Trasversalidad y democracia

El término «transversalidad» se ha presentado en el ámbito de la política vasca como un concepto moderno que persigue ser un elemento estructural en la resolución del conflicto vasco. Es defendido por aquellos representantes políticos que comulgan con las tesis autonomistas y nos lo pretenden presentar como un concepto integrador capaz de englobar a los ciudadanos vascos.

Por muy en boga que se haya convertido la palabreja gracias a su machacona insistencia en los medios de comunicación y por boca de políticos, curiosamente, no aparece en los diccionarios de nuestro entorno; ni español, ni francés, tampoco inglés.

«Transversalidad» se deriva de «tranversal» («1.Que se halla o se extiende a través de un lado a otro; 2. Que se aparta o se desvía de la dirección principal o recta; 3. Pariente que no lo es de la línea recta) y que partiendo de aquella primera o segunda acepción de la palabra, en el ámbito de la política vasca quiere denotar cambio de comportamiento político, vaciado por el eje de una nueva geometría que se aparta y desvía de la dirección principal de la democracia.

La democracia en sí misma es una idea -casi una ideología- que ha sufrido múltiples metamorfosis. El respeto a la voluntad democrática del país de los vascos es aceptar el derecho a decidir de Euskal Herria, como nación. La transversalidad se presenta, sin embargo, como un plano secante que corta la masa conductora de una democracia conciliadora con la normalización a la que aspiramos como meta; no como zanahoria que se perfila sobre la línea del horizonte.

Este era el contenido que se perseguía en el proceso de la Propuesta de Anoeta, desgraciadamente truncado. La hoja de ruta presentada en sede parlamentaria por el Lehendakari Ibarretxe también tiene esa misma vocación en su primer escalón, la fase que se anuncia hasta el 25 de octubre de 2008.

Durante esta primera fase, el Lehendakari Ibarretxe no defiende ningún modelo de articulación política concreto -como lo hacía el Plan Ibarretxe-, sino que, simplemente, persigue lograr un acuerdo con el Estado similar al que se estableció en Downing Street. Un acuerdo que abra un espacio político, un marco jurídico instalado en la democracia, en el que todas las posiciones políticas, todos los proyectos políticos sean defendibles y materializables; siempre y cuando consigan el apoyo democrático suficiente, es decir, el suficiente número de votos a favor.

Esta era la libertad que perseguía la normalización del conflicto vasco con el proceso de paz liderado por Batasuna y PSOE, y que como ya se ha dicho constituía el contenido material de la Propuesta de Anoeta. En este sentido de pasos dados no se entiende a que viene tanto revuelo y tanta desconfianza de las partes cuando Ibarretxe pretende cimentar la obra que comenzaron Otegi y Egiguren en Elgoibar. Si, como ha dicho Rafa Díez Usabiaga, no hay alternativa al diálogo, el nuevo intento de búsqueda de solución supone consolidar esta opción.

En Euskal Herria todo se mueve a gran velocidad dentro de un proceso complejo y los pasos dados cada vez deben ser más firmes en la dirección soberanista. La aceleración que se puede impulsar siguiendo el calendario previsto hasta el 25 de octubre de 2008 debe ser parte de la potencialidad social de una movilización de conciencias. Toda una responsabilidad democrática más madura por acumulación de una mayor experiencia donde la unidad de acción abertzale es el fantasma que agita los miedos de los españoles.

Efectivamente, el Lehendakari para la realización de su propuesta juega con cierta ventaja respecto a los intentos anteriores, toda vez que ya hay un camino recorrido, especialmente por cercano: el realizado durante el llamado proceso de paz y normalización que, desgraciadamente, se vio truncado cuando la solución se tocaba con las manos y Pérez Rubalcaba mandó parar. Así queda recogido en el documento «2005-2007, proceso de negociación, en busca de un acuerdo político resolutivo»; un aspecto que no es menor ya que, como asegura Arzallus, ETA había ido muy adelante, poniendo sobre la mesa la posibilidad de dejar las armas.

Ibarretxe ha adquirido un compromiso donde los tiempos duros anunciados ya han comenzado, con más detenciones para la izquierda abertzale, con actuaciones legales de una democracia regresiva. Como el Lehendakari conoce, por lo tanto, los errores que se cometieron -que dicho sea de paso son humanos y consustanciales con cualquier proceso- tanto como lo que faltó para encauzar y materializar la vía de solución. Lleva la lección bien aprendida sabiendo que los caminos tortuosos de la transversalidad impiden el ejercicio de la democracia en nuestro pueblo.

Mientras Batasuna y PSE (PSOE), incluso el propio PNV, intentaron abrir el marco jurídico y su adecuación a un acuerdo político resolutivo -con la tregua de ETA de fondo- Ibarretxe se mantuvo como observador expectante. Nada de lo que ocurre en Euskal Herria es un juego. Pero, ahora le toca a él retomar la partida y veamos hasta donde llega si sabe jugar la baza de la movilización social. La ofensiva del nacionalismo español contra su pronunciamiento en sede parlamentaria es la garantía para que se trabaje en la búsqueda de nuestra unidad democrática con un nuevo intento.

Para quienes nos consideramos abertzales y demócratas sería una irresponsabilidad aceptar la transversalidad que vaciase nuestra soberanía por protagonismos que nos dividen frente a los nacionalistas españoles. Con toda la razón se podría responsabilizar a Ibarretxe si conociendo, como conoce, dónde puede estar la solución no intentase alcanzarla. Durante este primer periodo, abierto hasta octubre de 2008, todo ciudadano vasco -honradamente dispuesto a buscar una solución al conflicto vasco de naturaleza política- debe defender el discurso y las actuaciones a favor de un desenlace democrático.

Durante esta primera fase -y hasta la 1ª consulta- el factor principal de la agenda política va a ser la Democracia con mayúscula para todos; y no sólo para quienes hablan pomposamente como nosotros, los demócratas. Hace falta alcanzar un nivel que se eleve sobre el jacobinismo de los demócratas, con la posibilidad de poder trabajar y defender cualquier proyecto político, incluso la constitución de un Estado vasco republicano.

Sólo a partir del 25 de octubre de 2008 se comenzará a plantear el debate y las discusiones sobre los modelos de relación con los Estados y entre vascos. La estrategia de los partidos debería adecuarse a ese ritmo, porque para que cualquiera pueda defender su modelo de relación y convivencia, hace falta que primero todos los proyectos puedan ser defendidos.

Este periodo, además, debe ser aprovechado por los partidos políticos para defender y exigir la democracia material como elemento vertebrador de una democracia progresiva. Es un tiempo necesario para preparar el debate de fondo entre las nuevas generaciones donde calen los principios de la democracia participativa presentando a la sociedad los argumentos que la sustentan.

Quienes defendemos el proyecto soberanista para Euskal Herria, sin duda, también debemos continuar haciendo nuestros deberes. El proyecto soberanista necesita más trabajo, debate y discusión para articular un buen discurso pendiente de elaborar como meta para recuperar el Estado de Nabarra, el Estado de los Vascos. En el futuro próximo no cabe la improvisación, quien no tenga en octubre de 2008 los deberes hechos va a tener serias dificultades para superar el examen.

* Zelai Nikolas y Jon Nikolas.-Miembros de Eusakria Fundazioa