Recortes sin estímulos: parada cardiaca

Los datos de desempleo del cierre del año 2011 dan mucho que pensar. En Euskadi, la situación es esta: 192.340 parados, 13.368 parados más y 14.478 cotizantes menos a la Seguridad Social que hace un año. En la CAV, +6,94% (9.433 parados más); en Navarra, +9,15% (3.935 parados más). En España, los datos arrojan el siguiente balance: 4.422.359 parados, 322.286 parados más y 355.060 afiliaciones menos que hace un año en las mismas fechas. La cuarta parte de todos los desempleados de Europa están en este último país. Son fotografías indicativas de muchas cosas y suponen, sin ningún género de dudas, un desastre social.

El desempleo es el reflejo de los profundos males que asolan a la economía y de que las recetas que se están empleando no están sirviendo para solucionar este gravísimo problema social. De hecho, enfrentados a esta situación, toda nuestra sabiduría se está concentrando tanto en Europa como en España, y por desgracia también en Euskadi (CAV y Navarra), en una carrera alocada de recortes de los presupuestos públicos, especialmente en lo referido al empleo público, los salarios, el gasto social y la inversión productiva.

Se trata, como corean a modo de comparsas una gran parte de los medios de comunicación y de la intelectualidad económica, de recortes «inevitables» para luchar contra una crisis de dimensión global. Nuestro problema, dicen, es el excesivo déficit público, la abultada deuda, tanto pública como privada, la falta de credibilidad e, incluso, de solvencia de muchas economías regionales europeas, así como de sus instituciones. Igualmente se alude al excesivo tamaño del Estado de Bienestar.

Estamos ante un diagnóstico solo parcial de la situación que nos aqueja y, por tanto, ante un diagnóstico que puede acabar resultando erróneo. También es posible establecer que la situación en la que nos encontramos es un problema de falta de crecimiento económico y de generación de riqueza, que tiene como consecuencia la no creación de puestos de trabajo. Esta falta de demanda, de consumo y de crecimiento económico tiene como consecuencia inevitable el actual desequilibrio fiscal. Una pescadilla que se muerde la cola.

El premio Nobel Paul Krugman nos da alguna pista cuando defiende que hemos de ser capaces de tener una visión global del ciclo económico en el que nos hallamos, que debemos huir de las perspectivas y los análisis estáticos del corto plazo. Krugman también nos recomienda evitar los recortes en el sector público como única solución a la situación de la Unión Europea.

Nadie parece reparar en que el mundo ha crecido en el año 2011 en torno al 3% y prevé hacerlo otro tanto en el 2012 recién inaugurado. En que son las economías avanzadas -especialmente la zona euro, con una previsión de caída de su economía del 0,3% para el año 2012- las que tienen un peor comportamiento (con crecimientos del 1,4% y 1,3% para 2011 y 2012, respectivamente), según los datos publicados el pasado 18 de enero por el Banco Mundial. En que estamos, por tanto y desde la perspectiva europea, ante un problema no solo de crecimiento sino de reparto. Problema de reparto que no es, por cierto, nuevo en economía. Sirva una mirada al siglo XX, en el que la economía creció al mismo ritmo al que crecieron las diferencias entre países.
Nadie parece reparar tampoco que España, país castigado con una prima de riesgo altísima en los mercados -lo que le encarece brutalmente el dinero para financiar su déficit público- tenía sin embargo a finales de 2010 un nivel de deuda en relación con el PIB del 61%. Una cantidad, por cierto, menor que Holanda (62,9%), Bélgica (96,2%), e incluso que Reino Unido (79,9%), Francia (82,3%) o la toda poderosa Alemania (83,2%).

En lo que se refiere a lo que algunos ya denominan «lastre del Estado Social» hay que recordar que es mucho más alto en Alemania – qué decir en los países nórdicos- que en el de todos los países intervenidos: Irlanda, Portugal, Grecia… O en el de los que están a la cola. ¿No son, no deben ser, estos motivos para la reflexión?

