La Navarra desmemoriada

Treinta y cuatro años  después de la muerte del dictador, la simbología de nuestras calles sigue exaltando al franquismo y festeja la represión contra los naturales

Cuando los yankis entraron en Bagdad se apresuraron en borrar los símbolos del régimen anterior. El derribo de aquella estatua de Sadam Hussein, en directo por la CNN, representaba el cambio de poderes que se producía en el país. Escenas similares se han registrado en casi todas las situaciones de revolución –o evolución- política de la historia, pero no en la que vino tras la muerte de Franco. Aquí no se sustituyeron los emblemas del viejo régimen, apenas se democratizó el callejero y el dictador fue Hijo Adoptivo y Predilecto de Pamplona hasta el año 2007.

En otras transiciones políticas vividas en Navarra, los sistemas de poder emergentes se preocuparon más por imprimir sus nuevos valores en el callejero. La plaza del Castillo, por ejemplo, nos ofrece todo un mapa de la evolución política de la ciudad. Al principio se denominó Chapitel o Chapitela (de “capitolium”), refiriéndose al castillo que mandó construir Fernando el Católico tras la conquista de Navarra (1512). En 1820 se le denominó Plaza de la Constitución, por la española de 1812, pero al acabar el Bienio Constitucional (1823) volvió a ser la Plaza del Castillo, si bien se la cita también como Plaza Real. Con la primera República española (1873) el Ayuntamiento la designó, cómo no, Plaza de la República, pero cuando ésta cayó volvió a ser la Plaza del Castillo. A partir de 1931 volvió a ser republicana, hasta que el Glorioso Alzamiento logró asentar el nombre actual. Algo parecido sucedió con la Plaza de las Merindades: en su día honró al General Primo de Rivera, después a Pablo Iglesias y, a partir de 1936, al general Mola.

Transición abortada

Tras las primeras elecciones municipales, el ayuntamiento se animó a renombrar algunas de las calles más emblemáticas del franquismo. Así, en 1979, el Pleno acordó por unanimidad cambiar la avenida de Franco por la Baja Navarra. Un año después se hizo lo propio con la plaza del general Mola (Merindades), la plaza del Alcázar de Toledo (Blanca de Navarra) y la calle Mártires de la Patria (Castillo de Maya), pero esta vez ya fue con la oposición de UCD y UPN.

A partir de aquel momento –el 23-F fue en 1981-, la derecha se enroscó en dejar las cosas como estaban y al PSN dejó de interesarle el tema. La amnesia socialista se fue agravando y llegó a su cénit en 1986, en el 50 aniversario de la matanza, cuando prohibieron a su militancia participar en los homenajes que se hicieron a los fusilados.

Así, Pamplona se mantuvo atada a la simbología del viejo régimen, honrando públicamente la memoria de los golpistas y manteniendo invisibles a los navarros vencidos y asesinados. Las iniciativas en torno a la memoria histórica, nacidas todas de la sociedad civil, se encontraron con el boicot permanente de las principales instituciones navarras, gobernadas por UPN o PSN.

Ley de Símbolos

La primera muestra oficial de reconocimiento a los vencidos vino de la mano de la Ley de Símbolos aprobada por el Parlamento de Navarra en 2003. En realidad, esta ley se redactó para eliminar las ikurriñas de los ayuntamientos y para imponer la bandera española, pero el PSN logró que UPN incluyera un apartado relativo a la eliminación de símbolos de la dictadura. Entonces, en pleno auge de la memoria histórica, la presión popular logró incluso que el Parlamento aprobara una declaración “a favor del reconocimiento y reparación moral de las ciudadanas y ciudadanos fusilados a raíz del 36”, esta vez ya con el apoyo socialista.

Sin embargo, la derecha siguió cerrada a la retirada de la simbología ya que, según su interpretación, casi nada lo era. Tampoco la Ley de Memoria Histórica del gobierno Zapatero (2006) trajo cambios a Pamplona, a pesar de sus clarísimas disposiciones: “Las Administraciones públicas tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”.

En los últimos años, la memoria histórica ha ido tomando importancia en la agenda del gobierno Zapatero y el PSN también acabó hincando los dientes en el asunto. Tras los últimos comicios, con UPN en minoría en el Ayuntamiento, los socialistas han sumado sus votos a los de NaBai y ANV en varias iniciativas por la retirada de simbología franquista, si bien la derecha ha mantenido su postura de bloqueo.

