Millo, Díez y Lucena, tres tristes tigres

La cada vez más profunda desconexión entre la sociedad y la clase política tiene mucho que ver con la falta de credibilidad de algunos miembros destacados de las cúpulas de los partidos. Uno de los casos más patéticos es el de Enric Millo, del PP, capaz de recorrer todo el abanico parlamentario para mantenerse en primera línea. Es sabido que, al verse eliminado como cabeza de lista por Girona en Unió Democrática, llamó a la puerta de Esquerra y ofreció sus servicios a Joan Puigcercós. Fue en el Bar Nuria de Girona donde Millo, como explica Puigcercós, expuso su pretensión no de entrar en el partido como militante, sino en calidad de diputado. No era, por tanto, una cuestión ideológica. Era una cuestión de ambición personal. Millo es de aquellos que quieren alcanzar el cielo con la mano. No, no es deshonesto querer vivir de la política, todo trabajo debe tener su remuneración. ¡Sólo faltaría! Lo que no es honesto es cambiar de partido como el dependiente de unos grandes almacenes, que un día está en la sección de pañales y otro en la de calcetines. Un partido político no es un menú a la carta. un partido político tiene una ideología inequívoca, y de sus diputados se espera que la defienden por convicción, no por remuneración. Puigcercós recomendó a Millo que llamara a la puerta del PSOE de Cataluña, pero Millo prefirió hacerlo a la del PP y allí, menos escrupulosos que Esquerra, lo acogieron con los brazos abiertos. Una trayectoria muy coherente, la de Enric Millo. Todo un tigre de la política: de la derecha catalana a la izquierda independentista y de la izquierda independentista a la ultraderecha españolista.

Otro tigre de la política, en este caso una tigresa, es Rosa Díez, dirigente de UPyD, partido manifiestamente catalanofóbico. Quince años atrás, en 1999, Rosa Díez, desde las filas del PSOE, afirmaba que «si alguna vez la mayoría de los vascos quisiera la independencia, la democracia se adaptaría, porque la democracia es la capacidad de adaptarse a lo que deseen los ciudadanos libremente, en las urnas». Y ahora, quince años después, refiriéndose a la independencia de Cataluña, dice esto: «Hay gente que quiere la independencia igual que quiere la pena de muerte». Incluso encuentra demasiado blando el PP y le acusa de quedarse de brazos cruzados ante el «desafío» catalán. Para Rosa Díez, como para todo totalitario, querer votar es un desafío a la autoridad del dueño.

El tercer tigre es Maurici Lucena, portavoz del PSOE de Cataluña, que se define a sí mismo como hombre progresista, catalanista y de izquierdas y que hace una política inmovilista, españolista y de derechas. Será por eso que él y su partido cierran filas en el Congreso español con los partidos de Enric Millo y Rosa Díez. Lucena, incluso, dice que aplaude a Rosa Díez por la «coherencia de su discurso». Nunca se juntan quienes no se parecen, dice el dicho. Millo, Díez y Lucena, tres tristes e hipócritas tigres de la política unidos por un voto de ultraderecha contra los derechos nacionales de Cataluña.

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