Grandes inventos de la humanidad
No las torres, ni los altos muros,
sino los puentes.
No cúpulas doradas, sino techos
humildes que ni el sol
ni la lluvia consiguen
cruzar impunemente.
No el barco junto al mar,
tentando a los audaces y ambiciosos,
sino la cama
a la orilla del amor y del sueño;
No el coche, sino la silla de paja;
No la espada ni el arado,
sino el pan y la cerveza
a orillas del desierto;
No la jaula, sino la música
No el odio ni la guerra,
sino la amistad
y la hospitalidad,
y el vino para celebrarlas.
Desde el Sur
Regresas de una tierra yerma y gris
-polvo y ceniza-
como alma afortunada
que ha huido del infierno.
Rubio león, el sol de julio avanza
Despacio, silencioso,
espantando a su paso
aterrados rebaños de altas nubes
blancas, oscuros pájaros
que suplican a gritos
el auxilio del viento.
Consumado el saqueo del oro,
los rastrojos hirsutos
yacen ahora humeantes:
decapitadas torres,
murallas arrasadas…
Y de pronto las vides aparecen
como largos renglones
verdes; como los versos
innumerables de un bello poema…
Oculto en un rincón
del cielo azul inmenso
– fresco, tal vez, y acogedor , lo mismo
que una vieja taberna–
Dionisos se impacienta imaginando
el alegre final
de su próximo himno…