El Gobierno de Navarra permite talas autorizadas de arbolado, entre otros motivos para regenerar el monte autóctono. En principio se pueden considerar apropiadas esas autorizaciones, ya que esas especies venidas de fuera e introducidas de forma artificial en el ecosistema -que nunca se debieron plantar- reducen la calidad del arbolado local.
Siendo válida la explicación anterior, los árboles realizan funciones ecológicas y ambientales fundamentales, como son entre otras la conservación del suelo y el agua, además de hacer de sumideros de gases de efecto invernadero, causantes del calentamiento global del planeta. Talarlos en este momento crucial para mantenimiento de la vida en la Tierra por el calentamiento global resulta inequívocamente un grave error, ya que los árboles autóctonos con los que se pretenden sustituir tardarán décadas en hacer la función que los eliminados hacían. Esto representa una reducción de la capacidad de sumidero en estos años vitales para la sostenibilidad del planeta. Por otra parte y a la vez, se siguen autorizando plantación de especies no autóctonas que crecen más rápidamente, sobre todo coníferas… lo que representa una contradicción de criterio. Recientemente hemos comprobado in situ una de esas talas controladas en el monte de Orreaga cercano a la Colegiata de Roncesvalles, donde además de la eliminación del roble americano que era la finalidad, se han llevado por delante hayas, acebos y otras especies, además de crear claros excesivos. Algo parecido ocurrió cuando el Ayuntamiento de Ansoáin llevó adelante talas de coníferas en el monte Ezkaba con el fin de regenerar el monte. Lo que hicieron fue un destrozo impresionante, abriendo pistas, que con el efecto de las lluvias arrastran tierras eliminando en algunos lugares la franja protectora.
Quizá en tiempos pasados tendrían sentido y podrían justificarse esas talas de especies alóctonas, pero las urgencias actuales creemos las hacen contraproducentes.