La plaquita de la Ciudadela

En 2007 se hizo en Pamplona el primer recuerdo institucional a los 298 vecinos que fueron transportados de su cama a las cunetas, entre ellos seis concejales de la ciudad. Fue mediante la colocación de una placa junto al lugar donde se fusilaba a la gente, en la Ciudadela, en virtud de un acuerdo en el que UPN se abstuvo y que requirió de al menos ocho preguntas en comisión y dos ruegos más de pleno para que fuera ejecutado. Al final, la placa se instaló a escondidas, sin avisar a los familiares, sin ningún acto oficial, era inapreciable a simple vista y tenía errores ortográficos en euskara.

A día de hoy, la mayor parte de la simbología franquista sigue en su sitio, sólo que tapada con maderas y carteles. Sin embargo, la Ley de Símbolos de Navarra incluye una disposición inequívoca: “Las autoridades procederán a la retirada y sustitución de la simbología propia del régimen franquista. Aquellos símbolos que estén integrados en edificios declarados de carácter histórico-artístico serán sustituidos y enviados para su custodia a la Institución Príncipe de Viana, salvo que resulte materialmente imposible la operación de sustitución”.

Alguien dijo: “haz tú la ley y déjame a mí el reglamento”. Pues eso.

 

MAS EJEMPLOS DE LA AMNESIA FORAL

Las calles de la Txantrea

Desde finales de los 70, tres generaciones de vecinos y vecinas han trabajado por revocar un acuerdo de Pleno de 1954 en el que, a propuesta del Patronato Francisco Franco, se acordó otorgar a 20 calles del barrio los “nombres de los primeros muertos en la Cruzada, naturales y vecinos de Pamplona”.

Tras la aprobación de la Ley de Símbolos, una plataforma vecinal se propuso hacer efectivo el cambio de nomenclatura, pero UPN se aferró a sus muertos asegurando que no estábamos ante un caso de simbología franquista. El concejal Joxe Abaurrea, de la izquierda abertzale, interpuso un recurso ante el Tribunal Administrativo de Navarra y, efectivamente, el tribunal resolvió que aquello sí era un símbolo franquista a sustituir. No obstante, Barcina siguió enroscada en el no y se negó a cumplir la resolución.

Para denunciar el escándalo, el vecindario resolvió renombrar simbólicamente algunas de las calles y UPN lanzó a su Policía Municipal, llegando a amenazar con la prohibición de todos los actos del Txantreako Eguna (2007) porque en uno de ellos se iba a dedicar una calle a Barricada. Asimismo, multaron con 300 euros a otro vecino que cambió los rótulos de Alfonso Beorlegui y Federico Mayo por los de Julia Álvarez Resano y Lucio Urtubia.

No obstante, la disposición del TAN era de obligado cumplimiento, así que el Gobierno Municipal hubo de ceder. Eso sí, consumaron su pequeña venganza al rotular las nuevas placas sólo en castellano –las anteriores eran bilingües-, lo que motivó otra demanda vecinal ante el TAN. Esta fue igualmente ganada y, actualmente, está pendiente de que el tribunal ordene al Ayuntamiento una nueva sustitución de rótulos.

Una historia similar fue la de las Laureadas que adornaban varios edificios públicos de Pamplona. UPN tampoco las consideraba símbolo de nada y sólo se avinieron a ocultarlas –no a retirarlas- cuando los recursos de Joxe Abaurrea fueron aceptados por el TAN. Otros emblemas, como los yugos y las flechas de las placas del Ministerio de Vivienda franquista, fueron retirados poco a poco, de noche y a escondidas.

Monumento a los Caídos y Conde de Rodezno

Al final de la calle Carlos III, un tremendo monumento franquista grita en su fachada: «Navarra a sus Muertos en la Cruzada«, si bien hoy el lema se encuentra oculto tras un gran cartel que dice: «Sala de Exposiciones Conde Rodezno».

No obstante, en la cripta del mamotreto reposan los restos de dos de los máximos responsables del golpe de Estado, los generales Mola y Sanjurjo; este espacio subterráneo es la sede de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, constituida por ex combatientes franquistas; en las paredes del edificio están inscritos los nombres de todos los navarros fallecidos en sus filas; en la parte interior de la cúpula hay pinturas alegóricas a los requetés que representan “el espíritu religioso y guerrero de la Navarra inmortal”; y todos los 20-N se realizan misas en la memoria del Caudillo y sus secuaces.

