Navarros de Vitoria-Gasteiz

El año 1199, aproximadamente por estas fechas, cuando aún no habían sido recogidas las cosechas, un gran ejército castellano hizo que los vitorianos se encerrasen al refugio de sus murallas. Los atacantes esperaban una rápida victoria, pero los sitiados resistieron con eficacia los primeros embates, también los segundos y los terceros. Ante esta situación, el rey castellano, Alfonso VIII, optó por construir una empalizada en torno a la villa amurallada y esperar, mientras empleaba a sus hombres en la conquista de la Navarra occidental. Los vitorianos esperaban la ayuda de su rey, Sancho VII Azkarra, pero ésta no llegaba. El rey de Navarra se encontraba en Al-Andalus, precisamente gestionando ayuda, en tropas o en dinero, para poder hacer frente a un ataque de su belicoso vecino castellano. Se dice que estando en Sevilla cayó gravemente enfermo. Esto lo sabía Alfonso, quien aprovechó las circunstancias para lanzar su ataque contra Navarra. Los vitorianos, al borde de la extenuación tras meses de asedio, solicitaron que se permitiera la salida de una comisión para trasladarse a Sevilla a hablar con su rey. Así se hizo, de manera que Sancho VII, ante la imposibilidad de socorrer a su villa de Vitoria, no pudo más que dar permiso a los vitorianos para que se rindiesen. Y así se hizo, a comienzos del año 1200, tras siete meses de asedio.

La historia ha servido a menudo para enmascarar la realidad. Saben esto bien quienes hoy en día, continuando la labor de sus antecesores en ese empeño, se dedican a hacer desaparecer cualquier vestigio, del tipo que sea, que contradiga la versión falaz de los acontecimientos por ellos sostenida. Los miembros de la Asociación Navarrate, quienes reivindican el carácter navarro de los territorios y las gentes de Álava, con el objetivo de la recuperación de la soberanía y el territorio del antiguo estado vasco de Navarra creen que “la historia, reescrita, puede ser un arma liberadora, no sólo para sacar a la luz lo que los estamentos dominadores encerraron en sus trasteros, sino también porque, al mismo tiempo, pone en evidencia que esa dominación ha estado siempre basada en la tergiversación, cuando no directamente en la mentira”.

Homenaje

Navarrate, con motivo de la conmemoración de este inicio del asedio de Vitoria, ha organizado unas jornadas de “homenaje a los alaveses que defendieron la villa navarra de Vitoria”, que comenzaron el pasado viernes 27 de mayo en el Centro Cívico Aldabe, construido en el solar donde estuvo la casa-torre de Sancho VII, con un acto en el que participaron el historiador Eneko del Castillo, el escritor Pello Guerra, el filósofo Kepa Anabitarte y el abogado Tomás Urzainqui. Los actos finalizaron el domingo, 5 de junio, con una kalejira que partiendo a las 12,30 del mediodía del Centro Cívico Aldabe, recorrerá varias calles del casco viejo, hasta la plaza Eskoriatza-Eskibel, donde se dará lectura a un manifiesto.

“Es necesario recordar estas cosas –aclaran los de Navarrate‑ porque la desinformación es generalizada, en una reciente visita a las obras de la catedral de Santa María, la guía, una chica majísima que la pobre no tiene culpa de nada, dijo, literal, que Sancho VI de Navarra había conquistado Vitoria en 1181”.

La realidad es que Sancho VI, llamado “el Sabio”, da fuero de villa a la aldea de Gasteiz en 1181, según consta en documento conservado en el Ayuntamiento. El año 1198 Alfonso VIII se propone la conquista de la Navarra occidental, tal como en 1174 había hecho con parte de la primitiva Bizkaia, después de hacerse con la Bureba y la Rioja, contraviniendo tanto el Pacto de Támara, de 1127, entre Alfonso VII de Castilla y Alfonso I de Pamplona y Aragón, como el Laudo Arbitral, de 1177, del rey de Inglaterra, Enrique II Plantagenet, que habían aceptado los reyes Alfonso VIII de Castilla y Sancho VI de Navarra. Tal como había ocurrido en el caso de Bizkaia con su tenente navarro, Eneko Lupiz, atraído a la órbita castellana con la concesión de feudos en la recién conquistada Rioja, por lo que sus descendientes se titularán “de Haro”, Alfonso VIII contó con la complicidad de algunos señores alaveses, seducidos con la promesa de feudalización de sus señoríos, una vez desgajados de la Corona de Navarra. Los castellanos van ocupando territorios y asedian Vitoria en 1199, para tomar la villa amurallada al año siguiente. Los vitorianos, tal como era costumbre en aquellos tiempos, recibirían el trato más benigno dispensado a los vencidos que se habían resistido con dureza. Verían respetadas sus vidas, pero no sus haciendas, siendo expulsados de su ciudad y realojados en los arrabales o en las aldeas próximas, mientras sus casas eran ocupadas por los sitiadores. Alfonso VIII reconoce sus fueros a los vitorianos, tal como afirman los panegiristas del pacto entre vascongados y castellanos, pero no a los genuinos, sino a los nuevos, mezcla de invasores y traidores. El incendio que destruye la ciudad en 1202, cuyo origen nunca ha sido aclarado, pudo ser fruto de los intentos de los navarros vitorianos por recuperar su ciudad. Todas las fuentes afirman desconocer las causas de este incendio, aunque se aventuran a suponerlo provocado, difiriendo en la identidad de los supuestos causantes. Que la conquista de Vitoria, y del resto del occidente de Navarra, no fue tan pacífica como se nos ha querido hacer creer, ni el cambio de soberanía de sus naturales tan voluntario, lo prueban los hechos posteriores, especialmente los acontecidos entre 1367 y 1371 en el contexto de la guerra entre Pedro I de Castilla y su hermano bastardo Enrique de Trastámara, pero eso es ya otra historia.

Sancho VII el Fuerte

Sancho VII Azkarra había estado muy unido a Vitoria. Como se ha dicho poseía un palacio en las afueras de la villa, cuya propiedad conservó tras la conquista castellana. Al este de Vitoria, entre Arkaia y Otazu, existió una aldea, llamada Sarrikuri, donde se dice que antaño se cultivaban viñas y el vino se enviaba al rey de Navarra y luego, tras la conquista castellana, al Concejo de Vitoria. En 1225 Sancho VII Azkarra, cederá a la orden de Santo Domingo su antigua casa fuerte de Vitoria, donde éstos instalaron su primera comunidad, fundada por fray Pedro de Otxoa en 1235. Junto a la torre había una ermita, con la advocación de Santa Lucía, que les sirvió temporalmente de iglesia. Pues bien, hacia 1780, la comunidad de frailes predicadores piensa en decorar la antesacristía de la iglesia con dos cuadros de sus principales benefactores, Pedro de Oreytia, consejero del rey Carlos II, fallecido en 1694, quien había dejado en su testamento 10.000 ducados para este convento, y… el rey de Navarra Sancho VII. Sin embargo este último retrato no se hizo, por “no exponerse a modernas críticas”, que podemos figurarnos cuales eran. No hay nada nuevo bajo el sol.

El recuerdo de que la originaria naturaleza de los vitorianos, no es otra que la navarra, fue perseguido, pero ha sobrevivido. La asociación Navarrate se ha propuesto hacer que sea hoy más fuerte que nunca, declarando allá donde haga falta que Vitoria-Gasteiz ha sido y es una ciudad navarra conquistada.

 

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