 sería falsa al no aparecer en ningún registro de la chancillería vaticana, y sin embargo, existe y es auténtica. Tal vez a Francisco le llevaron la oferta del cargo para que la aceptase y una vez aceptada hacerlo oficial, pero al ser rechazada no quedó nada registrado. Es otra posibilidad de las muchas que hay.

La conclusión es más que evidente. Si Francisco de Xabier hubiese sido un hombre de fuertes convicciones, habría rechazado a Iñigo de Loyola y después habría esperado lo que hiciese falta para recibir la canonjía, pues le quedaban muchos años para esperar mientras estudiaba en la universidad.

Dicho todo esto quiero mandarle un fuerte abrazo a mi amigo Pello Esarte. Besarkada handi bat.