Todo el mundo sabe que se puede pedir prestado para comprar un piso o un coche (es más discutible que lo puedas hacer para irte de vacaciones). Pero lo que es seguro que no se puede hacer es pedir prestado para hacer la compra en el supermercado. Es decir, si queremos contar con un sistema de bienestar, tendremos que generar riqueza e ingresos para financiarlo. Es un error pretender financiar las políticas sociales recurriendo al préstamo porque la consecuencia son los recortes. La clave está en activar la economía como medio de racionalizar el gasto social y no acabar recortando y desmontando los mecanismos de protección social.

Mirando un poco al futuro, es cabal reconocer que definitivamente no será el nivel de deuda lo que condicione nuestro futuro. Lo que verdaderamente condicionará nuestro futuro son los conocimientos, la destreza, la sabiduría de nuestros hombres y mujeres y su compromiso de solidaridad con la comunidad a la que pertenecen, su compromiso solidario con la naturaleza y con el mundo. Dicho de otra manera, capital social y capital natural; aquí nos jugamos el futuro.

Lamentablemente, las recetas de hoy van en otra dirección. Vivimos una gran competición en esta irracional olimpiada del recorte. Aquel que propone recortar más es mejor gestor. Pero los recortes sin estímulos económicos que generen más empleo, más demanda y más riqueza e ingresos fiscales son como las sangrías que se practicaban a los enfermos en la Edad Media: seguramente aquellas personas morían con menos dolor, pero indefectiblemente se morían. Los recortes sin estímulos acaban provocando una parada cardiaca.

En esta misma línea se posicionaba Keynes cuando afirmaba en 1937: «La expansión, no la recesión, es el momento idóneo para la austeridad fiscal». Era, curiosamente, la época en la que el entonces presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, animado por una economía que hasta entonces se había ido recuperando después de la Gran Depresión, intentó equilibrar el presupuesto público con excesivas prisas, lo que sumió a la economía estadounidense en una profunda recesión. Y, además, como Paul Krugman afirma con tino, ningún país con deudas importantes ha conseguido congraciarse con los mercados financieros haciendo recortes drásticos.

Alguna reflexión deberemos extraer porque el futuro no se presenta halagüeño. Según Sala I. Martí, el año 2012 empieza con la misma debilidad económica con la que ha acabado el anterior: La periferia de Europa vuelve a estar en recesión (es decir, con crecimiento económico negativo) y EE.UU. sigue anémico. Tanto allí como aquí, gobiernos, bancos y familias están inmersos en un proceso de desendeudamiento (o desapalancamiento, que se dice ahora) que los lleva a recortar gastos, lo que reduce la demanda y provoca contracción económica.
A todo esto hay que sumar dos fenómenos nuevos: la burbuja inmobiliaria china ha explotado, aunque está por ver si la caída será catastrófica o lenta y cómo afectará al resto de los países emergentes. Además, la crisis económica de la periferia de Europa se ha contagiado al centro de la eurozona y países como Alemania y Holanda pueden acompañar a España, Italia o Grecia en su particular vía crucis socio-económico. Se pone así de manifiesto que la falta de un liderazgo europeo lastra el futuro de todos. O, si quieren, que esta insolidaria y terca política europea delsálvese quien pueda puede acabar consiguiendo que terminemos todos ahogados.

Todo ello me lleva a pensar que resultan de doliente actualidad las palabras pronunciadas, hace ya 100 años, por Albert Einstein al decir que «perfección en los medios y confusión en los fines me parece ser la característica de nuestro tiempo». Para muestra, un botón. Los recortes en sanidad, salarios, pensiones… unidos a las subidas de impuestos (IRPF, IBI…) decididos como primeras medidas por el nuevo Gobierno español no pueden llevar a otro sitio que no sea al agravamiento de la situación en la que se encuentra la economía. Parece que los políticos del actual gobierno, así como los del anterior, siguen pensando que quitarle un poquito a muchos es mejor que quitarle mucho a unos pocos, porque los que son muchos, como se les quita poco, no lo notarán (al menos eso piensan) y los que son pocos se quejarían y no se dejarían.

