Maria Puy Huici Goñi

Se ha ido con la sencillez con que ha vivido. No parecía dar importancia a su trabajo y aunque otros se aprovechasen de él, lo consideraba un peaje que tenía que pagar no se sabe a quién. Para mí durante mucho tiempo fue un libro, aquel libro que se encontraba en el más alejado de los estantes de la biblioteca de la Universidad de Navarra, único ejemplar de la primera y más emblemática de sus obras LAS CORTES DE NAVARRA DURANTE LA EDAD MODERNA. En la facultad nadie otorgaba a este trabajo ninguna importancia, salvo quienes buscábamos con ahínco estudiar la Historia de nuestra patria a la que no se concedía por entonces ningún interés en aquella institución. Únicamente profesores como Rodríguez Garraza estimaban aquel trabajo que fue el iniciador de los estudios sobre una etapa de nuestra historia tan ignorada y de tanta trascendencia para entender el momento presente.

Su oportunidad pareció llegar con la transición política. Los seudonavarristas entendieron que esa era la Historia de Navarra que convenía, porque se refería a una Navarra en armonía con España; aunque, a decir verdad, no era eso lo que aparecía en el libro sobre las Cortes, tantos años olvidado por ellos. Ella aceptó el apoyo. En realidad no le hacía falta a una persona que se caracterizó por el trabajo continuo y exhaustivo que llevó a cabo sobre todo tipo de documentación. ¡Cuantas series documentales descubrió y analizó al completo ella sola! No trabajaba para nadie en particular, sino para la sociedad navarra.

Se puso al trabajo sobre una de las instituciones de mayor empaque del Estado navarro: la Cámara de Comptos. Abruma contemplar el trabajo realizado sobre una documentación tan imponente; sea lo mismo de la época medieval que de la Edad Moderna. Cientos de legajos revisados con minuciosidad. Recuerdo la mesa que ocupaba en la sala de investigadores del viejo Archivo. La primera de la izquierda, junto a la ventana que daba al jardín. Allí siempre ella o un libro de los comptos medievales, de cuidadosísima letra gótica sobre pergamino, limpio y blanco; como una muestra del cuidado que las instituciones del reino concedían a los caudales públicos. Luego vendrían los libros y legajos de la Edad Moderna. Ella detectaba desinterés y cierta decadencia en la institución, promovida por los ocupantes a quienes no interesaba sino el expolio y la exacción de Navarra. La primera parte de su trabajo sobre la Cámara de comptos, la referida al reino independiente, fue saludada oficialmente con alborozo, porque reafirmaba la imagen del viejo reino pirenaico vigoroso y de acusada personalidad. Pero cuando María Puy se encontró con la documentación correspondiente a las épocas de la conquista y posteriores constató una realidad abrumadora, como era la de un Estado -Navarra- sojuzgado, sometido a la ocupación militar y desmantelado por el conquistador. No se puede decir que se limitara a dejar constancia de esta realidad. De hecho concluyó que Castilla -España- había incurrido en una tropelía permanente frente a Navarra. Su obra EN TORNO A LA CONQUISTA DE NAVARRA desató el escándalo y el Gobierno de Navarra se negó a financiarla, como era su obligación. Sus posteriores trabajos correrían la misma suerte. En esta obra pone de relieve el conjunto de conspiraciones, ardides y demás de los reyes españoles -castellanos y aragoneses- para dominar y destruir Navarra. Todavía recuerdo una conversación que mantuve con ella en la misma sala de investigadores del viejo archivo, cuando ya había recibido la negativa institucional al patrocinio de sus trabajos. Me decía: Aquí (Gobierno de Navarra) se tiene un temor grande a ofender a Castilla. Pero lo cierto es que nos trataron (los castellanos) como a los indios, destruyeron nuestra cultura…

Ella se hallaba en una insuperable contradicción, la de querer aceptar a España, a pesar de encontrar que era la responsable de la destrucción de la más auténtica Navarra. Afirmaba en la primera de las conclusiones del citado libro: Navarra es España. En las siguientes conclusiones desgranaba una serie de hechos y reflexiones que contradecían fundamentalmente su voluntarista afirmación del principio. Todo esto era resultado de su carácter y de la formación que había tenido. Persona de la que se dice que es fundamentalmente buena, no veía malicia en nadie y pecaba de ingenuidad. Por lo demás era un carácter fuerte. Yo la comparo al boj de nuestros montes de un tacto suave y agradable, pero de ramas duras y raíces fuertes, muy adecuado para agarrarse a él por su suavidad y resistencia. Se explica de este modo la honestidad con la que investigó, pero también su obstinación en no llegar al final de las conclusiones que ella misma había propuesto. Quizás se encontraba en una edad en la que es muy difícil de cambiar de planteamientos. En todo caso, ella fue capaz de modificar sus puntos de vista ante hechos que se le aparecían como evidentes, incuestionables.

Yo no pretendo, como se suele decir, meterla en mi trinchera. Nuestras discrepancias eran grandes en las perspectivas políticas. En este terreno era totalmente contraria a las posturas abertzales. Sin embargo, probablemente sea entre los abertzales en donde ha encontrado mayor reconocimiento y admiración. Por el contrario los pseudonavarristas la marginaron y nunca fue propuesta para ningún premio que reconociera su trabajo. Hoy que se proponen candidaturas cutres para el premio Príncipe de Viana y se otorgan medallas de oro de Navarra a personajes de méritos más que dudosos, María Puy ha muerto sin el reconocimiento de ningún premio que no sea de consolación. No tuvo padrinos, no perteneció a grupos sectarios, ni de intereses endogámicos. Jamás la llamó la Universidad, aunque tenía competencia mayor que otros.

María Puy! Permíteme que me despida de ti en euskera.

Beti Gogoan