La guerra de la Iglesia en Navarra

PIENSO que el sacerdote Equiza confunde la velocidad con la margarina. Un hecho es que hubiese curas que no apoyaran la represión y muy distinto que la Iglesia como institución apoyara el Alzamiento contra un gobierno democrático y legítimamente constituido, poniendo al descubierto que su sentido de la democracia y la soberanía popular fue siempre nulo.

La Iglesia apoyó un golpe de Estado contra un gobierno democrático. Con sus escritos dio legitimidad teológica -o lo que prefieras- al Alzamiento. Y luego, gracias, también, a la Iglesia, hubo cuarenta años de represión durísima.

El historiador Julián Casanova, en La Iglesia de Franco, escribe: «Muchos seminaristas y curas fueron los primeros en enrolarse en el requeté, y animaban al personal a que hicieran lo mismo. Tocaban las campanas buscando gente por los pueblos y colaboraban en el reclutamiento. Hileras enteras de confesados y arengados por los clérigos».

El sacerdote Mariano Ayerra, destinado en Alsasua el 18 de julio de 1936, escribe en su libro No me avergoncé del Evangelio: «Era frecuente ver, en esos primeros días, curas y religiosos con su fusil al hombro, su pistola y su cartuchera sobre la negra sotana».

Y conviene indicar que estos curas rasos no actuaban al margen de sus jerarcas. En diversas instrucciones, circulares, cartas y exhortaciones pastorales que los obispos difundieron durante agosto de 1936 se hace ver el nexo de unión entre la espada, la cruz, la religión y el movimiento militar. Véase la revista Reinaré en España, nº 39, año 1937, repleta de artículos de obispos y militares hablando el mismo lenguaje de la santa cruzada.

Respecto al obispo Marcelino Olaechea, al que pretende liberar de responsabilidad, conviene recordar lo siguiente. El 25 de julio de 1936, fiesta de Santiago, festejó en público la celebración de una misa de campaña en la Plaza del Castillo de Iruña para consagrar el requeté al Sagrado Corazón de Jesús. Cierto que en el acto no hizo acto de presencia, pero días más tarde diría que «el recuerdo de esa misa quedará imborrable en todos cuantos la oyeron». Más aún, proclamó: «Vivimos una hora histórica en la que se ventilan los sagrados intereses de la religión y de la patria, una contienda entre la civilización y la barbarie».

Fue Olaechea el primero de los jerarcas católicos en elevar el golpe faccioso a la categoría de «Cruzada contra los hijos de Caín», ratificada más tarde por Gomá y el futuro cardenal Pla y Deniel, autor de Las dos ciudades.

Olaechea prohibió a los curas, junto con Mateo Múgica, que se manifestaran a favor de la República, en un artículo –Non licet– que publicó Diario de Navarra. Y conviene precisar que la carta colectiva a los obispos, escrita por Gomá y firmada por toda la jerarquía episcopal, excepto Múgica y Vidal i Barraquer, fue redactada a petición de Franco, hecho por el que fue recriminado duramente por Vidal. Ya que sometía el poder de la Iglesia al poder militar, decisión que traería gravísimas consecuencias para todos, como así sucedió.

El 6 de noviembre de 1936, el obispo Olaechea escribiría: «Con los sacerdotes han marchado a la guerra nuestros seminaristas. ¡Es guerra santa! Un día volverán al seminario mejorados. Toda esta gloriosa diócesis, con su dinero, con sus edificios, con todo cuanto es y tiene, concurre a esta gigantesca cruzada».

Así que no extrañará que se repita una y mil veces que los asesinatos de rojos que perpetraron los requetés y fascistas durante la guerra no solo se hicieron con el beneplácito de la Jerarquía católica, sino en ciertos casos con su participación directa.

No negaré que hubiese santos y piadosos curas, y que fueran asesinados. Y no por piadosos ni por santos, desde luego.

Lo que aporta con su libro Jesús Equiza jamás justificará la intrínseca y nítida responsabilidad de la Iglesia en los hechos sangrientos que ocurrieron durante la guerra y después de ella.

Si la Iglesia jerárquica e institucional lo hubiese querido, nunca se habría dado la represión que se dio en Navarra. Comportamientos como el del obispo Olaechea solo condujeron a la barbarie. Que más tarde se lamentara de los asesinatos, no le redime de su oscurantismo primero.

La Iglesia jerárquica, con curas buenos y malos, sigue siendo lo que ha sido: una institución al servicio del poder. Lo demás es ideología; en este caso, teología clerical. La jerarquía actual con Rouco, Martínez, Cañizares al frente sigue en el mismo dique seco de la intransigencia que su homónima del 36.

 

Publicado por Noticias de Navarra-k argitaratua