En 1997, durante el tripartito de CDN, PSN e IU, el obispado donó el edificio al ayuntamiento con la condición de no retirar ni modificar ninguno de sus elementos de forma definitiva, así como mantener la Cripta para el culto religioso y que las actividades a desarrollar respetasen el sentido del monumento. Años más tarde UPN lo restauró y mantuvo los escudos e inscripciones franquistas, tapándolos tras unos cartelones. Pero la Ley de Símbolos hablaba de la “eliminación o radical transformación” de la simbología, lo que motivó un nuevo recurso de Abaurrea que solicitaba su transformación completa o, como mínimo, la desaparición de la Cripta. Pero el TAN lo rechazó.

Tras el cambio de nombre del edificio, la nueva Sala de Exposiciones Conde de Rodezno y la plaza del mismo nombre honran a Tomás Domínguez Arévalo, que fue uno de los impulsores del cuartelazo de 1936 y primer ministro de Justicia con Franco. A principios de 2009, el Pleno aprobó -con los votos de NaBai, PSN y ANV- una nueva moción para sustituir el nombre de esta plaza, y la negativa de Barcina también fue recurrida ante el TAN. Acorralada de nuevo por la oposición y el tribunal, la alcaldesa se limitó a introducir un pequeño matiz y eliminó de las placas el recordatorio al ministro franquista (político 1882-1952), sustituyéndolo por una referencia al título nobiliario creado en 1790. Hay que recordar que la plaza recibió este nombre en 1952, y no por cualquier Conde de Rodezno, sino por el último, por el franquista, fallecido el año anterior. Pero esta cuestión no ha sido suficiente para el TAN, pues ha desestimado los recursos.

El fuerte Alfonso XII

Coronando la cima del monte Ezkaba, el Fuerte Alfonso XII es otro de los símbolos de la represión franquista. Entre 1937 y 1945 se convirtió en uno de los penales de castigo más terribles del régimen y, en apenas dos décadas, más de trescientos presos murieron consumidos por el hambre, el frío, las enfermedades y la miseria total. Los reclusos, rojos y nacionalistas, no vieron otra opción para salvar sus vidas que escapar de allá al coste que fuera. Y el coste fue altísimo: de un total de 795 fugados, 211 fueron ejecutados en la caza al hombre que se desató por los montes y valles de la comarca, otros 16 más fueron fusilados tras un consejo de guerra y sólo tres pudieron pasar al otro lado de los Pirineos.

Paradójicamente, muchos pamploneses desconocen que este penal era todo un Auswitch a la Navarra, y que sus presos protagonizaron una de las fugas más masivas y trágicas de la historia europea. Y esto es así por el desinterés oficial en rescatar estos pasajes de la memoria, ya que el Gobierno de Navarra y sus medios afines han limitado los trabajos divulgativos a los aspectos arquitectónicos del edificio, sin reparar en el drama humano que sus muros albergaron.

En todo este tiempo, sólo los familiares de los fusilados y algunos colectivos como Txinparta, en Ansoáin, se han preocupado por rescatar este episodio del olvido. En 1988, con motivo del 50 aniversario de la fuga, erigieron en el monte un monumento en homenaje a los presos y dieron inicio a los actos conmemorativos que se celebran todos los años. Iniciativas ciudadanas fueron también los trabajos divulgativos de Altaffaylla, Félix Sierra e Iñaki Alforja, y también la de quienes trabajan por identificar los cuerpos del cementerio donde se enterraba a los muertos del penal.

En los últimos años se ha planteado la posibilidad de que el Ministerio de Defensa ceda el fuerte a las instituciones navarras, para que éstas ejecuten un proyecto de recuperación del edificio y lo pongan en valor. Así ha surgido la propuesta de convertirlo en un museo de sí mismo, para que la sociedad no olvide los horrores y padecimientos de los presos antifranquistas, si bien los planes del Gobierno de Navarra parecen ir por otro lado. Es tanta la desmemoria en Navarra que la CAN llegó a estudiar un proyecto para levantar allí –enterrar más bien- su nueva sede o bunker central.

En noviembre de 2007, el Congreso de los Diputados aprobó una inversión de 500.000 euros para limpiar y acondicionar el fuerte, y en las obras se eliminaron todos los elementos constructivos que hicieron del edificio una prisión, algo que fue denunciado por los colectivos de memoria histórica. Obviamente, en las visitas guiadas que se organizaron después también se obvió toda referencia a los hechos acaecidos en aquel penal.

Más símbolos franquistas en Pamplona

Ambulatorio General Solchaga: José Solchaga Zala fue otro militar de los que se alzó con Franco. Destinado en Pamplona, mandó una de las columnas que ocuparon Irún, San Sebastián y gran parte de Guipúzcoa. En 1938 participó en las campañas de Cataluña y persiguió al maltrecho ejército republicano hasta Port Bou.

