Creatividad presupuestaria

EL Gobierno de Navarra concretó el pasado 28 de septiembre la anunciada oleada de recortes. Conviene empezar con algunas precisiones. En primer lugar, hay quien todavía habla de ajustes en lugar de recortes (no Miranda, él tiene claro que son recortes y que las dietas de Can son parte del sueldo). Ya sabemos que la política está plagada de eufemismos. Incluso, en un afán justificativo, desde los aledaños del Gobierno se banaliza -recurriendo a etimologías pueriles o interpretaciones ingenuas del término (que si es un supuesto previo, que si es una autorización de gasto)- el mismo significado del presupuesto, como si modificarlo una y otra vez a lo largo del año fuera algo sin importancia. Pues bien, el presupuesto no sólo es uno de los principales, sino el principal instrumento de política económica (en cualquier caso compendia prácticamente todos los demás en su materialización económica), sino que nos da una idea cabal de las prioridades, preferencias y, por tanto, enfoque ideológico de la cosa pública de quien lo elabora. Y, además, proporciona información, por lo que su continua modificación no sólo da sensación (en este caso ajustada a la realidad, todo hay que decirlo) de desbarajuste, sino que dificulta, ensombrece o empaña la visión de la situación real de las finanzas públicas. Algunos próceres de UPN se lamentan de que se les critique y llaman irresponsables a quienes lo hacen, alegando un supuesto deterioro de la imagen de Navarra para los inversores. Bonita forma de achacar a terceros la responsabilidad de su propia incapacidad. Lo que realmente genera mala imagen es ese tráfago de enmiendas, tachaduras y anotaciones al margen, que le da más apariencia de cuaderno escolar (de escolar que no hace los deberes) que de documento contable.

Se ha dicho y escrito mucho sobre los recortes y no voy aquí a perseverar en ello. Hay, no obstante, aspectos que creo necesario tener en cuenta. El primero, la interesada difusión de la especie de que no hay más remedio que recortar, la inexorabilidad del recorte. Ciertamente, la gestión peregrina de las cuentas de Navarra, a la que seguramente no ha sido ajena la convocatoria electoral de mayo, lleva a un callejón sin salida en el que no queda más remedio que tomar medidas drásticas. Si nos encontramos con un incendio en casa, primero habrá que apagar el fuego y luego buscar responsables. Y, en cualquier caso, deberemos reconstruirla. Pero son cosas distintas que sólo por afán de manipular o engañar pueden mezclarse. Hay una responsabilidad en la gestión realizada, no ya este año, sino desde que empezó la crisis; lo mismo que la ha habido al apoyar con entusiasmo unos límites de déficit y de deuda o, cuando menos, no hacer valer la capacidad fiscal de Navarra para negociar otros límites; y la ha habido cuando, una vez tomada la decisión de recortar, se concreta en qué partes meter la tijera. Nada de ello es achacable a la oposición.

Hay dos partidas particularmente significativas entre las recortadas, la financiación municipal y la Universidad Pública. El Gobierno de Navarra mete la mano en el bolsillo de los ayuntamientos y se apropia de un dinero que no es suyo, generando una cascada de recortes que se va a materializar, sobre todo, en menor gasto social (aunque nada claro se ha dicho todavía, parece que el Gobierno de Navarra muestra cierta flexibilidad en el asunto y es una buena noticia… si obviamos el hecho de que ese menor recorte en gasto corriente se debe a una drástica reducción de las inversiones). Y entra a saco en el presupuesto de la UPNA, hasta el punto de comprometer su propia supervivencia como centro de investigación. Una vez más se intuye que UPN desearía una UPNA dedicada exclusivamente a la docencia. Y no cabe argüir que el centro también debe aportar lo suyo al ahorro. Lo lleva haciendo varios años y está ya en una situación límite. El consejero Miranda aludía en su comparecencia del día 11 en el Parlamento a la valoración por resultados (insinuaba que era «un pozo sin fondo»), como si la UPNA no lo aceptara, cuando precisamente puede exhibirlos y muy buenos. ¿O es que se intenta, acaso, restringir la competencia artificialmente para beneficiar a no se sabe (o sí se sabe) bien qué agentes privados? El Gobierno de UPN-PSN ha metido a la UPNA en una espiral endiablada: se le recorta el presupuesto, lo que obliga al centro a ahorrar, incluso en partidas esenciales. Como, efectivamente, se gasta menos, el Gobierno lo utiliza como argumento (¿veis cómo no necesitáis tanto dinero?) para reducciones adicionales. Y así hasta que a la UPNA le queden apenas recursos para pagar al personal fijo y la tiza. Una política universitaria modelo.

En esa confusa aglomeración de versiones de las cuentas de Navarra con que nos encontramos, el 7 de septiembre se nos dijo que la necesidad de ajuste era de 327 millones de euros, de los cuales la mitad (163,6 millones) era reducción de gasto y la otra mitad se trasladaba a 2012. El 28 de septiembre el ajuste necesario era, sin embargo, de 294 millones. Para 2011 se establece una reducción de 117 millones y se aplazan 74 millones a 2012. Sin embargo, quedan 103 millones en el aire: 42 por «inejecución ordinaria», un concepto difícil de sostener entre tanto tijeretazo; y 62 millones para «otras medidas de ajuste». Es decir, queda casi otro tanto y crece la sospecha de que vamos a empezar otra vez con jueguecitos hasta que no quede más remedio, límite que yo concretaría en el 21 de noviembre. Hay quien dice que no será necesario ese recorte, es de temer que gracias a más maniobras contables.

Hasta ahí lo que afecta a este malhadado año de 2011. De momento, porque tres meses y medio es mucho tiempo para el dinamismo que parece haberse apoderado del Gobierno de Navarra y aún habrá ocasión, espero equivocarme, de lamentar que el año no hubiera terminado antes.

Las posibilidades de que en 2012 se repita la misma historia son elevadas. La forma de proceder es la siguiente: se estima un crecimiento del PIB, no se sabe bien con qué criterio ni por quién. A partir de ahí, se establece una previsión de ingresos, tampoco sabemos gracias a qué fórmulas, guarismos o pócimas. Sumando a esa cifra el objetivo de déficit pactado (aceptado) con el Gobierno de Madrid, y haciendo los pertinentes ajustes de Contabilidad Nacional, se obtiene el techo de gasto. Y ya la tenemos liada. Por ejemplo, este año el consejero Miranda se ha equivocado en un 10% al hacer sus previsiones. Si se equivoca en el mismo porcentaje en 2012, por ejemplo, del incremento del gasto de un 7,1% terminaríamos en un descenso, en relación con 2011, del 3,8% y un ajuste de 371 millones. Y si, por cualquier azar, el TAV se aplaza o se ejecuta en cuantía menor a la prevista, ya tenemos otro ajuste que puede llegar a los 134 millones.

En suma, sobresaltos y rigores innecesarios. Eso es seriedad, eso es credibilidad, eso es lo que Navarra se merece.

 

http://www.noticiasdenavarra.com/2011/10/22/opinion/tribuna-abierta/creatividad-presupuestaria