Un Estado ausente

UN gran debate se ha instalado en el mundo, a partir de esta crisis económica global que hoy afecta tanto o más a los países europeos que a los periféricos, ya que estos últimos resisten a partir de la ventajosa comercialización de sus productos primarios, requeridos hoy por las economías emergentes, como por ejemplo la India y China. En este sentido, los estudiosos discuten sobre el rol que los Estados deben cumplir, ya que en el siglo XX, fruto de muchas y consecuentes luchas, se pudo instaurar el Estado de bienestar, que garantizaba entre otras cosas: la educación, la salud y la movilidad social, a partir del progreso individual y colectivo. En este sentido, el Estado de bienestar que los ciudadanos del mundo consiguieron, hoy se encuentra transitando por una larga e interminable agonía.

La crisis, que parece ser estructural, ha traído como consecuencia un retroceso en los derechos sociales de los ciudadanos, los cuales sufren y sufrirán los efectos de la misma mediante los recurrentes ajustes macroeconómicos, mientras que como contrapartida se ha privilegiado salvar a los bancos, para los cuales se han destinado millonarias sumas con el fin de sostenerlos. Un mejor destino y efecto sobre la crisis hubieran tenido esos dineros si hubiesen sido imputados a incentivar la producción y atender las necesidades de quienes más sufren los vaivenes del sistema global en crisis, muchos de los cuales han quedado definitivamente fuera del orden económico emergente.

España no solo no escapa a esta situación, sino que se encuentra formando parte de los Estados europeos más perjudicados por la crisis junto a Grecia y Portugal, ya que las políticas de ajuste implementadas por el Partido Popular y festejadas por sus diputados en las Cortes, que fueran recomendadas por la influyente Alemania: (recortes para la educación, salud, reducción de empleo, aumento del IVA, aumento de los servicios públicos esenciales…), sumando a esto el privilegiar el salvataje de los bancos, que nada aportan. Cabe destacar que estos banqueros, si tuvieran un sentido de pertenencia a una comunidad organizada, hubieran podido implementar líneas de créditos blandos y fomentar nuevas formas de producción para promover la formación de pequeñas empresas, que se conviertan en el motor que ponga en movimiento, con la consecuente creación de nuevos puestos de trabajo, la rueda de la producción y del consumo de bienes.

Pero más allá de la situación económica, España como Estado desde lo político también languidece, al no poder o no querer dar respuestas para solucionar sus déficits políticos estructurales, propios de un Estado centralista y conservador que no reconoce la diversidad de las naciones que forman parte del mismo, las cuales han demostrado por idiosincrasia, cultura, formas de producción y estar mejor preparadas, para que los efectos de la crisis de este obsoleto Estado español no las afecte de la misma manera, y ejemplo de ello son los hombres y mujeres que forman parte de las naciones vasca y catalana.

En este sentido, nos encontramos ante una crisis económica que todo lo pone en crisis, y sobre todo la estructura política española, cuyos dirigentes son portadores de una obcecada negación a dar los pasos necesarios para dar solución a los conflictos políticos vasco y catalán. Estas naciones han manifestado la necesidad de dialogar para poder resolver por las vías pacíficas estos conflictos de naturaleza política. Pero además los españoles han desoído a los facilitadores internacionales, que han tendido su mano generosa, logrando como consecuencia de esta cerrazón, y a partir de una manifiesta ineficiencia estatal, que una ascendente cantidad de ciudadanos y catalanes vascos, evalúen la situación de crisis estructural y aprecien que, de cara al futuro, será mejor para ellos y para sus hijos convertirse en los artífices de su propio destino, a tener que resignarse a seguir formando parte de un Estado español totalmente ausente.

 

http://www.noticiasdenavarra.com/2012/08/08/opinion/colaboracion/un-estado-ausente