Calle Angel Mª Pascual: Periodista y escritor falangista (1911-1947), cofundó el periódico Arriba España (1936) en las oficinas y con el material incautado al rotativo nacionalista “La Voz de Navarra”. Después fue teniente de alcalde del Ayuntamiento y delegado en Navarra del Ministerio de Educación y Ciencia.

Colegio público Víctor Pradera: 1873-1936. Inicialmente vinculado al carlismo, acabó siendo uno de los ideólogos del fascismo español. Sus ideas giraban en torno a la unidad de España y a una concepción corporativa de la sociedad. Combatió activamente al nacionalismo vasco, se opuso al Estatuto Vasco-Navarro y contribuyó al nacimiento del antivasquismo político en Navarra. Fue seguidor de Vázquez de Mella, quien da nombre a otro centro escolar de Pamplona.

Otros casos en la comarca

Otras localidades demostraron más diligencia a la hora de repintar su simbología. En Villava, las calles General Mola y Mártires de la Tradición se cambiaron por Pedro de Atarrabia y Las Eras. El primer alcalde democrático de Huarte, José Luis Pérez, también quitó a los mártires de la avenida principal y los sustituyó por el topónimo Zubiarte. La calle Mayor de Aranguren, llamada Amadeo Marco en honor al presidente de la Diputación Foral durante la dictadura, también se renombró por aquella época.

Hubo otras localidades, como Burlada, en las que la simbología ha pasado desapercibida hasta hace bien poco. En 2008, cuando ANV solicitó el cambio de nombres de las calles Faustino Garralda, Federico Mayo, Pío Loperena y José Mina, la moción fue rechazada y el alcalde, el socialista José Muñoz, reconoció que debía investigar si estas calles eran franquistas o no. Tras las averiguaciones, otro Pleno aprobó el cambio en la nomenclatura y las calles fueron renombradas hace unos meses.

Por otra parte, hay pocos casos en los que un Ayuntamiento haya decidido dar un paso más y honrar a los referentes ideológicos y culturales del bando perdedor. Orkoien

dedicó cuatro de sus nuevas calles a José Saramago, Rafael Alberti, Pablo Neruda y Dolores Ibárruri, “la Pasionaria”. Alberti también tiene su plaza en Ansoáin, donde hallamos otras referencias progresistas como la de Rigoberta Menchú.

Los símbolos de Pamplona, ¿son de Pamplona?

Además de toda esta parafernalia franquista, la capital está plagada de símbolos que evocan la conquista de Navarra y exaltan la memoria de quienes combatieron y reprimieron a nuestros paisanos de otras épocas.

Monumento a San Ignacio de Loyola: Recordado una iglesia y un monumento, todo en la calle del mismo nombre. El conjunto escultórico muestra el momento en que “el santo era transportado por sus compañeros de armas tras ser herido en la defensa del castillo de Pamplona de manos de los franceses [sic]”. Frente a la interesada versión oficial, hay que subrayar que el de Loyola no era entonces santo sino militar, operando al servicio del Duque de Alba en la conquista de Navarra. Tampoco fue trasladado hasta su casa por «sus compañeros de armas», que fueron reducidos, sino por Esteban de Zuasti y Martin Sanz de Ilzarbe, caballeros navarros. Igualmente no dicen que Ignacio resultó herido cuando trataba de dar tiempo a la llegada de más tropas castellanas, y que los famosos «franceses» eran en realidad las tropas del rey de Navarra que trataban de expulsar a los invasores.

Calle del Duque de Ahumada: Este militar (1803-1869) fue hijo del virrey español en Navarra y de una hija de los nobles del palacio de Ezpeleta. Fue teniente general del ejército y ministro de la Guerra de España. Fundó la Guardia Civil en 1844, tras la capitulación de los carlistas navarros, y la concibió como un cuerpo militar represivo, centralizador y estratégico para el proceso de estructuración del Estado español, después de la derogación de los fueros de Navarra (1841) y cuando ésta fue asimilada como provincia española.

Calles reparadoras: Frente a los ejemplos anteriores, hay otras calles en Pamplona que tratan de reparar o reacomodar las derrotas navarras, la amputación de su territorio y de su soberanía. Así, contamos con dedicatorias a los fueros que perdimos (Fueros de Navarra), al último reducto de resistencia frente a los castellanos (Castillo de Maya), a la merindad que se nos fue en el camino (Baja Navarra), a una villa foral que ahora es “el extranjero” (avenida de Baiona)…

Publicado por Nabarralde-k argitaratua