Todo ello en una UE que ha dejado en evidencia que esa falta de liderazgo, esa política delsálvese quien pueda que puede terminar con todos ahogados, esas diferencias de diagnóstico con posturas encontradas y en ocasiones no pacíficas, son el pan nuestro de cada día. Afirma, con acierto, Iñaki Beristain en Crisis financieras y perspectivas lo siguiente: «Creo que se está tratando de solucionar un problema global (sector público & sector privado; economía real & economía financiera) con medidas parciales focalizadas a solventar la mitad del problema (las políticas recientes se ocupan casi en exclusiva de adelgazar o equilibrar el sector público), es decir, de únicamente el 50% que el sector público supone sobre el total de la economía». Las pescadillas siguen sin saber hacer otra cosa que no sea morderse la cola.

En este sentido, en España no hay nada nuevo bajo el sol y se sigue la misma senda errática de la eurozona. Y es que no parece razonable tratar de solucionar una situación ocupándose solo del 50% del problema y obviando al otro 50% constituido por los agentes privados. Agentes que también se ven afectados por el elevado endeudamiento, la falta de liquidez; las expectativas negativas, los elevados niveles de paro; los mercados exteriores a la baja…
Eso sí, ya tenemos al culpable. Como antes, en la llamada crisis financiera, fueron las cajas de ahorro, ahora son las comunidades autónomas las causantes del enorme déficit público. Y la terapia: intervenirlas. Aunque, en realidad, tampoco supone ninguna novedad que la administración del Estado pretenda controlar y decidir sobre los presupuestos de las comunidades autónomas.

Lo cierto es que el Gobierno español se había comprometido con Bruselas a que al cierre del año 2011 el déficit no superaría el 6% del PIB y que, llegado el PP al Ejecutivo, ha tenido que reconocer que el déficit será del 8% o superior y que el ajuste en 2012 puede alcanzar los 40.000 millones de euros. Además, los datos ofrecidos tras el primer consejo de ministros presidido por Rajoy, reflejan que la administración central solo ha sido responsable del 0,3% de la desviación al alza. El resto, el 1,7%, es responsabilidad de las comunidades autónomas.

Esto pone en evidencia, por un lado, las diferencias entre autonomías: unas son naciones que llevan el autogobierno en sus genes y lo ponen en práctica con racionalidad; otras surgieron artificialmente y han antepuesto la popularidad a la responsabilidad. Y, por otro, que si el Gobierno español quiere comportarse con las autonomías como Alemania lo ha hecho con él, se estará fraguando un nuevo y serio problema político, especialmente con las naciones históricas del Estado que si algo han demostrado ha sido responsabilidad y eficacia en la gestión de los recursos públicos.

La comunidad vasca y la foral navarra cuentan con amplia autonomía financiera y fiscal, que generalmente han desarrollado con inteligencia y medidas propias (tampoco ahora tienen por qué ser copiadas las subidas de impuestos de Rajoy), adaptadas a nuestra cultura socio-económica. Y ambas no han generado nunca desequilibrios en las cuentas del Estado, haciendo posible el paradigma que liga autogobierno con bienestar. Así que tanto una como otra deberán estar muy atentas a lo que sucede porque la tentación del café corrector para todos es una amenaza cierta y creíble, se presente como censor previo o como sancionador último.

En los últimos meses hemos asistido a incrementos progresivos de la prima de riesgo en el conjunto del Estado. Una evolución cuyo efecto inmediato es el encarecimiento de las condiciones de renegociación de la deuda de las administraciones públicas. Las dificultades por las que han atravesado países como Portugal, Irlanda o Grecia, o las dificultades actuales de Italia y España, no pueden hacernos olvidar que este encarecimiento de la deuda nos está afectando y nos seguirá afectando también a nosotros.

