Rey de copas

Desde hace ya meses la ciudadanía de Euskal Herria, por insistencia de EITB(ilbao) y en particular la de Bizkaia por otras muchas reiteradas influencias mediáticas, sabemos casi obligatoriamente que el Athletic Club de Bilbao disputa la final de la Copa de fútbol con el F.C Barcelona.

 

Este importante partido, y el pasado perdido, que no son otra cosa, están siendo objeto de una intencionada, agobiante e insoportable campaña populista produciendo y padeciendo una severa intoxicación colectiva, con objetivos muy diversos, desde los meros comerciales a los especulativos políticos hasta límites absurdos e impropios de una sociedad democrática, sensata y culta.

 

Anticipo que no me interesa en absoluto el fútbol como deporte industrializado o industria deportiva pero sí observo su fenomenología y repercusión social. En este caso sólo el singular y universalmente elogiado carácter etnográfico del genuino equipo vasco, los demás importantes de nuestra tierra son mayoritariamente clubes de bandera de conveniencia. Y evidentemente en el Athletic es admirable, por poco tiempo, el extraordinario múltiple valor del arco que sostiene la tribuna del campo de San Mamés, el verdadero trofeo europeo de arquitectura, tan despreciado por gentes que se proclaman amantes del club, empezando por el alcalde. Todos lo demás es mercadotecnia que trastorna los valores esenciales de una sociedad, participa quién lo desee y qué disfrute.

 

Asistimos también, algunos con incontenible impotencia, a una exhibición desproporcionada y oportunista de un vergonzoso e inadmisible desprecio y despilfarro de dinero público en una acción combinada de corrupción administrativa y populismo liderada por los lamentables políticos del PNV, Azkuna en el Ayuntamiento, y Bilbao en Diputación, expresada en edificios oficiales de instituciones o servicios, BEC, Universidad de Deusto, Euskalduna Jauregia, etc. simpleza en la que participa el obispado y la inefable referencia a la Amatxo de Begoña, el otro icono de la banalización programada.

 

Se muestran gigantescas banderas o enormes y ridículas pancartas cuando jamás se han manifestado ante gravísimas agresiones a referencias trascendentales de nuestro pueblo como la lengua, cultura, identidad, libertad de expresión, o los recientes 75 aniversarios de los bombardeos de numerosos pueblos de Euskal Herria por los sublevados golpistas franquistas. Es un triste y depresivo panorama contaminante que el futbol en general y el Athetic en lo local se conviertan en el signo unitario colectivo más importante de un país, por encima de valores esenciales de su idiosincrasia, en esta abrumadora y maldita exacerbación social que padecemos. En esta ocasión, cuanto antes se acabe todo mejor; como pueblo ganaríamos todos mucho más. Se puede incluso producir un hastío Athletic.

 

Este fenómeno de masas, que moviliza decenas de miles de personas, ha coincidido y ha sido habilísimamente manipulado por ciertos medios de comunicación, muy especialmente por el excesivamente influyente El Correo (del) español, para distraer a la sociedad vasca de las nefastas consecuencias de los graves problemas que padece por el españolizante gobierno rapiña del PPSOE con su presidente, que no es lo mismo que lehendakari López o las continuas despreciables provocaciones del neofascista Basagoiti. De todo este contagio de motivaciones que afectan incluso a los más indiferentes se pueden deducir algunas reflexiones de interés colectivo.

 

Es difícilmente comprensible el entusiasmo mostrado por jugar dicho partido en la capital de España, sólo porque está más cerca, lugar donde se traman histórica y continuamente las mayores agresiones contra nuestro país y todas sus señas de identidad, voluntad política y derechos humanos cuya merecida distinción podría ser: Capital Europea de la Tortura. Sede de una artificiosa comunidad–ciudad presidida por Esperanza Aguirre, una de las fascistas de ultraderecha más despreciables por un indisimulado y perpetuo odio a todo lo vasco y catalán; basta recordar su furibundo boicot al cava.

