Fernando el Católico: el rey del ajedrez estratégico

EL 23 de enero de 1516 fallecía en Madrigalejo (Cáceres) el rey Fernando El Católico, para unos, El Falsario, para otros, y de infausto recuerdo para los navarros, cuyo reino había sido conquistado en 1512. Es una fecha propicia para recordar los principios, la organización y las estrategias en que basó su reinado, en compañía de su ínclita esposa Isabel, para lograr la unificación y el cierre de del Estado español por tierra y mar. Su maquiavélico pensamiento diseñó un detallado y secuencial plan estratégico, moviendo calculada e inteligentemente todas las fichas hasta lograr el jaque mate a la diversidad identitaria hispana.

Los principios constitutivos en los que se basó la configuración del Estado nacional español fueron esencialmente éstos: la individualización y personalización del Estado frente a otros Estados mediante la diplomacia, la guerra, la negociación, las alianzas, ligas o cercos, la política matrimonial, la reforma de los ejércitos, la delimitación de fronteras y conquistas, la redefinición de aduanas y el logro de abundante información. La elaboración de un concepto de soberanía y de poder absoluto que se aplicaban al Estado y al monarca como culminación y máxima representación de éste. La implantación progresiva del principio maquiavélico de la Razón de Estado: cualquier actuación era válida, justa, lícita y legítima siempre que contribuyese el engrandecimiento del Estado. El establecimiento de la Inquisición en 1478 como un tribunal dependiente de la Corona para lograr la unidad religiosa, velar por la ortodoxia, extirpar la heterodoxia, corregir la desviación moral y eliminar la disidencia política.

La estrategia política peninsular tenía dos objetivos: la unificación y el «cierre». La primera implicaba conseguir la unificación de los reinos peninsulares bajo el liderazgo de Castilla mediante una triple estrategia: bélica, matrimonial y negociadora. El «cierre» de España, que culminaba el viejo refrán medieval «Santiago y cierra España», precisaba la creación de un espacio político cerrado. Ello entrañaba dos cambios geopolíticos: la transformación del concepto de frontera y de aduana. La frontera dejaba de ser un amplio espacio medieval de contacto y pasaba a ser una línea concreta fijada en un accidente geográfico (mar, cordillera o río) y las aduanas ya no eran solamente lugares administrativos para cobro de impuestos, sino también enclaves políticos delimitadores de estados, que reforzaban las fronteras.

Esta estrategia de unificación y cierre se llevó a cabo en tres fases y afectó a tres reinos con culturas, lenguas e identidades propias: Galicia, Granada y Navarra.

La primera fase, entre 1474 y 1482 se dedicó a la consolidación en el trono, tras la guerra civil entre isabelinos y beltranejistas, con apoyo de Portugal. La segunda fase, entre 1482 y 1492, supuso la búsqueda de la unificación y el espacio político cerrado. Una tragedia en tres actos: «Doma» del reino de Galicia (J. Zurita), subyugación del reino de Granada y conquista del reino de Navarra. Esta última no se efectuó hasta 1512, porque en esta fase el contexto interior y exterior no era propicio. Mínimamente estabilizada la situación mediterránea en 1512, Navarra, ubicada entre dos imperialismos hegemónicos, el galo y el hispano, sufriría la conquista, ocupación y dominación de su reino, hasta esa fecha soberano.

 

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