La pregunta chapuza de Miquel Iceta

Una de las cualidades de Miquel Iceta, candidato a la secretaría general del PSOE de Cataluña, es que suele expresarse con claridad. Las puede decir de la altura de un campanario, pero no es ambiguo. Recientemente se ha referido a la consulta del 9-N con estas palabras: «No me interesa nada saber qué opina Cataluña sobre la doble pregunta actual». ¡Ahí es nada! Ni Alicia Sánchez-Camacho ni Albert Rivera, sus socios en el tripartito nacionalista español que configuran, habían osado expresarse así. No es que no piensen lo mismo, naturalmente que sí, pero guardan las formas para evitar que algún día tengan que tragarse sus propias palabras. Y es que las palabras de Iceta son indicativas de la profunda degradación del Partido Socialista. Es tan grande su dosis de desprecio a los valores democráticos, que acaban por explicar la inmensa y profiláctica distancia a la que el pueblo de Cataluña lo ha situado.

Pero si ya es muy grave que un político diga que «no le interesa nada» lo que piense su país, aún lo es más que intente poner todo tipo de impedimentos para que el país exprese este pensamiento a través de las urnas. Incluso se permite calificar de «chapuza como una casa» la consulta del 9-N destinada a conocer y hacer público el pensamiento en cuestión. Sin embargo, no sorprende, ya que uno de los principales rasgos idiosincrásicos del nacionalismo español son sus raíces absolutistas y el consiguiente déficit de cultura democrática.

Pero ¿cuál es el argumento de Miquel Iceta para ir contra la voluntad mayoritaria del pueblo de Cataluña? Pues decir que la pregunta no le gusta -como un niño enfurruñado: «¡Ahora no voto, hala!»- y que la consulta no es legal. Es decir, que los catalanes no somos nadie para formularnos preguntas a nosotros mismos. Esto sería potestad de España, que nos debería dar el visto bueno sobre qué podemos preguntarnos y qué no. Con relación a la primera cuestión, debo decir que somos muchos los catalanes a los que -aunque por razones muy diferentes- tampoco nos gusta la fórmula de la doble pregunta. Yo mismo escribí al respecto un artículo en el Singular (*) el pasado abril. Pero esto no hará que dejemos de votar de acuerdo con nuestras convicciones. Somos demócratas y aceptamos la decisión del Parlamento de Cataluña.

Respecto a la segunda cuestión, la de la necesidad de que Cataluña se subordine a la voluntad de Madrid, más bien da risa, ya que responde a una maniobra tan torpe que incluso parece indigna del señor Iceta. Ya es bien cierto que el independentismo ha dejado el nacionalismo español completamente desnudo, pero son pocos los que a priori habrían dicho que sería tan fácil. La maniobra socialista consiste en decir que el presidente Mas y Mariano Rajoy deberían dialogar. ¿Pero dialogar sobre qué? El presidente Mas no es Ibarretxe, que presentó un proyecto de partido. Mas es el presidente de un país que tiene el mandato de la ciudadanía para convocar una consulta que permita saber si Cataluña debe ser un Estado independiente. Así de sencillo. Esto, sin embargo, no lo admite el señor Iceta, porque su pretensión es disfrazar de diálogo la claudicación de Cataluña. Sólo hay un pequeño problema. Un problema con tres aristas. La primera es que Rajoy dialoga únicamente con quienes le presentan su rendición incondicional. La segunda es que el Partido Socialista, sabiendo de sobra la negativa del PP, presenta una pregunta inútil que le permita continuar con la cantinela de la necesidad de diálogo entre Mas y Rajoy situándose en medio como el jueves. Y la tercera es que los treinta años de política españolista en las filas del PSOE de Cataluña parecen haber alejado al señor Iceta de la realidad catalana. Y la realidad dice que la Cataluña de hoy no se arrodillará ante el gobierno español, como él pretende. Todo lo contrario. Cataluña, eso sí, puede agradecer al señor Iceta que conserve el sentido del humor elaborando preguntas sustitutivas, preguntas chapuza tan hilarantes como la que presentó hace pocos días: «¿Quiere que el gobierno de Cataluña negocie con las instituciones del Estado un acuerdo que garantice el reconocimiento del carácter nacional de Cataluña, un pacto fiscal solidario y el blindaje de las competencias en lengua y cultura?»

Si no supiéramos que el señor Iceta vive en Cataluña, pensaríamos que es un turista de otro planeta. ¿De verdad está convencido de que el país volverá a los días ya enterrados de la negociación del Estatuto? ¿De verdad cree que el país renunciará a su libertad para aceptar entelequias, falsas promesas -como todas, absolutamente todas las que hace España- y meneará la cola para que le dejen llamarse nación en minúsculas -siempre que no ejerza, está claro- y porque le embauquen con competencias que siempre, siempre, siempre, aunque estén escritas con letras de oro, serán laminadas por España? ¿O es que no es eso, laminar competencias «exclusivas» en Cataluña, lo que han hecho siempre el PP y el partido del señor Iceta?

Ya se ve que todo no es más que una estafa que culmina con la referencia a «un pacto fiscal solidario». ¿Pero qué significa «un pacto fiscal solidario»? Pues quiere decir mantener el expolio, pero adornándolo con golosinas que, como sabemos, acaban quedándose en Madrid por otras vías a capricho del gobierno de turno y a merced de un Tribunal Constitucional que no es otra cosa que el brazo jurídico del PP y del PSOE. Llegados aquí, alguien debería explicar al señor Iceta que las migas de pan son para las palomas, no para los catalanes. No es España quien debe decir si podemos votar o no podemos votar y qué podemos preguntarnos y qué no podemos preguntarnos, señor Iceta. No es España quien debe decir si somos una nación o no lo somos. Lo somos, le guste a España o no. No es la oligarquía española quien debe recibir la solidaridad de Cataluña, sino los pueblos de África oriental que se mueren literalmente de hambre. No es España quien debe conceder competencias en lengua y cultura; tendremos competencias exclusivas, blindadas y estatales en lengua, cultura, hacienda, economía, educación, sanidad, justicia, industria, trabajo, deporte… como las tienen todas las naciones libres del mundo. ¿Lo entiende, señor Iceta? ¿De verdad lo entiende?

(*) http://www.nabarralde.com/es/egunekoa/11857-la-pregunta-trampa-de-la-consulta

EL SINGULAR DIGITAL