En el sueño de la noche


No me he perdido esta vez. Buscaba con prisa a Chaho, tenía que resumirle algo sobre nosotros y no he empezado bien, vengo nervioso y en desorden. Pero ya hace rato que no digo nada, es Chaho que me está hablando así. Y me pregunta por Zumalakarregi, si no ha vuelto ya (estaba hace unos momentos). La obsesión de Chaho es con Zumalakarregi. Yo quisiera indicarle que algo es como nuestra noche real de fantasmas, de ejército fantasma, de Universidad fantasma de la reencantación (todavía en fantasma) de Zumalakarregi, de la reencantación vasca de Navarra… Chaho con movimiento breve y repentino de su cabeza la levanta y me mira fijamente, con un gesto de la mano me contiene, extiende la misma mano señalando un punto en la noche y los dos volvemos la cabeza, y en la misma dirección vemos los dos Pamplona. En este momento de estatua observo la cabeza de Chaho, que no está en ninguno de sus retratos. Pero yo he visto antes esta cabeza muchas veces: no tiene más que 25 años y una violenta prisa que no tiene tiempo de retrato, esa antigua prisa que, porque hay que seguir, no queremos oír nunca (Veo que se rompe en este instante la noche blanca y muy antigua que tiene la mascarilla muerta de Ignacio de Loyola, veo en este instante que tiene los ojos abiertos, ¿o es con el rostro de Zumalakarregui con el que ahora está Chaho mirando?) Chaho adivina y conspira lo que pienso y habla, ha movido negativamente la cabeza: Solamente mueren los hombres y los pueblos que no han existido nunca. Pamplona duerme porque ha creído en España y en Francia. Hemos despertado encadenados porque solamente un pueblo libre por sí mismo, como el nuestro, ha podido y se ha dejado morir confiado. Dormimos de fueros como el guerrero desarmado y despertamos a medias con una espada prestada en la mano en causas ajenas. Areoia, erioa, al enemigo, a muerte, me ha entendido Zumalakarregi, pero lo que no ha entendido todavía es que el verdadero enemigo lo lleva dentro de sí mismo, que nuestra guerra civil es en nuestra conciencia… Solamente tarda, parece que va a dejarse morir para enterrar los fantasmas que lleva dentro. No está dormido, solamente tarda, porque ya tiene un sueño (¿sueño? ¿ensoñación? no me atrevo a interrumpirle, me parece que su voz se está yendo) Ahora duerme Pamplona porque tiene el mismo sueño (¿ensoñación?). Ahora vuelve Eneko Arista, su reino de Pamplona independiente, su sueño de todos los vascos políticamente navarros, ahora despertamos todos, capital Pamplona, en la ofensiva nuestro primer estado vasco. (Siempre es hoy para este hombre: Ilunabar!, en la noche, en nuestra noche, iluminada, le oigo o nos decimos, vieja invocación, como un agur preaitórico y lunar que lo mismo sirve al encontrarnos que al separarnos, pero velando, en el sueño de la noche).

Ejercicios espirituales en un túnel… Donostia, 1983.