Endeudarse no es malo en sí mismo siempre que sea para algo que resulte eficaz o, dicho de otro modo, siempre que sea para algo diferente a aumentar el gasto corriente. Es decir, hay que decidir muy bien para qué queremos endeudarnos y en cuánto, porque de otro modo el coste es enorme. Endeudarse para generar estímulos que incrementen el dinamismo económico, para invertir en investigación e innovación, para hacer una apuesta estratégica por la formación y el conocimiento son, sin duda, decisiones hoy más necesarias y oportunas que nunca.

Pero analicemos la deuda del Gobierno vasco. Hoy, la CAV está más endeudada que en el año 2008 y el año que viene lo estará más todavía. En 2008, la deuda del Gobierno vasco no alcanzaba los 700 millones de euros. Como resultado de la gestión económica y presupuestaria del Gobierno vasco actual, con el aval del PP, la deuda se ha disparado hasta los 5.500 millones de euros el pasado 2011. Y ambos partidos volverán a provocar que se dispare hasta alcanzar, según las previsiones iniciales del Gobierno, los 7.000 millones este año. Si todo ello se lleva a cabo en escenarios de aumento de la prima de riesgo y de contagio de la prima española, la consecuencia parece lógica: en el momento en que el endeudamiento resulta más caro, el pacto PSE-PP habrá procedido a multiplicar la deuda del Gobierno por más de seis en solo cuatro años.

En términos macroeconómicos, ello supone que la deuda del Gobierno va a representar el año 2012 el 8% de nuestro PIB, cuando hace tan solo cuatro años, en 2008, representaba solo el 1%. En términos presupuestarios, el efecto de este incremento de la deuda es demoledor. El presupuesto del año que viene va a tener que contemplar 425 millones de euros para responder a los compromisos de deuda, 170 millones para amortización y 255 millones más para el pago de los intereses. Esta cantidad se elevará por encima de los 800 millones de euros en el año 2014, generando una carga financiera a medio plazo muy importante y comprometiendo severamente la acción del próximo Ejecutivo. Para comprender la dimensión de estas cifras es suficiente con subrayar un dato: el Gobierno vasco ha decidido recortes en derechos de los funcionarios de la Administración. Pues bien, estas medidas conllevarán, según el Gobierno, un ahorro de 100 millones de euros, cuando solo el pago de intereses de la deuda va a suponer un gasto de 255 millones de euros en el mismo ejercicio.

Aún con todo, la pregunta debe ser: ¿Para qué ha decidido el actual Gobierno recurrir a un endeudamiento intensivo? Y la respuesta no parece estar en que los recursos obtenidos vía préstamo vayan a servir para ofrecer estímulos que activen la situación económica, fomenten la inversión en innovación y desarrollo o inviertan en conocimiento.

Sirva un ejemplo para ilustrar este hecho. La CAV ha reducido en el periodo 2008-2010 un 18,24% su gasto en innovación tecnológica y Navarra en un 10,38%, según los últimos datos del INE, publicados el pasado 14 de diciembre. Esto, aunque seguimos siendo una referencia a nivel de Estado, es especialmente grave cuando la cuarta parte de nuestras empresas (24,70% en la CAV; 25,27% en Navarra) son tecnológicamente innovadoras. Es especialmente grave cuando aún somos de los países con un mayor número de empresas tecnológicamente avanzadas, teniendo en cuenta además que en la CAV el 35,87% de la cifra de negocios que llevan a cabo las empresas tiene que ver con actividades empresariales innovadoras. Esto no será así por mucho tiempo si dejamos de invertir en innovación.

