De antiguallas, bien común y moderaciones

Tanto representantes de los últimos gobiernos del Estado español como de los diputados de las Cortes españolas no cesan de repetirnos el mensaje de «la unidad de la nación española», bien en su versión más rancia de la rojo y gualda aznariana o, como en el caso del PSOE en su discurso social-imperialista, por utilizar al respecto el nomenclátor de sus ¿progenitores ideológicos?

Dirigido a catalanes , gallegos y vascos nacionalistas y/o separatistas.

-Antiguallas: No miren para atrás en la historia, no caigan uds. en cuestiones artificiales y sin importancia como es el de las identidades. Los problemas de la ciudadanía son otros. No pierdan el tiempo.

-Bien Común: «El bien común de todos los españoles, la igualdad y cohesión territorial de toda España, es la garantía del bien común de todos los españoles. Es un valor democrático». R.Zapatero dixit en una de sus recientes intervenciones en el Congreso español.

-Moderación: No se vayan uds. al monte. Sean moderados. En el siglo en que vivimos se trata de aunar, nunca de dividir. Practican uds. un discurso que propicia la fractura de la sociedad, que suscita incertidumbres peligrosas y, aún más grave, coinciden, en el caso del País Vasco, en sus fines con las opciones terroristas contribuyendo, por lo tanto, a su justificación.

Sras. y Srs. de la España patriótica:

Compartimos con uds. la condición de terrícolas y, como la mayoría de los habitantes y pueblos de este planeta, uds. también tienen, ¡y vaya que si la tienen!, conciencia de identidad tanto individual como colectiva. Además, y sobre todo, si por tamaño se tratara, no hay duda de que la suya es mucho mayor y está perfectamente entrelazada al control real de la política, economía, cultura, idioma, etc., etc., de repercusión nada baladí para uds. y tampoco, pero desafortunadamente, para nosotros los vascos.

Por lo tanto, ¡cuidado! Si la identidad supone una dolencia a superar, están más enfermos que nosotros. Se lo advertimos por simple solidaridad internacionalista.

Cuando manifiestan su desprecio por las identidades trasnochadas, siempre son las del «prójimo», las del «otro». En sus críticas frecuentemente inciden en los aspectos más intangibles o en las referencias más lejanas a propósito de la identidad, como son los sentimientos, adhesiones, referencias históricas, mitología , tradiciones, etc.,etc.

Por supuesto que nosotros también las tenemos, aunque probablemente no hayan alcanzado el nivel de EL CID.

Pero, seamos serios, la identidad hace tiempo -y hoy más que nunca- se conforma en su máxima expresión acompañando a la soberanía; es decir, como soporte justificativo de la capacidad para ejercer el poder en ámbitos relevantes de decisión.

No pretendan despistarnos: aunque afortunadamente existan y se fomenten experiencias internacionales de coparticipación, la realidad pivota sobre poderes políticos, económicos y culturales de Estados cimentados sobre identidades concretas, perfectamente diferenciadas, y con una inequívoca voluntad de perpetuarse, como es el caso de España.

La exposición del presidente R. Zapatero identificando bienestar en sus fronteras con el de las «igualdades» territoriales, nos retrotrae al nacionalismo xenófobo del franquismo, apoyado por una jerarquía católica que acuñó, por ejemplo, aquello de «El Sagrado Corazón SÓLO reinará en España». Tal y como razona el presidente español: por el artículo 33.

Las consecuencias tanto del expansionismo secular de Castilla-España ocupando y expoliando el Reino de Navarra -el de TODOS los vascos- como las derivadas de las guerras padecidas por este País durante los siglos XIX y XX, con resultado UNIÓN por ANEXIÓN, ¿aumentan el bien común?

Con la lógica de R. Zapatero la respuesta es afirmativa. Coincido con él en cuanto a los destinatarios de ese «bien común» derivado de las conquistas: el nacionalismo español.

Sin embargo ¿desde cuando el expolio tiene un valor democrático?

A propósito de nuestra falta de moderación, miren uds.: una cosa es subir al monte y otra bien distinta es vivir en él. Este último es su caso.

Están uds. desautorizados para exigirnos moderación permaneciendo en posturas extremas y retrógradas en relación a su modelo de convivencia impuesta. Está reconocido el divorcio y la separación, tanto entre personas como entre países. Al menos en gran parte del llamado mundo civilizado.

No se puede apoyar el divorcio y el derecho a la autodeterminación de los pueblos y simultáneamente permanecer aferrado a principios que pertenecen en gran parte al campo de la mitología largamente cuestionados, como es el de la patria común española.

No sean ustedes inflexibles ni se encierren en su visión unívoca de unas realidades que no admiten. Actúen como auténticos progresistas y no se resistan al CAMBIO. Bajen del monte, reconozcan a los demás, y ejerzan como demócratas.

A principios de esta semana conectaba con una radio vasca que informaba sobre una sesión en las Cortes españolas. Diputados vascos, catalanes y gallegos enfundados en las camisetas de sus respectivas selecciones nacionales de fútbol exigían, una vez más, la oficialidad de de las mismas.

A la hora del escrutinio el PP y el PSOE votaron al unísono, como es habitual en estos casos, en contra de la iniciativa.

La información radiofónica finalizó con la intervención de un diputado españolista que espetó: «para qué otras camisetas y selecciones si ya tenemos la que nos representa a TODOS». Me quedé con la duda: ¿a qué partido pertenecía el referido parlamentario? Al parecer da lo mismo. Una vez más recordé lo que tan acertadamente alguien recreó. «Lo que más se parece a un español de derechas es un español de izquierdas».