Las dos Iglesias tras la conquista de 1512

Sería injusto afirmar que toda la Iglesia favoreció a los españoles en la conquista de Navarra. Tras ella existieron dos Iglesias que poco tenían en común: la de las altas jerarquías, aliada con los enemigos de Navarra; y la oprimida de nuestro pueblo. ¿O es que desde Constantino han convivido estas dos Iglesias en cualquier parte? La Iglesia al servicio de los conquistadores, desde el papado, era corrupta, dedicada a la política y más interesada por vender bulas e indulgencias que por predicar y vivir el Evangelio. Entró en Navarra, con la conquista de 1512, una Iglesia extranjera que marginó a la autóctona. No permitieron que desde entonces el Cabildo Catedral presentase al futuro obispo de Pamplona, siempre navarro, como había sido costumbre, porque «los navarros no eran de fiar» y no se les consentía ocupar puestos ni civiles ni religiosos.

 

Los extranjeros no valoraban nuestra cultura y era una forma de que Navarra perdiese su identidad. El obispo Labrit fue privado de los frutos de la Iglesia navarra y se hicieron cargo de ellos los italianos Pablo Oliverio y Juan Ruffo. El cardenal Cisneros explicaba este expolio diciendo que si no, los bienes de la Iglesia navarra se hubieran usado contra España. Estos bienes se emplearon para abastecer a los ejércitos españoles. El veneciano Juan Rena, personaje funesto para Navarra, acaparó cargos eclesiásticos, fue obispo de Pamplona, financió a las tropas invasoras y fue responsable de los servicios secretos de los conquistadores. El holandés Adriano de Utrech, que llegó a ser el papa Adriano VI, también manejó la Iglesia navarra. El papado prometió ayudar a los invasores con «armas espirituales». Se concedió la absolución previa a las batallas, para perdonar los futuros desmanes en los saqueos, a todos los soldados con tal de que luchasen contra Navarra. Los españoles siempre se apoyaron en que actuaban por «razones religiosas». La Inquisición fue un medio político y económico más que religioso para manejar al pueblo. Muchas circunstancias que se vivieron entonces recuerdan hechos actuales. Dejarse gobernar tanto en lo político como en lo religioso por unos extranjeros que no sienten la cultura del pueblo es perder la identidad y la dignidad como pueblo. No entiendo cómo algunos que dicen defender la identidad de Navarra siguen ocultándonos la verdad ante hechos históricos evidentes.

 

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