Esta caída en la inversión que, curiosamente, se ha dado en la CAV pareja al desmesurado incremento -seis veces- de la deuda, tiene ya un primer efecto: la pérdida de posiciones en el compromiso con la innovación en relación con Europa. De hecho y tras enormes esfuerzos, en el año 2008 se superó, por primera vez, la media europea, 0,49 contra 0,48 europeo, según datos oficiales del Índice de Innovación Europeo (EIS) 2008. Esta posición se ha perdido con los datos del EIS 2010. Según estos datos, nuestro índice es del 0,45, por debajo otra vez del 0,52 europeo. Por si esto no fuera suficiente, en los presupuestos para el año 2012, las partidas dedicadas a estas materias (I+D+i), claves para nuestro desarrollo futuro, se reducen en 175 millones de euros con respecto al año anterior.
Y tampoco parece que la inversión productiva programada por el Gobierno sea la responsable del endeudamiento. En 2012 (descontando el efecto Y vasca) está previsto que las inversiones reales se reduzcan en 151,5 millones de euros con respecto al año 2011, un 9,2% menos.

A esto se ha de añadir que, cuando la crisis asomaba su cabeza, el Gobierno vasco dedicó 500 millones de euros a ayudar a las pymes estableciendo programas de apoyo financiero y a fortalecer el circulante de nuestras empresas. Antes de entrar en el Gobierno vasco los socialistas con el PP, en mayo de 2009, se habían ejecutado más de 300 millones de euros de ese programa. La nueva Administración vasca decidió dejar de ser avalista y mantuvo el programa. La consecuencia ha sido que el año pasado escasamente se habían dedicado 57 millones de euros a estimular a las pymes vascas, tan necesitadas de apoyos financieros. Es decir, deuda y más deuda, pero menos apoyo a la economía real, a la formación y a la innovación. Recortes y falta de estímulos.

Las consecuencias de estas políticas son evidentes. Somos más pobres que hace dos años. Así, la última estadística del Eustat, publicada en diciembre, arroja los siguientes resultados: entre 2008 y 2010, la renta per cápita de los vascos ha caído cinco puntos en relación con la media europea, pasando del 138% en el año 2008 al 133% en el año 2010. Definitivamente, a mí también me parece que perfección en los medios y confusión en los fines son la característica de nuestro tiempo. Parece mentira pero esto es lo que nos sucede. De hecho Europa está intentando perfeccionar medios para salir de una crisis histórica sin saber hacia dónde queremos caminar. Y es que los problemas a los que hoy nos enfrentamos y las expectativas a las que debemos responder reclaman, exigen, un tremendo avance en el conocimiento y en la sabiduría con la que dicho conocimiento debe ser aplicado.

De momento, estamos en la UCI. ¿Sabremos darnos cuenta a tiempo de que los recortes nos pueden aliviar, pero que sin estímulos quizá solo provoquemos un fatal resultado final? ¿Tomaremos conciencia de la importancia que tienen las políticas de impulso público de la inversión, la ciencia, la educación, las infraestructuras, las energías alternativas, la canalización del ahorro local (Kutxabank), cuando las cosas van mal dadas? ¿De que no solo de recortes vive la economía o, mejor, que recortes sin estímulos terminan por matar al enfermo? ¿De que el saneamiento de las finanzas públicas se debe hacer sobre todo en épocas de vacas gordas, que es la buena gestión de la bonanza -lo contrario de lo que ha hecho España y que se acerca más a lo que humildemente hemos hecho aquí en Euskadi, hasta hace tres años- lo que marca la más correcta navegación en aguas turbulentas y lo que garantiza el papel anticíclico del presupuesto público y del Estado? ¿Sabremos aprender de la experiencia, de las historias económicas del siglo XX: Gran Depresión del 29, crisis de los 70/80, crisis de Japón, de Latinoamérica?

A todo ello apunta el título y el fondo de esta reflexión: los recortes sin estímulos provocan la parada cardiaca, ahogan a la economía y a las personas en la austeridad.

Deia