El castillo de Santacara es de lo poco que nos queda

Quién recorra la ribera del río Aragón se dará cuenta del importante patrimonio que nos ha dejado la historia de Navarra, como la iglesia de Santa María de Sangüesa, Santa María de Ujué, que sigue buscando en la lejanía la mirada de doña Blanca en el palacio de Olite, el monasterio de la Oliva y así, siguiendo la misma ruta que siguieron los almadieros por el río Aragón, llegaremos a los meandros de Santacara vigilados por su viejo torreón. Qué secretos guarda esa pared que aguanta misteriosamente el equilibrio y que, sin duda, es la imagen que identifica a esta localidad ribera.

Ahora bien, nos formulamos la siguiente pregunta: ¿qué sería de Santacara si ese torreón que preside el paisaje desapareciera? Estudiando las fotografías aéreas pudimos percatarnos de cómo las piedras en la parte superior se desplazan y la pared no tardará en resquebrajarse por la parte donde se encuentra su elemento más importante: la buharda, ladronera o balconcillo defensivo que servía de garita y protección. Podemos decir de este vestigio que es el único de un castillo navarro que se conserva íntegro desde la Edad Media, y que no ha tenido conservación alguna como ha ocurrido en otros lugares. Si pensamos en los 100 castillos que tuvo el Reino de Navarra nos daremos cuenta de que sólo nos queda como resto medieval original esta pared de Santacara, el malogrado torreón del castillo de Peñaflor en las Bardenas y algunas ruinas como las de Estaca, Marcilla y Ablitas, cuya fortaleza árabe presume de estar adornada con graffitis de gamberros. Del resto sólo quedan sus cimientos y son necesarias excavaciones arqueológicas para estudiar su fisonomía. Centrándonos en los de Santacara y Peñaflor nos daremos cuenta de que ambos desaparecerán en un corto espacio de tiempo a tenor del estado de sus restos. ¿No es normal que hagamos algo al respecto? ¿Tan costosa sería una intervención en estos dos lugares? En el caso de Santacara hablamos de un estudio técnico y una consolidación de la pared, en su parte más debilitada, como principal objetivo. Quizás tomar prestado durante varios días a los técnicos que reparan los cientos de metros de murallas de Pamplona del siglo XVII. Esta medieval no tiene más de 10 de longitud por 30 de altura. Mientras que la pobre torre de Peñaflor, que ha servido de tantas portadas anunciando el misterioso paraje desértico de la Bardena, sería un revoque de su parte más malograda con técnicas medievales.

Si estuviera en nuestra mano proyectaríamos para Santacara una intervención más amplia, impulsando un estudio completo de lo que fue el castillo, con una excavación arqueológica que ayude a entender cómo era, añadiendo una estructura de madera que ayude para acceder a su parte superior y que sirva para ver la panorámica desde allí. Un proyecto destinado a crear una ruta de los castillos que genere visitas, junto con el cercano poblado medieval de Rada, el monasterio de la Oliva y el castillo de Murillo. En definitiva, impulsar el turismo rural en la zona y engrosar más cifras a las que ya maneja el responsable de cultura en sus comparecencias ante los medios. Pero, y como medida urgente, sólo hablamos de evitar que los únicos restos desaparezcan.

Espero que el consejero de Cultura haga suya también la preocupación por estos pocos vestigios de nuestros castillos que quedan en pie y que con ayuda de los Ayuntamientos se busquen soluciones.