Navarra, sobre pactos y ruinas

Si no fuera tan grave el tema, a la algarada del Sr.Sanz le llamaría arlequinada, tumulto de chulos, comedia cínica y desvergonzada, asonada de hipócritas vendepatrias, etc. Otra muestra más de la degradación de la política navarra a la que tan acostumbrados nos tienen estos políticos de nuestros pecados. La verdad sea dicha, que D.Miguel, el de los cuatrocientos rostros, verbo incontinente y versátil, apoye o no un presupuesto, me resulta absolutamente irrelevante.

¿En qué iban a cambiar las cosas? ¿Iba a suponer su gesto un gramo más de soberanía o de mejoría para el pueblo navarro? Si de verdad ama a Navarra, que propugne la soberanía de sus instituciones. UPN, nació con vocación española. Qué más da PSOE que PP, ambos a la greña de la españolidad. Aquí, pocos lo dudamos. Lo único que está en juego es el trono, privilegios y el derecho a pernada del reyezuelo.

¡Cómo saca pecho el corellano! Para ponderarlo, hay que ser muy ingenuo o folgar con el jefezuelo. Su escorzo no pasa de pecho jotero. Al final, ya se verá, lo más probable es que regüelde un gallo y poco más. Mientras tanto, la corte sonreirá. Navarra -siempre cuestión de estado- seguirá en su obnubilación, en su indefinición, en su soponcio, justamente donde el estado español nos quiere sujetar.

Es a partir del franquismo, cuando el concepto de soberanía – ¿miedo, intoxicación, pérdida de la autoestima?- parece desvanecerse en la conciencia del pueblo.

Aún así, es preciso constatar la huelga general de 1952, cuando el odiado gobernador Luis Valero Bermejo pretendió abolir -lo que quedaba- el fuero. La represión fue al estilo franquista y Navarra ocupada militarmente.

Lo que sobrevivía de las instituciones del reino, era dirigido -teledirigido, desde el Pardo- convirtiéndose nuestros políticos en los mejores gestores de los intereses de España, con un absoluto desprecio a nuestra soberanía.

La transición no corrigió esta ruinosa trayectoria. Los políticos -casi todos de nefasta memoria- que han ocupado la poltrona de las instituciones navarras, siempre se entregaron al antiguo -y moderno- invasor con armas y bagajes. Inmersos en el juego y en los intereses bipartidistas -PSOE, PP, Sagasta y Cánovas- , han prostituido la dignidad, el orgullo y la soberanía de nuestras instituciones navarras.

Nuestros antepasados – algunos bien próximos en el tiempo- ya paladearon el amargor y experimentaron el oprobio que esa rutina bipartidista causó a los pueblos sin estado de la piel de toro.

Campión, Iturralde y Suit, Hermilio Oloriz, julio Altadill, no están tan lejanos -algunos se nos fueron con el alzamiento franquista o en sus aledaños-.

Y uno se pregunta qué pudo pasar para que políticos y pensadores navarros en breves años hayan podido dar un giro tan crucial.

«No sufras la coyunda de vergonzosa ley, ni sufras como esclava cuando eras reina ayer» dice el himno a Navarra de Oloriz.

Estos NAVARROS tenían muy claro que en Navarra antes que el rey era la patria. Navarra solo debía obediencia a los acuerdos emanados de sus cortes.

Exigían – era el pacto con el estado- contribuciones propias, tribunales de justicia propios; que ninguna causa se resuelva fuera de los tribunales navarros…

¿Qué dirían nuestros ilustres antepasados al ver la sevicia y la impunidad con que se llevan a nuestros jóvenes a los horribles antros de tortura y denigración? Y cómo jueces y «comandos» foráneos, los arrancan de nuestras entrañas para imputarles delitos y crímenes tantas veces inexistentes. Y todo, con el silencio cómplice de los que se dicen defensores del pueblo y de las instituciones navarras.

Hablan de un pacto entre iguales. Pero el pacto nació maldito porque se gestó bajos las condiciones del vencedor sobre el vencido. Por eso el vencedor jamás lo respetó ni tuvo la intención de respetarlo. Porque Navarra, que yo sepa, jamás renunció a sus instituciones soberanas.

Y esa es la triste realidad navarra. Unos políticos desgajados de la cultura, del patrimonio y de los verdaderos intereses de Navarra, atentos al menor gesto de acatamiento proveniente de la corte, igual que sea Génova o Ferraz. Un pueblo del que un buen sector se ignora o ha perdido su autoestima. Un estado ajeno e impuesto al nuestro.

Tratan de apabullarnos con su marco constitucional. ¿Qué es un marco constitucional? ¿Donde quedan las libertades democráticas, las garantías ciudadanas y procesales, los derechos fundamentales como la autodeterminación? ¿Porque nos quieren hacer inmutable algo que como producto humano es «per se» mutable, mejorable y negociable?

Que claro lo tenía, ese si que era un buen navarro, Campión: «A Navarra, decía, nos la están convirtiendo en un pueblo de ruinas. No sólo la de nuestros monumentos que con su voz solemnísima nos están diciendo lo mucho que fuimos y lo poco que somos, sino, como hasta el propio Joaquín Beunza recalcaba, la ruina de nuestras instituciones y de nuestras leyes».

Navarra era un reino, porque Navarra era un estado.