 

Para lo que deportivamente es obvio, perder el partido, era preferible haber jugado en el Nou Camp, lo que hubiese acrecentado al  histórico interés por todo lo vasco en Catalunya la simpatía por el Athletic y convertida la circunstancia de un encuentro en un hecho histórico de proclamación del legítimo derecho a la autodeterminación de nuestras respectivas naciones. De todas formas, como será un desplazamiento rápido, estancia brevísima y coincidente con la crisis, aquellos que todavía tengan algún interés en acudir deberían llevar todo de casa, es decir no gastar ni un euro allí, en el corazón de España.

 

Pero dado que aún así este partido originará el desplazamiento desde nuestro país de miles de personas, supongo que principalmente vascos, que coincidirán con otros tantos procedentes de Catalunya es una ocasión muy oportunamente especial. Ante el bullicio social que allí se produzca es preciso recordar, entre otras cosas qué en las cárceles del camino a Madrid, Basauri, Zaballa, Burgos, Valdemoro, Extremera, Soto del Real, hay numerosos prisioneros políticos vascos que bien agradecerían una presencia notable con una parte de este fervor popular con perceptibles expresiones de solidaridad y quizás algunos testimonios figurativos como camisetas o banderas para redimir un poco el sufrimiento y cruel trato represivo.

 

Esta final de la Copa del Rey de España estará presidida por el rey de copas, representante de una monarquía golpista, juerguista, corrupta y antivasca, fue este desdichado personaje el que animó hace unos años al frente español PPSOE a expulsar al lehendakari Ibarretxe, que cobija a una amplia extirpe de parásitos vividores y su prole a cuenta del dinero público. Este depredador de especies animales protegidas qué, según decían los periódicos “mató a un oso borracho”, ahora le da a la trompa de los elefantes.

 

Como se supone que el partido se revestirá de cierta solemnidad, sería modélico que el saque de honor lo hicieran relevantes personalidades del ejemplar mundo populista español que nos quieren imponer: el ciclista drogado Contador, el tenista defraudador Nadal y el delincuente monárquico Ignacio, que es su verdadero nombre, Urdangarin.

 

Es difícil pensar que los dos equipos además de intercambiarse saludos y banderines sean capaces de plantear, como se ha hecho en los partidos entre las selecciones de Euskal Herria y Catalunya, las legítimas aspiraciones de nacionalidad, de independencia, pero algo deberían hacer si se consideran de cierto modo representantes deportivos de sus pueblos.

 

El encuentro de dos aficiones procedentes de sendos históricos pueblos sometidos desde hace demasiados años, incluso después de la dictadura, ofrece una posibilidad única que debe ser aprovechada sin titubeo ni temor alguno como una demostración pública y mayoritaria de rebeldía, de insumisión en un acto de absoluta e irreprochable legítima libertad de expresión colectiva. Se debería acudir conjuntamente a la manifestación convocada en esa ciudad-campamento manchega que es Madrid, por Solidaritat Catalana per la Independència (SI). Es importante prever la presumible reacción de la muchedumbre de rancia derecha que allí reside ante la histórica y multitudinaria presencia de ikuriñak y senyeres que tanto desprecian y otras imaginativas acciones que tanto les ofenden.

 

La aparición, presencia y entrega del trofeo por el jefe de las fuerzas armadas impuesto por el criminal dictador español Franco, el que autorizó la reciente provocativa y chulesca invasión de Elgeta, o recordando como lo definió con precisión Arnaldo Otegi, sobre los torturadores y le costó un juicio, al unísono del himno de su país; o de cualquiera de su familia si se acobarda ante la evidente protesta que su presencia origina, y como se está ya sugiriendo, debe ser rotunda y ruidosamente respondida, del modo más ingenioso y ostentoso posible. No hace falta levantarse del asiento para escuchar esa tonadilla, e incluso de espaldas se pueden lanzar octavillas o visibles papeletas de color que signifiquen una reivindicación o corear otra canción a pesar de que eleven la megafonía del campo a límites de tortura músico patriotera españolista. Y lo mismo quienes vean el partido por pantallas gigantes en lugares públicos. Es una ocasión única de expresar el rechazo a España y toda su simbología en su capital.

 

Publicado por Nabarralde-k argitaratua